17. Chocolates hechos por mí, para ti.

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— ¡Dos, tres!

Sentado en la esquina de la carpa, miraba a mis compañeros, mascando coca entre mis muelas, he tenido la presión baja desde anoche, y no es que el entrenador ayer me haya dejado exhausto, para nada. Mi problema está en que no he visto a Isis en tres días.

Ansioso. Nervioso. Hiperactivo. Me define en estos momentos mientras observo al general entrenando a mis compañeros.

Yo me aprendí el movimiento y giro de la escuadra desde el primer día, en el segundo instante en que el general mostró su ejemplo con su escuadra.

Ya han pasado cuatro meses.

Le dije que sería un buen guardia, sin embargo, el general tenía miedo de que al ser un lobo perdiera el control y lastimara a la gente.

O sea, si soy impulsivo, pero no porque soy un lobo.

Me tiene vetado, excluido de los entrenamientos por mostrarle mis colmillos a un hada que quiso empujarme. Vaya castigo que me dan, pues prefiero estar entrenando, corriendo y nadar por los caudales de agua para dejar de pensar en ella.

Pero estar sin hacer nada, es todo en lo que mi mente no deja de pensar.

— ¡Vuelta! ¡Dos tres! Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, ¡cua! ¡Alto!

¿Qué estará haciendo? Esa noche, antes de que los principies, Isis fue a escondidas a verme a mi habitación, donde llenó mi cara de millones de besos.

Muchos besos para Bastian, es igual a un Bastian feliz.

Suspiré. Me trae loco mi hembra, completamente loco, tan loco que con un pequeño beso en mis labios me dejó un estado de coma donde todo lo que ella diga respondería con un sí.

Extraño a Isis, mis ojos están desanimados por no haber absorbido la chispa que ella irradia.

Mierda. Debí haberla besado yo, profundo y rudo. Debí llevarla a mi cama y besarla por todos lados, que mi aroma estuviera posesivo y marcado sobre su piel. ¿Quién sabe qué tipo de gente quisiera acercársele en esa ceremonia y que piense que ella no tiene un macho?

Deberé trabajar muy duro para ascender a guardia de la familia real, si quiero cuidar de Isis, debo subir muchos niveles más para acompañarla cada vez que salga del reino.

— ¡Bastian! ¡En formación! — escupí las hojas al suelo y de un salto yo ya estaba frente al general — ¡Estarás a la diagonal de Loell! — me gritó, era parte de su trabajo levantar la voz, para ser sincero, el General era el único que me respetaba en este lugar — Agarrarás la Esprinta...

— Pero y el Secwo... — señalé la lanza envuelta de hielo. Era muy fácil de usar para mí. Pero la Esprinta... aún no conseguía el equilibrio para sostenerla.

¿Quiere burlarse de mí? ¿Es eso?

— ¡No es una sugerencia! — sus ojos fríos me ordenaban a no oponerme.

Apreté las manos a mis costados, sentí mis garras romper la piel de mis palmas. Asentí, demasiado obediente para mi gusto. Me di media vuelta, mis compañeros estaban mirándome burlescos. Malditos insectos de mierda.

Me coloqué en la posición designada, era la peor de todas, yo solo debía seguir a guardia inicial, el que guiaba la escuadra. Estoy de mal humor. ¿Por qué siempre me daba el peor puesto donde yo no servía para nada?

Escuché a Loell murmurar a Mijjo Aún no entiendo por qué sigue aquí, siempre tendrá ese puesto.

Tomé la Esprinta y la empuñé con fuerza alrededor de mi mano, por suerte estas armas eran resistentes, hace rato la hubiese roto y el general me hubiese echado.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora