Capítulo 38

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“Tu me das la vida que yo siempre quise para mi.”

- Sigo sin poder entenderlo. - Dijo Jennie tirando el lápiz sobre el libro y llevándose una almohada a la cara. Roseanne rió y le tomó la mano para que la volviera a mirar. - Estás perdiendo tu tiempo explicándome esto Rosé, ¿Sabías eso? -

- No es tan difícil Jen, tan solo es estudiar, acordarte todo lo que viste y poder explicarlo para que en el examen te vaya bien. -

- Fisíca nunca fue mi asignatura favorita y la clase es demasiado aburrida como para quedarte mirando la pizarra, así que cada vez que intento estudiar; me distraigo. - Dijo y cuando vio aquellos ojos oscuros, añadió. - Y ahora te tengo a ti para distraerme aún más. - Sonrió. - No debí de haberte pedido ayuda, es más complicado estudiar contigo aquí. -

- Si quieres me voy… -

Roseanne empezó a levantarse de la cama cuando Jennie tiró de su brazo haciéndola caer de nuevo a su lado. Una sonrisa se asomó por los labios de la rubia, se podía ver el chicle que tenía en la boca; era de menta por el aroma que transmitía su boca al hablar.

Y justo a eso se refería con el tema de la distracción. Estaban hablando de física y de repente, Jennie solo le prestaba atención al sabor del chicle en la boca de su novia. Era tan distraída, tan metida en su mundo que no se percató de que Roseanne le estaba hablando.

- Bien, es cierto; te distraes mucho. - Dijo la rubia, soltando una pequeña risa.

Jennie se estiró en la cama tirando el libro de física al piso con la lapicera y la fotocopia del supuesto resumen de veinte hojas. No faltaba mucho para terminar el último semestre en el Instituto, después de eso supuso que iría a la Universidad donde los resúmenes serían de cien hojas pero, lo bueno de todo es que su vida social no cambiaría, seguiría siendo la misma. Así de aburrida, porque con Roseanne no acostumbraban a salir mucho, alguna que otra vez quizás pero solían quedarse en la habitación mirando películas, hablando, haciendo apuestas o tan solo mirando el techo que era tan aburrido.

Estaba convirtiendo a su novia en una especie de prototipo igual a ella.

Se sentía culpable.

- ¿Sigues viendo a tus amigos? -

Roseanne se sorprendió cuando la pregunta pasó por sus oídos y fue analizada por su cerebro. Le pareció raro que la castaña se preocupara por eso pues no solían hablar mucho de los amigos de ambas. Era una relación bastante rara la que llevaban, era como si se mantuvieran escondidas de la gente cuando estaban juntas.

- Si, de vez en cuando, ¿Por qué la pregunta? -

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Jennie.

- Simple curiosidad. -

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Hacía frío por las calles de Londres a la noche y no había mucha gente caminando a las afueras a tales horas.

Eran las diez de la noche cuando Jennie decidió ir a tomar un poco de aire fresco, sentía que lo necesitaba pues pasaba mucho tiempo encerrada en su habitación y eso se estaba volviendo un hábito bastante irritante. Roseanne se quedaba con ella algunos días pero no tenía sentido que se la pasaran en una habitación todo el jodido día, era aburrido.

Tocó la cadena que tenía sobre su cuello, la compró justo en la tarde del día en el que fue al cementerio a visitar a su madre. Colgaba una "S" en cursiva de la pequeña y delicada pieza de joyería.

Se acomodó su gorro y después llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta. Tenía frío y no había salido muy bien abrigada, sentía unas risas a sus espaldas pero como no las notó conocidas, no se giró, pensó que podían ser unos chicos que salían a bailar a algún club nocturno cerca porque se escuchaba de lo que hablaban.

- When your hand finds the hand it was meant to hold... Don't let go. - Cantó Jennie en un susurro y escuchó las risas acercándose al igual que el ruido de los zapatos chocar contra el asfalto, pero lo hacían más seguido como si estuvieran corriendo... Giró la cabeza para ver a los chicos y solo vio negro.

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Lo único que vio al despertar fue un poco de luz gracias a que estaba amaneciendo, pero su vista estaba borrosa y sintió miedo, cerró los ojos y los abrió, todo a su alrededor siguió la misma manera; no había sido un sueño. Se dijo a si misma que la extrañeza solo se debía al hecho de que se despertaba con el Sol (Una excusa demasiado tonta), intentó sentarse pero no podía hacerlo. Se tocó la cara y sintió el camino de un líquido seco que había corrido por su boca, sus mejillas, y nariz, además de la frente.

Se vio sus manos; estaban todas sucias, grises y con sangre.

Abrió su boca en forma de exclamación, estaba asustada. Lo último que recuerda era el hecho de haber gritado hasta que un golpe la dejó callada. Tocó su vientre, tenía un papel ahí mismo, lo tomó y lo elevó hasta que quedara a la altura de sus ojos:

“No es una buena hora para salir a la calle, Jennisita.”

Conocía esa letra, sabía quién era la causante de todo esto. Las lágrimas se aproximaron en sus ojos y empezó a llorar, se sentía muy mal, y como siempre, la vulnerabilidad volvía a acomodarse sobre su cuerpo, volvía la debilidad sobre cualquier cosa.

Se sentó apoyando los codos como ayuda para elevarse, se arrastró un poco hasta un árbol donde apoyó la espalda para no tener que forzar aún más ninguna parte de su cuerpo. Tenía el pantalón roto en toda la parte de abajo y se le veía la pierna la cual tenía sangre, tenía heridas por todo lugar visible en ella y estas tenían el líquido rojo seco esparcido por todos los lados posibles.

Buscó su celular pero no lo encontró por ninguna parte. Sus manos temblaban.

Intentó gritar pero su voz era muy baja, al parecer no sabía cómo gritar. El miedo se apoderó de su cuerpo, y su mente se fue quebrando nuevamente, la grieta que estaba sanando se volvió a abrir y a ser todo lo que ella era antes.

Era muy fácil recordar todo lo que alguna vez te había afectado en tu pasado, era algo que siempre se vivía una y otra vez en tu cabeza, el pasado era algo que atormentaba pero, superar eso que te había lastimado hasta desgarrarte el alma era una de las cosas más difíciles de lograr, y sin duda Jennie aún no lo había conseguido.

No sabía donde estaba.

Estaba perdida.

Sintió ganas de morir en medio de la nada.

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Se quedó ahí hasta que se hicieron las ocho de la mañana. Podía oír los autos pasando por la carretera a lo lejos, también podía sentir como el clima cambiaba a estar un poco menos frío pero Jennie ya no sentía nada.

Su vista había vuelto a la normalidad, pero ya nada era normal de nuevo.

A lo lejos vio unas sirenas de Hospital y otras de policías, escuchó que estas gritaban pero el sonido se fue perdiendo entre el murmullo de los árboles y de las hojas cayendo.

Ya no sentía su cuerpo estable.

𝘓𝘦𝘵 𝘔𝘦 𝘋𝘪𝘦 - 𝘊𝘩𝘢𝘦𝘯𝘯𝘪𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora