CAPITULO 6

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Cómo Arturo sacó la espada varias veces

—Probad ahora —dijo sir Héctor a sir Kay. Y al punto tiró de la espada
con toda su fuerza, pero no salió.
—Ahora probad vos —dijo sir Héctor a Arturo.
—De buen grado —dijo Arturo, y la sacó fácilmente. Y con eso se
arrodilló sir Héctor en tierra, y sir Kay.
—¡Ay! —dijo Arturo—, padre mío y hermano mío, ¿por qué os arrodilláis
ante mí?
—No, no, mi señor Arturo, que no es así. Yo no he sido nunca vuestro
padre ni de vuestra sangre, sino bien sé que sois de más alta sangre de lo que
yo pensaba —y entonces sir Héctor le contó todo, cómo había sido entregado a
él para que lo criase, y por mandamiento de quién, y por entrega de Merlín.
Entonces Arturo hizo gran duelo al saber que sir Héctor no era su padre.
—Señor —dijo Héctor a Arturo—, ¿querréis ser mi bueno y gracioso señor
cuando seáis rey?
—Si no, merecería reprobación —dijo Arturo—, pues sois el hombre del
mundo al que más obligado soy, y a mi buena señora y madre, vuestra mujer,
que como suyo me ha criado y guardado. Y si fuese voluntad de Dios que
fuera rey como decís, podréis pedir de mí cuanto yo pueda hacer, que no os
fallaré. No consienta Dios que yo os fallezca.
—Señor —dijo sir Héctor—, no pido de vos, sino que hagáis a mi hijo,
hermano vuestro de leche, sir Kay, senescal de todas vuestras tierras.
—Así será hecho —dijo Arturo—, y más, por la fe de mi cuerpo, de
manera que nadie tendrá ese oficio sino él, mientras él y yo vivamos.
A continuación fueron al arzobispo, y le contaron cómo había sido
conseguida la espada, y por quién. Y acudieron allí todos los barones el Día de
Epifanía, y probaron a tomar la espada, los que querían probar. Pero delante de
todos, no la pudo sacar nadie sino Arturo; por donde muchos señores se
enojaron y dijeron que era gran afrenta para todos ellos y para el reino ser
gobernados por un mancebo que no era de alta sangre, y disputaron en esa
sazón, de manera que lo aplazaron hasta la Candelaria, y que entonces se
juntaran todos los barones allí otra vez; pero fue ordenado que los diez caballeros velasen siempre la espada día y noche, así que pusieron un pabellón
sobre la piedra y la espada, velando siempre cinco.
Así pues, llegaron en la Candelaria muchos más grandes señores con deseo
de ganar la espada, pero ninguno pudo prevalecer. Y como había hecho Arturo
en Navidad, así hizo en la Candelaria, y sacó la espada fácilmente, de lo que
los barones fueron muy agraviados, y aplazaron la prueba hasta la gran fiesta
de Pascua de Resurrección. Y como Arturo la había conseguido antes, así la
consiguió en Pascua, aunque a algunos de los grandes señores les indignaba
que Arturo fuese rey, y lo aplazaron hasta la fiesta de Pentecostés. Entonces el
arzobispo de Canterbury, por providencia de Merlín, mandó proveer de los
mejores caballeros que se pudiesen tener, a los que Uther Pendragon había
amado más, y en quienes más había confiado en sus días. Y fueron puestos
alrededor de Arturo caballeros como sir Baudwin de Bretaña, sir Kay, sir
Ulfius, sir Brastias. Todos éstos, con otros muchos, estuvieron siempre junto a
Arturo, día y noche hasta la fiesta de Pentecostés.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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