14. Regresaremos, promesa.

1.6K 216 208
                                    

Mi cuerpo se levantó en automático cuando escuché a Isis levantarse de su colchoneta, no he dormido desde anoche por estar atento a las necesidades de mi hada.

Isis abrió las aberturas de su carpa para salir, que estaba custodiada por dos guardias, ellos me miraron sobre sus hombros. Gruñí.

Sacudí mi cuerpo para que mi pelaje se limpiara de la nieve. Dormí afuera de la carpa porque los guardias no me dejaron pasar, con mucho sentido. ¿Qué haría el lobo dentro de la carpa de los príncipes? Yo ya tenía donde dormir, y no me molesta hacerlo sobre la nieve, pero si me molestaba el hecho de no poder verla.

— ¿Cómo dormiste, lobo encantador? — ella bostezó, me sonrió con sus ojos soñolientos y voló a mi dirección para tocar mi cabeza — Envidio que puedas dormir sobre la nieve. Además, que te hace ver más hermoso — sacudió mis orejas.

Que buena manera de empezar mi día.

Ahora hay que besarla para que sea mejor.

Mi mente hizo cuentas de las horas desde la última vez que comió, eso fue hace... seis horas.

¡Seis horas!

Se va a morir de hambre, imbécil. Hay que cazar para ella.

Oh mierda. Oh mierda. Oh mierda.

¿Qué puedo cazar para ella?

¿Venado?

¿Liebre?

¡¿Tortugas congeladas?!

¡Ella no comerá nada de eso si no está cocinado!

¡Vamos! A las hembras les gusta que cacemos por ellas. Isis debe ver nuestras habilidades, así podemos enamorarla como nosotros lo estamos.

Miré a Isis, ella me veía con su cabeza inclinada hacia la derecha, con su ceño fruncido y examinándome. Hice una rabieta interna, no sé qué ofrecerle.

Mi hocico pegó su hombro en signo de frustración.

¡Allá parece que están haciendo una parrilla!

No grites. Era cierto, una de las lobas estaba ventilando a una parrilla llena de leña y carbón.

Ahí cocinaremos la liebre que escuché a unos kilómetros.

¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Empezó a correr dando vueltas en su propio eje.

Reí. Ambos nos despertamos de muy buen humor.

Retrocedí unos pasos, alejándome de ella, Isis me sonrió y asintió.

— ¿Te están llamando? ¿Debes irte? — mis movimientos eran indecisos, sin saber irme o no, y ella vio mi problema — Anda — rio — Yo te esperaré aquí, no pienso irme a algún lado.

Lámela para que su aroma quede bien impregnado en su piel, no confío en estos machos que rondan por nuestra carpa.

Tiene razón. Me he mantenido a raya para no dejar salir mis celos, debo estar precavido, así que corrí hacia ella y le di un lengüetazo en todo su rostro.

— ¡Bastian!

¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!

Veinte y tres minutos después estaba llegando al campamento con una liebre pequeña entre mis colmillos. Estaba galopando sobre la nieve en dirección a la enorme parrilla.

¿Qué les puedo decir? Soy feliz atendiendo las necesidades de mi princesa, mi dulce, hermosa, tierna, feroz, preciosa, amable y hermosa Isis.

Los machos y hembras que estaban abrazados en las entradas de sus carpas, me saludaron y me desearon un buen día. No hubo nadie que no haya mencionado mi nombre y que no me hayan elogiado por mi liebre cazada.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora