El eco de la puerta rebota dentro del apartamento cuando Abby azota la madera. Es jueves e íbamos más de una hora tarde. Sigo apresurada en ponerme los pantalones, maldiciendo la alarma una vez más por no conseguir despertarme al tiempo estimado. Mi compañera de apartamento fue quien había conseguido levantarse a tiempo y tuvo que salir primero debido a un compromiso que tenía en clases con Lisa. Consigo colocarme el sujetador a duras penas y corro a mi armario en busca de los zapatos.
Mi teléfono se agita sobre la madera de mi escritorio y puedo imaginarme el rostro de confusión de mi novio ante mi tardanza.
Atiendo la llamada sin mirar nombres —Ya estoy por salir, Archie, voy tarde.
—No, cariño, es mamá.
La sorpresa de su repentina llamada me azota y me siento en la silla —Oh, hola madre. Perdón, es que voy tarde a clases y tengo algo de prisa.
—Cariño... —sus palabras con el tono al borde del llanto me preocupan—. Necesito que vengas a Chicago lo antes posible.
—Mamá, ¿te encuentras bien? ¿Pasa algo?
Los escenarios dramáticos cruzan por mi mente y temo a que se encuentre en riesgo.
—André está en el hospital, Luna —escucho cómo se limpia la nariz y me muevo en busca de un bolso para hacer mi equipaje—. Esta mañana iba al trabajo y chocó con una moto y... Temen a que no pueda sobrevivir...
El nudo se me crea en la garganta y siento la punzada en mi pecho que reconozco como miedo a perder a quien siempre vi como mi único padre. Escuchar a la mujer que me crió ponerse a llorar por su esposo tan solo empeora mi estado mental y se me nubla la cabeza con toda la situación.
—Tendré que ir en auto madre pero aguarda ahí, ¿si? Estaré pendiente del teléfono —meto cambios de ropa, higiene, cosas personales mientras intento consolarla en su desespero—. Tengo que abordar el auto, ¿Alex está ahí contigo?
—No —su voz aguda apenas y se le entiende—. Estaba de camino a clases y tuve que llamarlo para que viniera rápido, pero aún no llega.
—Me avisas cuando llegue, necesito hablar con él —termino por consolarla un poco más antes de colgar y enfocarme en salir del apartamento.
Salgo de la residencia metiéndome a mi auto. Abandono el pueblo de Oxford con el GPS activo y de repente me atropella el recordatorio de los seres queridos a los cuales no les avisé de esta urgencia. Ladeo la cabeza, desinteresando mi mente de lo que no tiene importancia para enfocarme en apretar el acelerador, rezando para que la duración sea cada vez mínima y llegar con mi familia. Las lágrimas se me asoman cuando me entierro en el recuerdo de mi papá, en los momentos familiares que me hizo vivir junto a mamá.
Aprieto el volante. Él no puede irse. No ahora, no puede abandonarnos.
Mamá siempre me contó cuando lo conoció. Apenas nací, evento al cual no asistió mi padre biológico por el desconocimiento de su labor como padre. Dijo que apenas me vio bebé se había encariñado conmigo, no faltó para que se enamoraran y casaran volviéndose la familia que una chica de diecinueve como mi madre deseó. Acabó sus estudios y juntos se volvieron grandes abogados, los más prestigiosos de Chicago.
Una sonrisa de orgullo me dibuja el rostro al memorizar los logros, los momentos más especiales de André junto a mí, mamá, Alex. Las lágrimas ruedan por mis mejillas y veo borroso el camino.
Atiendo a la llamada que me surge de parte de Alex.
—¿Aló?
—Hermana, ¿te falta mucho?
—Llevo tres horas, sin descanso y a toda velocidad —un suspiro se escapa de mis labios—. Un par de horas más y podré llegar a Chicago. ¿Cómo avanzan las cosas?
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Mucho más de él ©
Ficção AdolescenteDeva tiene un peligroso talento llamado curiosidad. Sin importarle los avisos, siempre logra cruzar la valla de lo prohibido. Se enfrentó a vivir en Oxford, arriesgando su perfecta educación para independizarse y vivir a lo extremo junto a las perso...