1 | Tequila y limón

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Al llegar a nuestro apartamento después de ir a un restaurante de la ciudad, Abby me jaló a su habitación como excusa para decidirme por un vestido para esta noche. Únicamente he ido a una sola fiesta en mi vida y fue a un campamento en décimo año, cuando vivía en Nevada.

Chasquean un par de dedos por al frente de mi nariz, pestañeo rápidamente ante el susto y capturo los dos ojos verdes que me miran extrañados.

—Tierra llamando a Deva —aclama Abby, su voz esfuma todos los pensamientos que invaden mi mente.

—¿Podrías repetir lo que decías? —Consulté recibiendo a modo de respuesta una segunda mala mirada de su parte.

Dejó el rojizo vestido escotado en la cama y posó las manos en su cintura, enfadada, reclamó: —No puedo seguir repitiendo todo y terminar hablando con una pared, Dev.

Traté de no bajar la barbilla —Lo siento. Tengo muchos proyectos en mente, exámenes y deberes pendientes.

Se dio la vuelta y retomó la conversación —¿Hay algo en tu mente que no solo incluya tareas y un montón de cosas que generan fastidio?

Poniéndome a aclarar mi mente, seguía hipnotizada por aquel chico que me guiñó el ojo. Distinguí una sonrisa ladeada, que a mi parecer, parecía pícara y siniestra. Corre un escalofrío por mi cuerpo ante tales actos que recuerdo, como si estuviera reviviendo la escena. Nunca me había pasado, ni siquiera sabía su nombre. Pero era muy atractivo y guapo. Alto y vigoroso, pero en vez de centrarme en su cuerpo y rostro tan carismático, sigo enfocada en los ojos que me miraron con tanta atención en tan poco tiempo.

—No. No hay nada más —respondí al cabo de un minuto.

No tenía por qué estar al pendiente de un chico cuando hay millones igual que él. Sé sobre los de su clase. Son atractivos y egocéntricos, aprovechan esas etiquetas para ganarse el mundo y ponerlos a todos a barrerle los pies. Aunque él se veía de ese tipo, también era sencillo, y distinguirlo en su vestuario tampoco era muy complicado. No era bueno juzgar por las apariencias, pero su facha de niño mimado se le distinguía por cada esquina, cada prenda y cada facción de su estructura.

—Como tienes cuerpo curvilíneo, tendré que darte un vestido que deje sueltas esas par de tetas grandes que tienes —su comentario no parece tener intenciones de generar inseguridad, pero inconscientemente, bajo la barbilla para observar mi cuerpo.

Tenía toda la razón al detallar mi cuerpo con semejantes palabras vulgares. Tengo cintura pequeña, pero caderas no muy voluptuosas, mis senos son medianos, no entiendo por qué exagera con el tamaño.

—Estaría bien si voy con solo una sudadera y tenis —sugerí para mis adentros, pero no le gustó lo que ofrecí.

—Deva —se sienta en la cama, acaparando mis manos—, no estoy matándome las penas tratando de conseguirte un vestido nuevo como si mi armario fuera una tienda para que al final me digas que usarás algo tan anticuado como una simple sudadera larga y unas converse. ¿Al menos sabes a dónde iremos?

—A un sitio en el que me sentiré excluida, supongo.

Resopló elevando su flequillo rubio.

—No —ladea la cabeza, como si mis suposiciones no fueran más decepcionantes que mis atuendos—. Iremos a la fiesta en el club más popular y privado del condado. Victoria es de invitar gente que se vista para la ocasión, y yo no voy a desperdiciar que he estado ahorrando para las entradas.

La familia de Abby es de buenas raíces, aún así, le gusta ahorrar para tener su tiempo de comprar sus cosas cuando se le dé la gana. Le sonrío en respuesta aunque no tenga ni remota idea de lo que me hable. Tan solo a veces parece algo parlanchina.

Mucho más de él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora