16 | Viuda negra

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Desde lo sucedido con Archie, el sobre, mi madre, y todo lo demás, honestamente, me sentía desanimada. Ayer recientemente pude reconciliarme con mamá, pero lo de cierto chico con ojos diamante, me hace apuñalarme el pecho con un afligimiento constante. Darme cuenta de que por una vez, él intentó con lealtad hacer las cosas bien, y que ni siquiera le di la oportunidad de explicarse, me corroe.

Aunque también recordar sus crueles palabras después de todo lo que le dije, me hace sentir miserable.

Luego de pensar en todo lo que me atormenta al abrir los ojos, dejo escapar aire por la boca con la vista perdida en el desorden de mi habitación, cambio mi posición mientras retiro las lagañas de mis ojos y cubro mis ojos con ambas manos al detectar la luz que se cuela por el pequeño espacio de la cortina. Bostezo mientras me pongo boca abajo, dejando caer una almohada y estiro la mano a mi mesita de noche, en busca de mi celular. Enciendo la pantalla y capto los números que causan que mi corazón dé un vuelco al darme cuenta de que estoy llegando tarde. ¡¿Cómo es que no me despertó la puta alarma?!

Salgo de la habitación, el olor a panqueque quemado golpea mi olfato y arrugo la cara, detectando mi malhumor. No soporto despertar más tarde de la hora estipulada a la que suelo despertarme, la casa huele a cigarrillos quemados y estoy llegando tarde; suficientes razones para tener humor de perros.

Me acerco a la cocina, sentándome sobre el taburete frente la encimera, mi amiga está luchando para girar el panqueque que se le quedó pegado al sartén.

—Dime por favor que no es por ese pedazo de mierda por el cual no me has despertado —hablo soñolienta, Abby gruñe estresada.

—Primero que todo: buenos días. Segundo: cancelaron las clases el día de hoy —explica, dando por perdido el panqueque.

—Tercero: debemos comprar otra sartén.

Suspira asintiendo y mermando el humo con un paño.

—Es viernes, no creo que te vayas a mantener encerrada en casa, ¿o si? —Cuestiona sirviendo los pocos panqueques salvados en un solo plato.

Me da un tenedor para que ambas comencemos a comer la montaña de panqueques. —Estás en lo correcto —le ofrezco una sonrisa ingenua antes de llevarme un pedazo a la boca.

—No te lo permitiré —me lleva la contraria y yo ruedo los ojos—, es viernes, Dev. ¡Tuviste una mierda de semana!

—La última vez que fuimos a una fiesta, nos devolvimos a las doce de la noche... —le recuerdo-. No saldré hoy, Abby. Me tomaré este viernes para descansar y no está a discusión.

—Oh bueno...

Se da por vencida y se pone a revisar su teléfono. Lo apaga dejándolo boca abajo sobre el mesón y acto seguido se acerca a la salida de la cocina con el tenedor en la boca. La analizo con el ceño fruncido y antes de perderla de vista, me muevo hasta quedar en el marco. Hala del pómulo de la puerta, dejando a la vista a Cristóbal, Lisa y Valentina. Los cuatro sueltan chillidos que me alteran las neuronas. Se abren paso hasta llegar hasta a mí y detallo las mochilas, maletas y atuendos en percheros.

Mi malhumor acaba de empeorar.

—¡Dev! Acabamos de enterarnos de que no hay clase y no perdimos tiempo en venir —argumenta la pelirroja. La mexicana y mi amigo avanzan hasta la sala con Abby atrás parloteando sobre no sé qué.

—Por lo menos ustedes se despertaron temprano —camino hasta donde están ellos con el plato de panqueques en las manos.

—¿Y eso qué? —Cristóbal me abraza, se medio aleja agarrandome de los hombros—, ¿qué te pondrás para esta noche? ¡Estamos emocionados por la fiesta y luego quedarnos todos a dormir!

Mucho más de él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora