24 | Edward Harrinson

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Era tan plácida la superficie de la cama que dudé en realizar el esfuerzo de acomodarme o abrir los ojos. Estiro los brazos girándome al bulto que se escondía en mi espalda. Entreabrí un ojo, aclarando poco a poco la imagen de Archie dormido junto a mí. Inconscientemente atisbo una sonrisa leve mientras encierro su cuello entre mis brazos. Tenía envidia de lo tierno y atractivo que se veía dormido, con sus largas pestañas destacando sus párpados, su rostro en paz, el pecho subiendo y bajándole con tanta calma.

Remueve la cabeza en la almohada y noto la hora en la mesita de noche. Llevábamos dos días en su casa, efectivamente no hacíamos mucha cosa más que follar, comer, tomar la siesta; lo más normal y que no requirió desnudez en su camino fue salir al centro comercial para al menos comprarme un pantalón de mi talla. Claro que después, si optamos por la desnudez en su auto.

Trepo por su torso, alcanzando su boca con los labios, sintiendo la calidez de su piel desnuda bajo mi cuerpo y sus pectorales duros contra mi pecho. Estampo varios besos por las facciones de su cara para despertarlo, ya pasamos la hora del desayuno. Arruga las cejas y gruñe acomodándose de lado, aplastándome.

—Arch... —vuelve a gruñir mientras caba por mi cuello con la nariz—, Archie es muy tarde —medio ladea la cabeza para que lo deje tranquilo—. No seas flojo.

—Déjame dormir —pasa su brazo por mi cuello abrazándome—, cierra el pico un rato.

Fue mi turno de ponerme malhumorada. Archie seguía sin dar señales de querer levantarse, para colmo, tampoco me dejaba levantarme debido a que literalmente me estaba aplastando contra el colchón. Mi oído se activa ante el ruido proveniente de algún lado de la mansión. Sacudo el torso de Archie de nuevo.

—¿Mhm? —suelta con más fuerza.

—¿Verónica hace mucho ruido o es idea mía?

—No sé, amor, es la que limpia. Duérmete.

Su pereza no me estaba ayudando. —Ay por dios, ¿podrías al menos quitarte de encima?

—¿Por qué? Si estoy muy cómodo.

Hice fuerza tratando de dejarlo a un lado de la cama y afortunadamente funciona. Suspiro después de hacer el mayor logro de mi vida y descubro mi cuerpo desnudo de la sábana para sentarme en la cama, estirando los brazos en el aire. Saco los pies y ni siquiera toco el suelo cuando me devuelven a las sábanas de un jalón.

—¡Archie!

El muy idiota se empieza a reír roncamente.

—Bajita, relájate, no hay por qué levantarse tan temp...

Un escandaloso ruido interrumpe su frase. Sonido que empieza a intrigar.

—Al parecer Verónica sí quiere que nos despertemos —me levanto de la cama, poniéndome la primera prenda que hallo en el suelo, y voy a mi bolso en busca de unas bragas—. Empiezo a tener hambre, ¿y tú?

Escucho sus quejas desde la cama ante el esfuerzo de levantarse —No me interesa pensar que comer, lo que quiero es dormir.

—Fabuloso. Vamos.

Su poderoso cuerpo atlético sale de la cama, dejando a la vista el imponente miembro que siempre estaba endurecido en las mañanas. Desvío la mirada haciéndome la loca y atiendo a mi móvil empezando a releer las notificaciones. Archie rodeó mi cintura desde atrás y plasmó un beso en mi cuello antes de meterse al baño.

Cuando mi novio deja de ser un negligente, nos atrevemos a salir de la habitación para dirigirnos a la cocina y comenzar el día como se debe.

Sin embargo, la presencia serena de Verónica frente a las escaleras, sacudiendo el polvo de los cuadros y completamente tranquila, me levanta la confusión de inmediato.

Mucho más de él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora