12 | Problemas con ojos azules

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Ciertamente, sentía un temor, una incomodidad. Un pequeño nudo que se apoderaba de mi garganta y un remolino en mi vientre comenzaban a darme jaqueca. No estaban empezando muy bien las mañanas desde que Archie se fue ese día. Hoy era el primer día después de muchos para volver a entrar a la universidad. Estaba nerviosa, cada centímetro de mi cuerpo temblaba e incluso tenía ciertos impulsos en echarme hacia atrás, volver a casa y esconderme en mi cama para toda la eternidad.

Pero no vine a Oxford para eso.

Note la ausencia de Archie. No me escribió desde que se fue de mi casa. Tampoco me gusta insistir, aunque estaría mintiendo si digo que no a que he estado esperando un mensaje suyo. Siempre tengo esperanzas. Como si fuese el personaje más importante en mi vida.

Abigail me abandona en mi clase. Gracias a los cielos no recibo miradas (en mi mente dramática creí que sería juzgada apenas cruzara la entrada). Cubro mi hombro con la chaqueta y me siento en tercera fila, empotrada en la mesa y dedicada a las libretas que saco de mi mochila a continuación.

Llega una profesora de estatura media y apariencia profesional «no se ve como si me fuera a acribillar a puñaladas», calmo mi mente nerviosa y melodramática. Pasan las próximas dos horas más abundantes en donde me siento de lo más relajada. Aunque no podía evitar tensarme cuando me llamaban, o se presenciaba algún ruido fuerte. No fue hasta que sonó la campana y antes de cruzar la puerta que me llevaría al pasillo, Abby ya se encontraba allí, dispuesta a acompañarme en todo momento. Nos dirigimos al patio como de costumbre.

Mala idea.

Si en clase no recibí miradas. En el patio sí que las recibí.

Me sentí en la secundaria. Porque mientras avanzaba con nervios, más me miraban los alumnos intensos que me rodeaban. Murmullos. Susurros. Se aprendieron mi nombre de memoria gracias a los noticieros. De repente me sentí en un punto de vista, volviendo a ese agobio mental que me atormenta tanto, como el centro de atención. Frente a todos, yo era la chica violada en el callejón. La que sobrevivió. Pero, ¿a qué costó?

—¿Qué ven, retrasados? —Abby no pudo evitar hacer de las suyas y obtener de resultado que todos siguieran en lo suyo.

Tenía muchas ganas de irme. Ya no quería estar allí y soportar esas miradas, ni mucho menos la presión de ellas.

«No puedo huir cada vez que no quiero soportar una situación. Eso me hace débil».

Avancé como pude hasta el patio. Compré algo para complacer a mi apetito y nos sentamos donde siempre con Cristóbal y Lisa, con la nueva compañía de Valentina y Benedict.

El último me abraza los hombros con adoración mientras conversa con los demás y luego me regala su atención a mí.

—¿Cómo te fue, chiqui?

—No le hagas muchas preguntas. ¿Tú por qué estás aquí? —le interroga mi mejor amiga.

Este se levanta de hombros —Ustedes son mejor compañía.

—¿Ha venido Archie?

Ante la pregunta de Lisa, ansío la respuesta del rubio.

—Por supuesto. Siempre llega tarde, pero nunca falta. —se come snacks de Valentina y deja la frase hasta ahí.

No quiero preguntarle si vendrá. Pero me pregunto por qué siempre tiene que desaparecer sin dejar rastro.

El resto de la tarde surgió con más incomodidad de lo normal. Sentía unas enormes ganas de huir de este lugar como si mi vida dependiera de ello. Archie no fue captado en mi visión, como si se escondiera de mí. Como si no quisiera verme. ¿Es que acaso no fui nadie especial para él? Me llevo a su puta colina, a su casa. Me entregué a él luego de que "me esperaría". Nuestro comportamiento... ¿todo fue para solo un revolcón?

Mucho más de él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora