CAPÍTULO 26

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Cómo el rey envió por doña Lyonesse, y cómo hizo pregonar ella un
torneo en su castillo, adonde llegaron muchos caballeros

Entonces dijeron sir Gawain y sus hermanos a Arturo: «Señor, si queréis
darnos licencia, iremos en busca de nuestro hermano.»

«No, dijo sir Lanzarote, no será menester eso.» Y dijo sir Baudwin de
Bretaña: «Pues por nuestro consejo, el rey debe enviar a doña Lyonesse un
mensajero, y rogarle que venga a la corte con toda la prisa que pueda; y no
dudéis que vendrá; y entonces podrá daros ella el mejor consejo, dónde lo
hallaréis.»

—Bien dicho está eso de vuestra parte —dijo el rey.

Y entonces fueron escritas graciosas cartas, y enviado el mensajero, que
fue día y noche hasta el Castillo Peligroso. Y fue mandada llamar la señora,
doña Lyonesse, donde estaba con sir Gringamore su hermano y sir Gareth. Y
cuando entendió el mensaje, mandó al mensajero que volviese al rey Arturo,
que ella iría detrás con toda la buena prisa.

Cuando volvió a sir Gringamore y a sir Gareth, les contó todo, cómo el rey
Arturo la había enviado llamar.

—Eso es por mí —dijo sir Gareth.

—Pues aconsejadme —dijo doña Lyonesse— qué debo decir, y de qué
manera me debo gobernar.

—Mi señora y mi amor —dijo sir Gareth—, os ruego que de ninguna guisa
descubráis dónde estoy. Pero sé bien que mi madre está allí, y todos mis
hermanos; y si toman sobre sí buscarme, sé bien que lo harán. Pero esto,
señora, quiero que digáis y aconsejéis al rey cuando él os interrogue sobre mí.

Le podéis decir, que vuestro consejo es que, si place a su buena gracia,
mandaréis hacer un pregón para la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora:
que el caballero que allí pruebe ser el mejor os tendrá a vos y toda vuestra
tierra. Y si por ventura es casado, el que gane el galardón, su mujer tendrá el
grado y un aro de oro engastado con piedras de virtud, del valor de mil libras,
y un gerifalte blanco.

Partió, pues, doña Lyonesse y vino al rey Arturo, donde fue noblemente
recibida, y largamente interrogada por el rey y la Reina de Orkney. Y ella
respondió que no podía decir dónde estaba sir Gareth. Pero esto dijo a Arturo:
—Señor, quiero hacer pregonar un torneo, que se hará delante de mi
castillo, en la Asunción de Nuestra Señora, y éste será el pregón: que vos, mi
señor Arturo, estaréis allí, y vuestros caballeros, y yo proveeré que todos mis
caballeros vayan contra los vuestros; y entonces soy cierta que oiréis de sir
Gareth.

—Eso está bien aconsejado —dijo el rey Arturo.

Y con esto partió ella. Y el rey y ella hicieron gran providencia para ese
torneo.

Cuando doña Lyonesse llegó a la Isla de Avilion, que era la misma isla
donde su hermano sir Gringamore moraba, entonces les contó todo, cómo
había hecho, y qué promesa había hecho al rey Arturo.

—¡Ay! —dijo sir Gareth—, he sido tan desventuradamente herido desde
que vine a este castillo que no podré hacer en este torneo como un caballero;
pues no he estado sano del todo desde que fui herido.

—Sed de buen ánimo —dijo la doncella Lynet—, pues yo veré en estos
quince días de poneros sano, y tan lozano como habéis sido siempre.

Y entonces le puso un ungüento y bálsamo como le plació a ella, de
manera que nunca fue tan fresco y lozano.
Entonces dijo la doncella Lynet: «Enviad mandado a sir Persant de la
India, y emplazadlo para que él y sus caballeros estén aquí con vos como han
prometido. También, enviad mandado a sir Ironside, que es el Caballero
Bermejo de las Landas Bermejas, y dadle cargo de estar presto con vos con la
totalidad de sus caballeros, y entonces podréis enfrentaros con el rey Arturo y
sus caballeros.»

Así fue hecho esto, y fueron llamados todos los caballeros al Castillo
Peligroso; y entonces respondió el Caballero Bermejo, y dijo a doña Lyonesse,
y a sir Gareth:
—Señora, y mi señor Gareth, sabed que he estado en la corte del rey
Arturo, y también sir Persant de la India y sus hermanos, y allí hemos hecho
nuestro homenaje como nos habéis mandado. También —dijo sir Ironside—,
he tomado sobre mí, con sir Persant de la India y sus hermanos, ir contra mi
señor sir Lanzarote y los caballeros de esa corte. Y esto he hecho por amor a
mi señora doña Lyonesse, y a vos mi señor Gareth.

—Eso está bien dicho —dijo sir Persant—, y honrosamente.

Y se hizo el pregón en Inglaterra, Gales y Escocia, Irlanda, Cornualles y en
todas las Islas Lejanas, y en Bretaña y en muchos países, que en la siguiente
fiesta de la Asunción de Nuestra Señora había que acudir al Castillo Peligroso,
cercano a la Isla de Avilion; y que todos los caballeros que allí viniesen debían
escoger si deseaban estar de una parte, con los caballeros del castillo, o de la
otra parte con el rey Arturo. Y faltaban dos meses para el día en que debía ser
el torneo.

Y acudieron muchos buenos caballeros que eran libres de venir, y se tenían
en su mayor parte contra el rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda, y
se pusieron del lado de los del castillo. El primero fue sir Epinogrus, que era
hijo del Rey de Northumberland; y otro fue sir Palomides el Sarraceno, y sir
Safer su hermano, y sir Segwarides su hermano, aunque ambos estaban
bautizados; y sir Malgrin fue otro, y sir Brian de les Isles, noble caballero, y
sir Grumor Grummorson, buen caballero de Escocia, y sir Carados de la Torre
Dolorosa, noble caballero, y sir Turquin su hermano, y sir Arnold y sir Gauter,
dos hermanos, buenos caballeros de Cornualles. Allí vino sir Tristán de Lionís,
y con él sir Dinadan el Senescal, y sir Sadok; pero este sir Tristán no era en
aquella sazón caballero de la Tabla Redonda, aunque era uno de los mejores
caballeros del mundo.

Y todos estos nobles caballeros acompañaron a los de la dama del castillo,
y al Caballero Bermejo de las Landas Bermejas; en cuanto a sir Gareth, no
quiso sobre sí más que otros caballeros menores.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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