6. Otro decepcionante cumpleaños.

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Edad de 15 años

Hoy cumplo quince años de vida.

Yo no era de aquellos que se entusiasmaban por sus cumpleaños, de hecho, los detestaba bastante, lo único bueno de ellos eran los abrazos mágicos de Isis.

No era simplemente un abrazo, envolverme en sus abrazos y ya. No, es más... no sabría como describirlo, pero si hay algo que me fascina de las hadas, es esa corriente de energía que ellas puede provocar con su toque.

Por supuesto, es un modo de defensa a otras especies, sin embargo, para las que saben controlarlo, pueden que la persona que las toque, se sientan increíblemente bien. Un cosquilleo delicioso.

La única desventaja era que las agotaba y desgastaba, por eso nunca se los pedía a Isis.

Es el único regalo que quiero el día de hoy.

Mi mamá está preparando una cena pequeñísima, seríamos tres, mamá, Isis y yo. No tengo amigos, para nada. Ni tampoco conocidos.

Solo tengo a las dos hembras de mi vida. Eso es más que suficiente para mí.

Tuve que colocarme bien los pantalones para ir al palacio e invitar a Isis, el Rey fue el que me dio un grato recibimiento, pero me encontré con la sorpresa de que Isis no estaba y que estaba de visita con su madre en otro reino.

¿Y por qué yo no me había enterado de eso? Isis no me había dicho nada, el Rey me dijo que llegarían en la tarde de hoy.

Ya han pasado dos días y necesito mi dosis de Isis, si no moriré. He estado encerrado en mi habitación observando el reloj del sol. En tres horas empezaría anochecer.

— ¡Bastian! — tapé mis oídos, a veces a mamá se le olvida que si susurra mi nombre la escucharía desde mi habitación, pero no, ella grita.

— ¡Voy!

Tiré la almohada detrás de mi espalda a mi cama, corrí de mi habitación y bajé de un salto las escaleras.

Cerré los ojos esperando la retada de mamá por el fuerte sonido que provoqué en el suelo de madera.

— Muévete — me metí a la cocina, ella estaba batía una mezcla color rosa que desprendía el dulzor de las fresas — ¿Isis era alérgica a las... cerezas? ¿O bayas?

— Cerezas — respondí y me impulsé a sentarme en la encimera, no tan cerca de ella, hay un mazo a su lado y no quiero que me dé con eso.

— ¿En qué te puedo ayudar? — soy muy ágil en agarrar el chocolate picado en el tazón a su lado.

— Sé lo que haces, jovencito.

— Ni siquiera me estás viendo.

— Las madres desarrollan sentidos extrasensoriales con sus hijos. Sé todo lo que haces, Bastian.

No voy a hablar más de lo necesario.

¿Sabe... todo? Mis mejillas se calentaron, desvié mi cara hacia otro lado.

— Entonces...

— Parte esos cocos y ráyalos, por favor.

Miré el saco de cocos postrado en la puerta. Mi boca se hizo agua de solo observarlos.

Manos a la obra.

Para mí esto de partir cocos es una tarea extremadamente fácil, nada más debía un golpe entre dos cocos, y.... ¡Taran! Que maravilla. Me bebí el jugo de dos a escondida de mi mamá.

Con todos los cocos abiertos, empecé a rayar la carne blanca. Adoro la crema de coco de mamá.

¡Es un manjar de los Dioses!

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora