Pergamino 31

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Pov. Alejandra

Pude volver a respirar tranquila cuando atravesamos la frontera al País de la Lluvia, Kikyo dijo que no nos atacarían si llegábamos aquí.

— Mmmm....

Itachi toma su frente con la mano, me acerco para ver que tal se siente. No había despertado en todo el trayecto.

— Ey tranquilo — evito que se levante.

— ¿En dónde estamos?

— En un vagón rumbo a Sunagakure.

Repasa el lugar con la mirada, desde la mirada agachada de Kawaki y Ursa hasta los leves sollozos de Hikari.

— ¿Y Kikyo?

Usami abraza a su hermana, después de atravesar Amegakure la liberó de los huesos en los que la había encerrado su madre. Yo niego con la cabeza incapaz de articular palabra.

— Ya veo...

Itachi guarda silencio, y nos sigue acompañando el resto del camino.

🍥

A excepción de algunos detalles el viaje pasó sin problema alguno, ya era de noche cuando pudimos visualizar la enorme barrera que encerraba Sunagakure.

— Ve bajando la velocidad — Ursa carraspeó intentando mejorar su voz.

Kawaki la obedeció de inmediato y todos pudimos sentir cómo el vagón iba frenando paulatinamente.

— ¿Tendremos que bajar para acceder a la barrera?

— No lo creo, Kikyo debió de configurar todo para que se pasara sin problemas.

Sin embargo, Kawaki tuvo que frenar de golpe al ver que las vías no llegaban a ninguna estación. El freno hizo que todos nos impulsáramos para adelante, caí encima de Itachi, Usami protegió a Hikari con su cuerpo y Ursa y Kawaki terminaron debajo del tablero de control.

— Creo que sí tendremos que llegar a pie después de todo.

— Lo siento.

Me levanto como un rayo y ayudo a Itachi a ponerse de pie.

— ¿Están bien chicos?

— Sí...— contestan todos con un gemido lastimero.

Se levantan entre muecas de dolor, yo salgo primero y ayudo a los demás a brincar. Debemos rodear la gran muralla de tierra que rodea Suna hasta llegar a la entrada. A excepción de Itachi todos los demás pueden caminar por su propio pie.

— ¡Alto! ¡Identifíquese!

— ¡Soy Sakura Haruno de Konohagakure!

Varios jonin bajan desde sus posiciones y nos revisan buscando armas.

— Pasen por aquí.

Atravesamos un valle antes de poder vislumbrar los primeros edificios de la Aldea, todo está en un inquietante silencio.

— Les pondremos este sello en el brazo después de que nuestro equipo de interrogación les haga unas preguntas.

— De acuerdo.

— ¡Chiyo-baasama!

Hikari se suelta de la mano de su hermano y corre hacia la señora mayor, la abuela de Lord Kazekage.

— Hikari, Usami que bueno que están aquí — abraza al chico por el cuello— Me preocupe mucho cuando no los vi llegar con los demás...

Toma las mejillas del adolescente y sonríe sin alegría.

El final del caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora