CAPÍTULO 1

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Primero, cómo Uther Pendragon envió por el Duque de Cornualles e
Igraine su mujer, y de su súbita partida otra vez

Acaeció en los días de Uther Pendragon, cuando era éste rey de toda
Inglaterra, y como tal reinaba, que había un poderoso duque en Cornualles que
sostenía guerra contra él mucho tiempo. Y el duque se llamaba duque de
Tintagel. Y por intermedio, envió el rey Uther por este duque, encargándole
que trajese consigo a su mujer, pues era tenida por hermosa dama, y muy
discreta, y se llamaba Igraine.
Cuando el duque y su mujer llegaron al rey, por intermedio de grandes
señores fueron acordados ambos. Al rey le plació y amó bien a esta dama, y
les hizo muy buen recibimiento, y deseó yacer con ella. Pero ella era muy
buena mujer, y no quiso consentir al rey. Y entonces habló al duque su esposo,
y dijo: «Creo que nos han enviado llamar para deshonrarme; por donde,
esposo, os aconsejo que partamos de aquí súbitamente, que podamos cabalgar
toda la noche hasta nuestro castillo» Y partieron como dijo ella, de manera que
ni el rey ni ninguno de su consejo advirtió su marcha.
Tan presto como el rey Uther supo de su súbita partida, se enojó en
extremo. Llamó luego a su consejo privado, y les habló de la súbita partida del
duque y su mujer. Entonces aconsejaron ellos al rey que enviase por el duque
y su mujer con gran requerimiento: «Y si no quiere venir a vuestra llamada,
entonces podéis hacer lo que creáis mejor; tendréis motivo para hacer
poderosa guerra sobre él.»
Así fue hecho, y los mensajeros tuvieron su respuesta, y fue ésta
brevemente, que ni él ni su mujer irían. Entonces el rey se enojó en extremo, y
le envió claro recado otra vez, conjurándole a que se aprestase, pertrechase y
guarneciese, pues en término de cuarenta días le haría salir del castillo más
fuerte que tuviera.
Cuando el duque recibió esta advertencia, al punto fue y abasteció y
guarneció dos de sus fuertes castillos, de los cuales uno se llamaba Tintagel, y
el otro Terrabil. Puso a su mujer doña Igraine, en el castillo de Tintagel, y él se
puso en el castillo de Terrabil, el cual tenía muchas salidas y poternas. Vino
entonces a toda prisa Uther con una gran hueste, y puso cerco al castillo de
Terrabil. Hincó allí muchos pabellones, y hubo gran guerra por ambas partes,
y mucha gente muerta.

Entonces por pura rabia, y gran amor por la hermosa Igraine, el rey Uther
cayó enfermo. Y vino al rey Uther sir Ulfius, un noble caballero, y le preguntó
al rey por qué estaba enfermo.

—Te lo voy a decir —dijo el rey—. Estoy enfermo de rabia y amor por la
hermosa Igraine, de manera que no puedo sanar.

—Mi señor —dijo sir Ulfius—, buscaré a Merlín, y él os hará un remedio
que placerá a vuestro corazón.
Partió Ulfius, encontró por ventura a Merlín con atavío de mendigo, y le
preguntó Merlín a quién buscaba. Y Ulfius dijo que no tenía por qué decirle
nada.

—Yo sé a quién buscas —dijo Merlín—, buscas a Merlín; por ende no
busques más, pues soy yo, y si el rey Uther quiere recompensarme bien, y jura
cumplir mi deseo, será más para honra y beneficio suyo que mío, pues yo haré
que tenga todo su deseo.

—Todo esto prometo —dijo Ulfius—, pues nada más razonable sino que
tengas tu deseo.

—Pues bien —dijo Merlín—, tendrá su propósito y deseo. Por ende —dijo
Merlín— ve en tu camino, que no tardaré en ir detrás.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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