CAPITULO 19

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Cómo el rey Arturo cabalgó a Caerleon, y de su sueño, y cómo vio a la
Bestia Aulladora

Después de partir los reyes Ban y Bors, el rey Arturo cabalgó a Caerleon.

Y allí vino a él la mujer del rey Lot de Orkney, en manera de embajada,
aunque era enviada allí para que espiase la corte del rey Arturo; y llegó
ricamente ataviada, con sus cuatro hijos: Gawain, Gaheris, Agravain y Gareth,
con muchos otros caballeros y damas. Y como era muy hermosa dama, el rey
concibió gran amor por ella, y deseó yacer con ella. Y acordados ambos,
engendró en ella a Mordred, siendo como era su hermana, por parte de la
madre, Igraine. Y permaneció ella un mes, y a la postre partió.

Entonces el rey tuvo un sueño maravilloso del que fue muy espantado
(pero en todo este tiempo el rey Arturo no sabía que la mujer del rey Lot era
hermana suya). Éste fue el sueño de Arturo:
Imaginó que entraban en esta tierra grifos y serpientes, y que quemaban y
mataban a toda la gente de la tierra; después imaginó que luchaba con ellos, y
que le hacían muy gran daño, y le herían dolorosamente, pero a la postre los
mataba.

Cuando el rey despertó, tuvo mucho pesar de su sueño; y para apartarlo de
su pensamiento, se aprestó con muchos caballeros a salir a montear. Así que
estuvo el rey en la floresta, vio un gran ciervo ante él.

—Seguiré ese ciervo —dijo el rey Arturo.
Y espoleó al caballo, y cabalgó en pos de él mucho tiempo, y por pura
fuerza estuvo cerca muchas veces de acertarle; sin embargo, lo persiguió tanto
tiempo que su caballo perdió aliento y cayó muerto; entonces un ayudante le
trajo otro caballo. Al ver el rey al ciervo emboscado, y a su caballo muerto, se
sentó junto a una fuente, y cayó en gran pensamiento.

Y estando así sentado, le pareció oír ruido de perros, como de unos treinta.
Y en eso vio venir hacia él a la más extraña bestia que había visto ni oído
nombrar. Y vino la bestia a la fuente a beber, y el ruido que salía de su vientre
era como el gañido de treinta pares de perros; pero todo el tiempo que la bestia
estuvo bebiendo no salió estruendo ninguno de su vientre; y seguidamente
partió la bestia con gran ruido, de lo que tuvo el rey gran maravilla. Y cayó en
gran pensamiento, y a poco quedó dormido.

Y vino a continuación un caballero a pie a Arturo, y dijo: «Caballero absorto y soñoliento, dime si has visto pasar por aquí una extraña bestia.»

—Tal he visto —dijo el rey—, de manera que estará a dos millas; ¿qué
queréis con esa bestia? —dijo Arturo.
—Señor, hace mucho que sigo a esa bestia, y me ha matado el caballo; y
pluguiera a Dios que tuviese otro para seguir mi demanda.

En eso vino uno con el caballo del rey; y cuando el caballero vio el
caballo, rogó al rey que se lo diese: «Pues desde hace un año sigo esta
demanda, y la acabo, o dejo en ella la mejor sangre de mi cuerpo.»

Pellinor, rey en aquella sazón, seguía a la Bestia Aulladora, y después de
su muerte la siguió sir Palomides.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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