CAPÍTULO 31

5 0 0
                                    

Cómo llegó sir Gareth a un castillo donde fue bien aposentado, y justó con
un caballero y lo mató

Entonces sir Gareth cabalgó hasta la barbacana del castillo, y rogó al
portero gentilmente que le dejase entrar en el castillo.

El portero respondió descortésmente, y dijo: «No tendrás aposentamiento
aquí.»

—Gentil señor, no digáis así, pues soy un caballero del rey Arturo; y ruego
al señor o señora de este castillo que me dé albergue por el amor del rey
Arturo.

Entonces fue el portero a la duquesa, y le dijo cómo estaba allí uno de los
caballeros del rey Arturo que quería albergue.

—Déjale entrar —dijo la duquesa—, pues quiero ver a ese caballero, y por
el rey Arturo no quedará desamparado.

Entonces subió ella a una torre encima de la puerta, con una gran antorcha.
Cuando sir Gareth vio aquella antorcha dijo en voz alta:

—Seas señor o señora, gigante o campeón es lo mismo para mí con tal que
pueda tener albergue esta noche; y si debo luchar de necesidad, no me
excuséis mañana cuando haya descansado, pues yo y mi caballo estamos fatigados.

—Señor caballero —dijo la dama—, caballeresca y osadamente hablas;
pero sabe bien que el señor de este castillo no ama al rey Arturo, ni a ninguno
de su corte, pues mi señor ha estado siempre contra él; y por ende sería mejor
que no entrases en este castillo; pues si entras esta noche, debes hacerlo con
esta condición: que allá donde te encuentre mi señor, sea calle o sendero,
habrás de rendirte a él como prisionero.

—Señora —dijo sir Gareth—, ¿quién es vuestro señor, y cuál es su
nombre?

—Señor, mi señor es el Duque de la Rowse.

—Pues bien, señora —dijo sir Gareth—, os prometo que en cualquier lugar
que encuentre a vuestro señor me otorgaré a él y a su buena gracia, con lo que
entiendo que no me hará daño ninguno; y si entiendo que me lo quiere hacer,
yo me libraré, si puedo, con mi lanza y mi espada.

—Decís bien —dijo la duquesa.
Entonces mandó ella bajar el puente, entró sir Gareth en la sala, se apeó
allí, y fue llevado su caballo al establo; y se desarmó él en la sala, y dijo:

«Señora, no quiero salir de esta sala esta noche; y cuando sea día claro, quien
quiera verse conmigo me hallará presto.»
Entonces fue sentado a cenar, y tuvo muchas buenas viandas. Y como sir
Gareth tenía mucha hambre, comió su comida caballerescamente, y con mucha
gana; y había muchas damas hermosas junto a él, y algunas dijeron que nunca
habían visto a un hombre tan apuesto ni que comiese tan bien. Entonces ellas
le hicieron muy buena muestra, y a poco de cenar le fue hecha allí su cama, y
descansó toda la noche.

Y por la mañana oyó misa, quebró su ayuno, y se despidió de la duquesa, y
de todos; y le agradeció graciosamente su aposentamiento, y su buena acogida;
y entonces le preguntó ella su nombre.

—Señora —dijo él—, en verdad mi nombre es Gareth de Orkney, y
algunos me llaman Beaumains.
Entonces supo ella bien que era el mismo caballero que había luchado por
doña Lyonesse.

Y partió sir Gareth y cabalgó por una montaña, y allí topó con un caballero
llamado sir Bendelaine, el cual dijo a sir Gareth: «No pasarás por este camino;
pues justarás conmigo, o serás mi prisionero.»

—Entonces justaré —dijo sir Gareth.
Y dejaron correr sus caballos, y sir Gareth le atravesó el cuerpo. Y siguió cabalgando sir Bendelaine hasta su castillo, que estaba cerca, y allí murió. Y
sir Gareth tuvo deseos de descansar, y fue cabalgando al castillo de
Bendelaine.

Y sus caballeros y criados vieron que era el que había matado a su señor.

Entonces armaron a veinte buenos hombres, salieron éstos y atacaron a sir
Gareth; y no tenía él ninguna lanza, sino su espada, y se puso delante el
escudo; y allí quebraron sus lanzas sobre él, y le asaltaron con mucha saña.

Pero sir Gareth se defendía como un caballero.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
Donde viven las historias. Descúbrelo ahora