CAPITULO 14

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Cómo los once reyes con su hueste lucharon contra Arturo y su hueste, y
muchas grandes hazañas de guerra

Entonces el rey Arturo, el rey Ban y el rey Bors, con sus buenos y leales caballeros, los atacaron tan ferozmente que derribaron los pabellones sobre sus
cabezas; pero los once reyes, por esforzada proeza de armas, tomaron mucho
campo; pero esa madrugada murieron allí diez mil hombres buenos. Y tenían
ante ellos un fuerte paso, aunque eran cincuenta mil hombres bravos. Entonces
empezó a clarear el día.

—Ahora haréis por mi consejo —dijo Merlín a los tres reyes—: quiero que
el rey Ban y el rey Bors, con su compañía de diez mil hombres se pongan en
un bosque aquí cerca, emboscados en secreto, y se hallen apostados antes que
venga el día, y no se muevan hasta que vos y vuestros caballeros hayáis
luchado mucho tiempo. Y cuando sea de día, llevaréis vuestra batalla delante
de ellos, en el paso, de manera que puedan ver toda vuestra hueste, pues se
volverán más osados cuando vean que sólo sois unos veinte mil, y consentirán
de más buen grado que os acerquéis al paso vos y vuestra hueste.

Los tres reyes y todos los barones dijeron que Merlín había dicho muy
bien, y al punto hicieron como él había devisado.

Así, pues, por la mañana, cuando cada hueste vio a la otra, la del norte se
sintió bien sosegada. Entonces fueron entregados a Ulfius y a Brastias tres mil
hombres de armas, y atacaron ferozmente en el paso, matando a diestra y a
siniestra, que era maravilla contar. Cuando los once reyes vieron que tan poca
compañía hacía tales hechos de armas, se sintieron avergonzados y atacaron a
su vez fieramente. Y allí fue muerto el caballo de sir Ulfius debajo de él; pero
hizo maravillosamente bien a pie. Pero el duque Eustace de Cambenet y el rey
Clarivaus de Northumberland no paraban de acometer a Ulfius gravemente.

Cuando Brastias vio tratado así a su compañero, hirió al duque con una lanza,
de manera que cayeron hombre y caballo. Al ver aquello el rey Clarivaus se
volvió hacia Brastias, y de tal manera se hirieron uno al otro que cayeron
hombre y caballo a tierra, donde quedaron buen rato aturdidos, con las rodillas
de sus caballos quebradas hasta el hueso.

Entonces llegó sir Kay el Senescal, con seis compañeros con él, y lo
hicieron muy bien. En esto llegaron los once reyes, y el rey Brandegoris, el rey
Idres y el rey Agwisance tiraron a tierra a Griflet, hombre y caballo, y a Lucan
el Mayordomo, hombre y caballo. Entonces se volvió la lucha muy sañuda por
ambas partes.

Cuando sir Kay vio a Griflet a pie, fue sobre el rey Nentres, lo derribó,
llevó su caballo a sir Griflet, y lo montó otra vez. También sir Kay, con la
misma lanza, derribó al rey Lot, y lo hirió muy gravemente. Vio eso el Rey de
los Cien Caballeros, y corrió sobre sir Kay, lo derribó, tomó su caballo y se lo
dio al rey Lot, por lo que dijo éste: «Muchas gracias» Cuando sir Griflet vio a
sir Kay y a Lucan el Mayordomo a pie, tomó una lanza afilada, gruesa y
cuadrada, fue a Pinel, buen hombre de armas, derribó al hombre y al caballo, tomó luego su caballo y se lo dio a sir Kay.

Cuando el rey Lot vio al rey Nentres a pie, fue sobre Melot de la Roche, lo
derribó, hombre y caballo, dio al rey Nentres el caballo y lo montó otra vez.
También vio el Rey de los Cien Caballeros al rey Idres a pie, fue sobre Gwinas
de Bloi, lo derribó, hombre y caballo, dio el caballo al rey Idres y lo montó
otra vez; y el rey Lot derribó a Clariance de la Forest Savage, y dio el caballo
al duque Eustace. Y cuando estuvieron los reyes a caballo otra vez se
reunieron los once, y dijeron que se vengarían del estrago recibido ese día.
Entretanto llegó el rey Arturo con ansioso continente, y halló a Ulfius y a
Brastias a pie, en gran peligro de morir bajo los pies de los caballos. Entonces
el rey Arturo como un león fue sobre el rey Cradelment del norte de Gales, y
le atravesó el costado izquierdo, de manera que cayeron el caballo y el rey; y
entonces tomó el caballo por la rienda, lo llevó a Ulfius, y dijo: «Toma este
caballo, mi viejo amigo, pues gran menester tienes de él.»

—Muchas gracias —dijo Ulfius.

Entonces sir Arturo hizo tan maravillosamente en armas, que todos los
hombres tuvieron asombro. Cuando el Rey de los Cien Caballeros vio al rey
Cradelment a pie, fue sobre sir Héctor, padre de sir Kay, que tenía buen
caballo, derribó al hombre y al caballo, dio el caballo al rey, y lo montó otra
vez; y cuando el rey Arturo vio al rey cabalgar sobre el caballo de sir Héctor,
se enojó y con la espada le descargó un golpe en el yelmo, de manera que le
tajó un trozo de yelmo y de escudo, y entró la espada en el cuello del caballo,
cayendo al suelo el rey y el caballo.

Entonces sir Kay fue sobre sir Morganor,
senescal del Rey de los Cien Caballeros, lo derribó, hombre y caballo, y llevó
el caballo a su padre, sir Héctor; entonces sir Héctor fue sobre un caballero
llamado Lardans, derribó al hombre y al caballo, y llevó el caballo a sir
Brastias, que tenía gran necesidad de uno, y había sido muy pisoteado. Cuando
Brastias descubrió a Lucan el Mayordomo que combatía herido a los pies de
los caballos, y que no paraba sir Griflet de hacer maravillosamente por
rescatarlo, y que eran catorce los caballeros que atacaban a sir Lucan, entonces
descargó un golpe sobre el yelmo a uno de ellos que le entró hasta los dientes;
y fue a otro, y de otro golpe le hizo volar un brazo al campo; fue después a un
tercero y le dio en el hombro, de manera que hombro y brazo volaron en el
campo. Cuando Griflet vio que le llegaba ayuda, hirió a un caballero en la
sien, de manera que yelmo y cabeza fueron a tierra, tomó el caballo de este
caballero, lo llevó a sir Lucan, y le dijo que montase en él y vengase sus
heridas. Pues Brastias había matado a un caballero antes y encabalgado a
Griflet.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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