Pergamino 32

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Pov. Alejandra

Vemos impotentes las llamaradas que se ven en el horizonte, niños y adultos dejan salir las lágrimas pues el País del Fuego está siendo reducido a cenizas.

Sunagakure no tenía los suficientes jonin para ir a cada pueblo y ayudar, sólo pudieron llegar a uno. Salieron vivos por muy poco.

— ¡Se acerca un tren!— grita un centinela.

— ¿Pueden ver quién viene?

Kankuro toma los binoculares pero Gaara niega y la arena comienza a arremolinarse a su alrededor.

— Apertura del tercer ojo— le toma un tiempo antes de gritar— ¡Abran la barrera!

Su orden es seguida de inmediato y a los pocos minutos entra en la estación un tren chico del País del Fuego. Los civiles se amontonan, esperando ver salir alguna cara conocida, entre los que están en primera fila está Inojin.

— Abran paso para que salgan, si no llevamos un orden esto tomará más tiempo— las personas siguen mi instrucción y dejan un espacio entre la plataforma y las salidas de los vagones.

Las puertas se abren y poco a poco van saliendo más civiles cubiertos de polvo, los jonin de Suna implementan una organización lo suficientemente efectiva para casi desocupar cada vagón en menos de una hora.

En el primero sólo he visto salir niños, hasta el final sale una mujer mayor, una a la que yo reconozco.

— Hotaru-sama...

Ella toma mi brazo para bajar del tren, me abraza y besa mi mejilla.

— Sakura que bueno ver que estás bien, supongo que Sarada estará contigo.

Asiento confundida, piensa que soy la otra. Aunque sí, Sarada está conmigo, sin embargo no ha hablado desde que llegamos a Suna.

— Dime algo, ¿es verdad lo que decían en las noticias? — la miro instándole a seguir— ¿Que Usami y Seijun Hyūga en realidad son hijos de mi Misaki?

— Sí, es cierto— la veo tambalearse y tengo que sostenerla de los brazos— Al morir le encargó a Kikyo que los cuidara, ella pensó que estarían seguros si mantenía en secreto que eran Senju.

— Ah Misaki...

Se agarra el pecho y solloza suavemente.

— ¿Por qué no me lo dijo? Yo era su mamá...

Palmeo su espalda incómoda por el rumbo que ha tomado la conversación.

— Capitán Yamato que bueno tenerlo por aquí.

Gaara saluda a un hombre de pelo castaño y ojos raros.

— Hace mucho que no lo veía Kazekage-sama.

— ¿Son todas las personas?

— Sí, el orfanato fue el último lugar que pudimos evacuar.

Esa última voz me eriza la piel, suena igual que hace años "No importa cuanto digas que no duele Sakura". Volteo lentamente, temerosa de comprobar si se trata de él.

— ¿En dónde está Kikyo?

— Ella... no lo logró.

Kimimaro agacha sus bonitos ojos aguamarina, es tal cual lo recuerdo. Y maldita sea mi estampa todavía siento un aleteo cuando lo veo.

— Tu debes de ser la Hokage— sisean a mi lado.

— Orochimaru-sama...— digo después de salir del trance.

El final del caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora