Prólogo

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Término de desenredar mi cabello, haciendo algo de presión por los estúpidos nudos que se me formularon anoche mientras dormía. En definitiva había perdido el autobús, pero lo bueno es que vivía en la residencia universitaria, por lo tanto no estaba muy lejos de mi destino. Jalo la correa de mi mochila verde oscuro y corro a la salida de mi apartamento. Mi compañera viene detrás de mí, reiterándome la hora y regañándome por tardarme.

Abigail Taylor (le gusta que le digan Abby) es la hija del director de nuestra universidad, así que tiene muchas ventajas para saltarse clases o hacer otras cosas que no sea estudiar. Anoche llegó de fiesta, algo extraño para ser miércoles, y tiene una gran resaca que le atormenta hasta la última médula de su cuerpo. Parecemos locas corriendo por la calle para así llegar a nuestro destino y antes de que cerraran las puertas principales color naranja, entramos soltando suspiros y jadeos.

Me invita a chocar las palmas y lo hago destinándome a las taquillas cerca del baño de mujeres.

—¿Está muy mal? —Le pedí opinión respecto a mi pésimo intento de amarrarme el cabello. Taylor es un símbolo de moda, mi amiga sabe qué usar para cada ocasión y mis instintos para pedir su opinión son casi siempre.

—Detesto tus típicas coletas de caballo —me arranca la pinza que me puse. Mi cabello azabache cae sobre mis hombros haciéndome mirar mal a mi amiga—. Mucho mejor. Me quedaré con la pinza.

Siempre me molesta respecto a mis peinados. Soy más sencilla y siempre uso jerseys, vaqueros con camisas cortas debajo. Observé la hora del reloj colgante de una pared y suspiré, todavía quedaban quince minutos para que iniciara las clases.

—Entonces, ¿qué haremos en la noche? —Pregunta asomando una sonrisa pícara.

—Nada. Yo estudiaré para el examen de...

—¡Exámenes no, Deva! —Me grita aturdiéndome. Jala de mi jersey azul marino para destinarnos a las puertas del fondo—. Pidamos algo de comer mientras suena la campana.

Giré los ojos. Aprovecha sus trucos de «la hija del director» para hacer lo que quiere. Decidí no refutar nada y la acompaño hasta la barra. La cafetería está desolada y la conserje está limpiando las mesas de cuatro. El espacio es muy amplio y también tiene mesas que conservan el patio, la mañana está fresca y el sol destella naranja por todo el césped del campo.

—¿Quieres una tarta de manzana y guardarla? Después se agotarán y sinceramente yo que tú me aprovecharía —sugiere y suspiro aceptando aunque no sea muy amante del dulce.

Me entregan la tarta y hay un estruendo proveniente de las puertas torpemente abiertas por una chica. Un par de ojos verdes buscan algo y los detiene en nosotras.

—¡Ahí están! —se nos acerca—. Que cosa con venir ilegalmente a la cafetería y robar comida.

—Cállate y agarra una tarta de manzana —le regaña la rubia a mi lado.

—Buenos días, Lisa —agité mi mano con educación. Lisa y Abby son mejores amigas desde antes de conocerme, me dieron la bienvenida cuando llegué y no tardaron en convertirse en mi única compañía. Ambas son bastante simpáticas, técnicamente mis mejores amigas.

La pelirroja enrolla mi cuello con sus brazos, a pesar de tener el mismo tamaño que yo, se pone de puntillas para estrujarme en su pecho. Ella es más dulce a diferencia de Abby, quien es más rústica.

—¡Deva! Me encanta tu jersey —odio que mientan sobre mi atuendo, pero es amable el intento—. En la biblioteca les mostraré el nuevo libro que me compró mi hermana como recompensa por no llevarme a la tienda nueva la semana pasada...

Mucho más de él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora