El frío del otoño, se volvió una trágica tormenta de nieve espesa sobre las carreteras. Las clases universitarias fueron canceladas por tal clima que cerraba las calles y, además de ser diciembre y las vacaciones navideñas, había estado en reposo por más de doce días.
Con solo medio abrir la madera ya tenía a mi madre encima, abrazándome y besando mi mejilla. Suspiré por su trato y acepté el abrazo, reconociendo que extrañé su compañía y anhelaba su sobreprotección. Seguida de ella, de su espalda sale mi padre, André, quien se une al abrazo con una sonrisa mientras acariciaba mi espalda.
—Te extrañamos mucho en Chicago, Dev —murmura el esposo de mi madre, sacándome una minúscula sonrisa. Sí me hacía falta una visita familiar después de toda la mierda que me pasó en estos tres meses.
Los invito a la sala, donde no pierden el tiempo y comienza el interrogatorio que siempre me dan ante cualquier circunstancia.
—¿Cómo van los exámenes? —Empieza mi padre.
—He aprobado todos.
—¿El siguiente trimestre tendrá este mismo procedimiento? Necesitas todo el equipo posible de aprendizaje para muy pronto unirte a alguna empresa sofisticada —le sigue mamá.
—Me estoy adelantando para mi nivel en el primer trimestre.
—¿Cuántos minutos le estás prestando de tu tiempo a tus estudios cuando te destinas a hacer tus deberes? —sigue preguntando.
—Noventa y nueve minutos exactos, ni uno más, ni uno menos —me sé las respuestas de memoria. Nunca cambian los resultados.
—¿Del uno al diez, cuánto calificas mi barba afeitada? —bromea papá, sacándome una sonrisa.
—Un siete.
—Nos alegra mucho ver que te encuentras bien —vuelve a abrazarme.
Omití que mi padrastro todavía no sabe sobre eso que me pasó. Mamá aún me mira con nostalgia.
—Como recompensa, pasaremos toda la tarde contigo —dicen, alegrándome el día.
—Ya quiero que Alex lo sepa —besé la mejilla de mi padre.
Cecilia revisa su reloj; —Sí..., pero debemos de estar a las nueve con treinta y cuatro en el hotel, calculando la velocidad con la que André se ponga su pijama y yo retome mi pequeño tiempo de lectura. Tenemos que partir a primera hora para llegar a Chicago a...
—Cariño, respira y míranos —le pidió su esposo. Madre obedeció—. ¿No crees que deberías relajarte de los horarios aunque sea por un rato? Ya deja el iPad, tu hija, a la que no ves desde hace meses, tiene que pasar navidad sola y esta es tu única oportunidad para pasarla bien con ella.
Ella sonrió —Y es por eso que estoy frecuentando el pensamiento de venir a verte cada semana.
—¿En serio? —Hubo una emoción que se extendió por todo de mí cuando elevé las cejas.
Asiente —Solo si tú quieres. No me molestará, además, Oxford se ve acogedor.
—¡Lo es! Déjenme ir a arreglarme —me dirigí hacia mi padre—. Te enseñaré el parque por el que Abby y yo vamos a correr siempre. ¡Querrás mudarte!
—No puedo esperar.
—Ve a prepararte, ¡Y rápido que cuanto más tarde menos tiempo estaremos juntos!
Voy rápido a mi alcoba y me visto con pantalones negros, camisa de tirantes junto con una sudadera gris, botas ajustadas y peino mi cabello, mirando con duda la peineta, decido permanecer con la melena suelta. Tan solo agrego un poco de rubor y brillo labial, junto con una capa de pestañas que me abren los párpados.
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Mucho más de él ©
Novela JuvenilDeva tiene un peligroso talento llamado curiosidad. Sin importarle los avisos, siempre logra cruzar la valla de lo prohibido. Se enfrentó a vivir en Oxford, arriesgando su perfecta educación para independizarse y vivir a lo extremo junto a las perso...