Los guardias me escoltaron a la entrada del castillo. A mis espaldas, podía escuchar sus corazones latiendo erráticos por el miedo que me tenían. Si supieran que no estaba planeando para atacarlos. Soy un cachorro indefenso. Pero me alegraba saber que la noche anterior había dejado en claro que no podían jugar conmigo.
Había marcado un nuevo comienzo. Me gustaba este falso respeto. ¿A quién engaño? No me gustaba para nada.
Como me hubiese gustado que mamá estuviese a mi lado. La invitación exclusivamente me incluía a mí. No lo entendía, ¿qué fue lo que mamá hizo a noche para vetarla del palacio? Sentía que ingresar por estas puertas era entrar a territorio peligroso. Vamos, era el hogar de tus suegros que te odiaban, y que no sabían que tenía una relación secreta con su hija.
¿Cómo disimularé esta noche no estar loco por la princesa?
Y sentía a Kirnan removerse en mi interior como un gusano, sumamente incómodo. Nos sentíamos inquietos. Nunca nos pasaba esto cuando la visitaba a escondidas. Me convencí que debía ser el escenario que hice ayer y... también Sais estaría allí.
¿Por qué carajos me habían inventado? Me estaba metiendo en una guarida de arpías. ¡Pero que mal momento para visitar a mis suegros! ¿Por qué cuándo sentía el celo cada vez más cerca? Solamente estoy aquí por mi promesa a Isis. Nada más. Los demás se van al carajo.
Puedo hacerlo. Lo tengo controlado.
Giramos a la izquierda de los largos pasillos del castillo. Este lugar me causaba ansiedad, era inmenso y con paredes donde su altura era increíblemente largas. El ambiente frío y mi sangre hirviendo, provocaba un choque térmico que me hacía gruñir.
Escalofríos. Fiebre. Todo intenso. Todos se siente muy cerca. Los olores. Los sonidos. La brisa.
Isis. Isis. Isis. Isis.
Pasé toda la tarde metido en el estanque con agua granizado y bloques de hielo, eso había ayudado a bajar la calentura, aún me ardían las venas, pero nada que no pudiera soportar. Ahora que estoy cerca de mi Isis, mi sangre ya estaba empezando a bullir de nuevo.
— ¡Je! ¡Je! ¡Bastian! ¡amigo! — un Klaus vestido con las telas más caras del reino se acercó volando a mí, con sus ropas flotando por los aires. Se veía bien de morado. — Que bueno que llegaste — no esperé que me abrazara, él palmeó mi espalda y yo agarré con más fuerza mis regalos que traía a mi hada. Klaus volvió a abrazarme. — Me alegro que estés bien. — susurró a mi oído.
— Príncipe — hice una pequeña reverencia.
— Mis soldados, se les agradece — Klaus agradeció a los guardias, estos se retiraron.
— Ehh... — miré detrás de él, esperanzado. — ¿Dónde está Isis? — no quería sonar descortés y que piense que no me importa su presencia. Pero vamos, me importa más Isis.
— Oh... ella está... — rio nerviosamente — Ella está en su habitación — iba a refutar, pero el me agarró de los hombros, miré sus ojos arrugarse por una sonrisa — ¡Oh Dios! Pero si has sabido manejar el alcohol, estaba preocupado por un momento que fuera mucho para ti. Pero al parecer este estómago de lobo puede resistir hasta lo más fuerte. Tú y yo — nos señaló a ambos con el dedo — Tendremos unas asombrosas aventuras psicodélicas.
No sabía qué responder a sus palabras, así que solo levanté mis cajas, queriendo desviar la conversación.
— Traje chocolates para ustedes — mi sonrisa amable tembló.
¿Donde estás, Isis?
En realidad, más de la mitad de los chocolates eran para Isis. Yo los había hecho todos, bueno, con un poco de ayuda de mamá.
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Encantado
WerewolfElla... Isis. Mi pequeña hada me tiene completamente hechizado. Ella ha sido mi mejor amiga de toda la vida, la he amado desde el primer momento en que la sentí. Mi compañera. Mi hembra. Mi destinada. Mi Isis. Y me estoy esforzando para que lo nue...