Capítulo 28

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“Hice un manual para querernos, para no descomponernos.”

Jennie no entendía por qué la vida era tan injusta. Nunca le había hecho nada a Suzy y sin embargo, ella la molestaba. Nunca le había hecho nada a su padre y él le mentía.

Estaba en una habitación con Roseanne en uno de esos hoteles para una sola noche en medio de la ruta. Jennie se encontraba sentada en la cama y los brazos de Roseanne le rodeaban la cintura, protegiéndola.

Se sentía mal por dos cosas: su padre le había mentido, había contratado a dos personas para que le hicieran vivir la típica vida adolescente que toda chica quiere disfrutar y después, estaba Roseanne. La rubia desde hace poco le había empezado a tratar bien y de vez en cuando hablaba con Jennie en los pasillos o en los salones del Instituto, Roseanne le tomó aprecio y la castaña la trataba mal…

Roseanne está con ella en ese momento, haciéndola sentir que no está sola y la sensación de arrepentimiento formó un nudo en su garganta.

- Perdón. – Dijo Jennie saliendo del pecho de Roseanne.

- ¿Por qué? – Preguntó la rubia, frunciendo el ceño, bajando la cabeza hacia Jennie.

La castaña se quedó callada pensando en sí decirle o no, no quería que ella supiera que le tenía una pizca de cariño.

Era raro: nunca habían sido amigas y Jennie la trató mal y después Roseanne se unió a lo que era la amistad de Lisa y Jennie… Un pensamiento atravesó su cabeza: ¿Ella también era otra mentira? ¿Era Roseanne otro proyecto de Jack?
Observó esos ojos oscuros y luego su expresión. No sospechó de Roseanne pero, realmente no podía confiar en nadie…

La vida está llena de gente que siempre te va a lastimar y no importa lo que trates de hacer para evitarlo, las cosas hirientes que te escupen las personas o tú misma siempre quedan rebotando en la cabeza como si fuera una pelota de futbol.

Recordó una frase que su madre siempre le decía antes de ir a dormir pero, en ese entonces ella era tan pequeña que nunca la entendió y ahora, se detendría a pensarla.

“Tienes que ser como un globo, Jen… Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir a explorar y conocer siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso.”

La castaña se había quedado en silencio por unos minutos y Roseanne permanecía sentada mirándola.

Cuando Jennie volvió a la realidad, la rubia seguía de la misma manera que antes.

No le respondió la pregunta que Roseanne le había hecho, quería saber si todo lo que hacía era porque su padre la había contratado o si de verdad lo hacía porque de algún modo, le importaba.

- Respóndeme algo con toda la sinceridad del mundo, ¿Sí? – Le dijo la castaña, levantándose de la cama.

Empezó a caminar alrededor de la pequeña habitación, se sentía asfixiada, abrió la ventana y dejó correr el aire. Roseanne soltó una risa ante el nerviosismo de la castaña.

- Suéltalo Jen. –

- ¿Mi padre te pagó o algo para que tú te acerques a mí? –

Roseanne arrugó la frente y juntó sus cejas sorprendida por la pregunta que había escuchado. Se pasó una mano por su cabello rubio y siguió de la misma manera. Negó con la cabeza. Jennie pensó en que, tal vez, ella era muy buena actriz pero, una parte de ella sabía que podía confiar en Roseanne, pero la otra le gritaba que no.

- ¿Por qué lo preguntas, Jen? – Preguntó en una voz tan suave como el terciopelo que derritió a Jennie.

Enfrentó sus ojos chocolate contra los oscuros. No debería contarle, ella todavía no la aceptaba del todo porque, su padre le había mentido y a las personas que ella les confío lo que le estaba pasando solo la vieron como un proyecto para poder ganar dinero fácil. Solo tenían que fingir que les importaba, tenían que decir cosas bonitas, tenían que animarla a vivir la vida cuando Jennie no quería eso.

La vida era una mierda.

Caminó hasta la ventana y recostó sus brazos en el picaporte blanco que poseía para ser decorado, aunque digamos que no era muy lindo. Aquel hotel sólo era un lugar para quedarse por un día y luego, conseguir un apartamento o solo volver a casa.

Minutos después, escuchó pasos de alguien acercarse, sabía que era Roseanne pues era la única persona que estaba ahí con ella. La rubia se apoyó contra la ventana, que era amplia y le volvió a preguntar a Jennie por qué le había preguntado tal cosa.

La castaña hacía sus esfuerzos para no llorar cuando pensaba eso, como necesitaba a su madre en este momento, capaz y si ella todavía siguiera viva nada de esto estuviera pasando… Ella era el ángel alegre de la familia, siempre iba a serlo.

Y como siempre, las lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara, pero no hizo nada para que estas se fueran. Roseanne metió las manos en los bolsillos de sus jeans y miró el perfil de la castaña.

Jennie abrió la boca para hablar y se giró para ver el rostro de Roseanne, en sus ojos oscuros vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que quería que la gente sintiera cuando la viera: pena.

- No me tengas pena, Roseanne. –

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La rubia estaba sentada en el otro extremo de la cama en diagonal a Jennie, ella le había contado todo porque necesitaba descargarse, quería ser un globo como su madre le dijo… No podía entender cómo es que recién ahora se acordó de eso. Ella le había enseñado un montón de frases antes de morir para poder sobrevivir para cuando sea grande por si no seguía viva… y nunca había tenido presente aquellas palabras que tanto la ayudarían, se sentía estúpida.

- Tu padre no me contrató ni nada por el estilo, Jennie. – Le dijo, era la décima vez que le decía lo mismo.

- No te ofendas pero, no te creo. –

Roseanne chasqueó la lengua y una sonrisa se extendió por su rostro. Sus mejillas tomaron un color más caramelo y abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpida.

- Si eso es así, ¿Por qué aún sigues aquí conmigo? –

- Touché. – Soltó la rubia y le guiñó un ojo a la castaña, dejando ver una encantadora sonrisa.

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Eran las seis de la mañana cuando Roseanne dejó la habitación por haber recibido una llamada de su madre preguntándole dónde estaba y diciendo que realmente se preocupó por ella… Jennie estaba realmente agradecida de que la rubia estuviera ahí con ella para escucharla cuando quería desahogarse.

Después de que se despidieran, lo primero que hizo fue mirar hacia la cama y su mochila, la cual agarró entre sus manos para sacar su celular. Veinticinco mensajes de texto, veinte llamadas, cinco mensajes de voz y todas eran de su padre.

Canceló todas las opciones que tenía para devolver llamadas, responder los mensajes y oír los audios del buzón de voz… Solo quería dormir toda la tarde hasta que se sintiera bien aunque, nunca lo haría.

¿Cómo podía, después de esto, mirar a su padre a la cara? ¿Cómo podría Jack hacerlo? No tendría el valor de caminar por los pasillos sin tener miedo de encontrarse con Lisa.

Ojalá y nunca hubiera pasado nada de esto.

Jennie tomó su mochila y fue al baño, en unos de los cinco bolsillos pequeños tenía una navaja sin usar, poseía una gran colección de ellas.

Cuando la encontró, la miró por un rato hasta que se la clavó sin compasión sobre ella misma. La usó como una navaja es usada, hizo un trazo desde el inicio de la muñeca hasta el antebrazo y como siempre, las lágrimas cayeron al igual que las gotas de sangre contra el piso… Contra el piso duro y frío.

𝘓𝘦𝘵 𝘔𝘦 𝘋𝘪𝘦 - 𝘊𝘩𝘢𝘦𝘯𝘯𝘪𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora