CAPÍTULO 28

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Cómo hicieron los caballeros en la batalla

Entonces sir Brian de les Isles y Grumor Grummorson, caballeros del
castillo, se encontraron con sir Agloval, y sir Tor derribó a sir Grumor
Grummorson a tierra.

Entonces vinieron sir Carados de la Torre Dolorosa, y sir Turquin, caballeros del castillo; y allí se encontraron con ellos sir Perceval de Gales y
sir Lamorak de Gales, que eran dos hermanos. Y sir Perceval se encontró con
sir Carados, y ambos quebraron las lanzas hasta sus manos; y después sir
Turquin con sir Lamorak, y se derribaron uno y otro, caballo y todo, a tierra, y
los rescataron ambas partes, y los volvieron a encabalgar.

Y sir Arnold y sir Gauter, caballeros del castillo, se encontraron con sir
Brandiles y sir Kay; y estos cuatro caballeros tuvieron un poderoso encuentro,
y quebraron las lanzas hasta sus manos.

Entonces vinieron sir Tristán, sir Sadok, y sir Dinas, caballeros del castillo,
y sir Tristán se encontró con sir Bedevere, y allí fue derribado sir Bedevere a
tierra, hombre y caballo. Y sir Sadok se encontró con sir Petipace, y fue
derrocado sir Sadok. Y allí Uwain les Avoutres derribó a sir Dinas el Senescal.

Entonces vino sir Persant de la India, caballero del castillo, y se encontró
con él sir Lanzarote del Lago, y derribó a sir Persant, hombre y caballo, a
tierra. Entonces vino sir Pertolepe del castillo, y se encontró con él sir Lionel;
y allí sir Pertolepe, el Caballero Verde, derribó a sir Lionel, hermano de sir
Lanzarote.

Todo esto fue señalado por nobles heraldos, quiénes hacían mejor, y sus
nombres.

Y entonces entró en el campo sir Perimones, el Caballero Bermejo,
hermano de sir Persant, caballero del castillo, y se encontró con sir Héctor de
Maris, y uno y otro se dieron tan fuerte que cayeron a tierra sus caballos y
ellos.

Y entonces vinieron el Caballero Bermejo de las Landas Bermejas y sir
Gareth, del castillo, y se encontraron con ellos sir Bors de Ganis y sir
Bleoberis, y allí se dieron el Caballero Bermejo y sir Bors tan fuertemente que
sus lanzas se quebraron en trozos, y sus caballos cayeron de pechos a tierra.
Entonces sir Blamor quebró su lanza sobre sir Gareth, pero de ese golpe cayó
sir Blamor a tierra.

Cuando sir Galihodin vio eso, dijo a sir Gareth que se apercibiese, pero sir
Gareth lo derribó a tierra. Entonces sir Galihud tomó una lanza para vengar a
su hermano, y de la misma guisa le sirvió sir Gareth, y a sir Dinadan y a su
hermano, La Cote Male Tailé, y a sir Sagramore le Desirous, y a sir Dodinas le
Savage. A todos éstos tiró con una sola lanza.

Cuando el rey Agwisance de Irlanda vio portarse así a sir Gareth, se
maravilló quién podía ser aquél que unas veces parecía verde, y otras, cuando
volvía, parecía azul. Y así, en cada carrera que daba de un extremo al otro,
cambiaba de color, de manera que no había rey ni caballero que tuviese cabal
conocimiento de él. Entonces sir Agwisance, el Rey de Irlanda, se encontró con sir Gareth, y sir Gareth lo derribó del caballo, silla y todo. Y entonces vino
el rey Carados de Escocia, y sir Gareth lo derribó, al hombre y al caballo. Y de
la misma guisa sirvió al rey Uriens de la tierra de Gore. Y entonces vino sir
Bagdemagus, y lo derribó sir Gareth, hombre y caballo, a tierra. Y Meliagaunt,
hijo de Bagdemagus, quebró una lanza poderosa y caballerescamente sobre sir
Gareth.

Y entonces sir Galahaut, el noble príncipe, dijo en voz alta: «Caballero de
los muchos colores, bien has justado; ahora apréstate, que pueda yo justar
contigo.»

Le oyó sir Gareth, tomó una gruesa lanza, y se encontraron ambos, y allí
quebró su lanza el príncipe; pero sir Gareth le dio en el lado izquierdo del
yelmo, de manera que se tambaleó de aquí para allá, y habría caído de no
haberle recobrado sus hombres.

—Así Dios me ayude —dijo el rey Arturo—; ese mismo caballero de los
muchos colores es buen caballero.
Por donde el rey llamó a sir Lanzarote, y le rogó se encontrase con aquel
caballero.

—Señor —dijo Lanzarote—, siento de corazón que debo dejarle en esta
sazón, pues harto trabajo ha tenido este día; y cuando un buen caballero hace
tan bien un día, no cumple a un buen caballero privarle de su honra, y más
cuando ve que el caballero ha hecho tan gran esfuerzo; pues quizá —dijo sir
Lanzarote— está aquí su querella este día, y quizá es el más amado de esta
señora de cuantos aquí están; pues veo bien que se esfuerza y trabaja en hacer
grandes hechos, y por ende —dijo sir Lanzarote—, por mí que tenga este día
la honra; aunque estuviese en mí quitársela, no lo haría.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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