Cómo el dicho caballero volvió a la noche siguiente y fue descabezado otra
vez, y cómo en la fiesta de Pentecostés vinieron todos los caballeros a los
que sir Gareth había vencido y se rindieron al rey ArturoY como había prometido, fue; y no bien estuvo en la cama de él, vio venir
un caballero armado: previno al punto a sir Gareth, y éste, con la buena ayuda
de doña Lyonesse, se armó con diligencia; y se acometieron con gran ira y
malicia por toda la sala; y había gran lumbre como si hubiese el número de
veinte antorchas delante y detrás; y tanto esfuerzo hizo sir Gareth que su vieja
llaga empezó a sangrar otra vez, pero estaba con tanto ardimiento y denuedo
que no hizo ninguna cuenta, sino con gran fuerza derribó a aquel caballero, le
sacó el yelmo y le tajó la cabeza. Después la cortó en cien pedazos. Y cuando
hubo hecho esto, tomó todos los trozos y los arrojó por la ventana a los fosos
del castillo; y al terminar estaba tan débil que casi no podía tenerse en pie de
lo que sangraba.Y cuando ya estaba casi del todo desarmado, cayó al suelo presa de un
desvanecimiento mortal; y entonces doña Lyonesse dio tales voces que la oyó
sir Gringamore; y cuando vino y halló a sir Gareth en aquel trance, hizo gran
lamentación; y despertó a sir Gareth, y le dio una bebida que le alivió
maravillosamente bien; pero la aflicción que doña Lyonesse hizo no hay
lengua que la pueda contar, pues estaba como si se fuese a morir.En eso vino la doncella Lynet delante de todos ellos, y mandó traer todas
las rajas de la cabeza que sir Gareth había arrojado por una ventana, y allí las untó como había hecho antes, y las juntó otra vez.—Doncella Lynet —dijo sir Gareth—, no he merecido yo todo este
despecho que me hacéis.—Señor caballero —dijo ella—, no he hecho sino lo que quiero confesar, y
todo lo que he hecho será para honra vuestra, y la de todos nosotros.Y entonces le fue restañada la sangre a sir Gareth. Pero los físicos dijeron
que no había hombre en este mundo que le sanase de esta llaga, a menos que
sanasen las causadas por encantamiento.Y dejamos a sir Gareth con sir Gringamore y sus hermanas, y volvemos al
rey Arturo, que en la siguiente fiesta de Pentecostés celebraba su fiesta; y allí
vino el Caballero Verde con cincuenta caballeros, y se rindieron todos al rey
Arturo. Y vino también el Caballero Bermejo, su hermano, y se rindió al rey
Arturo, y sesenta caballeros con él.También vino el Caballero Azul, hermano
de ellos, con cien caballeros, y se rindieron al rey Arturo; y el nombre del
Caballero Verde era Pertolepe, y el del Caballero Bermejo, Perimones, y el del
Caballero Azul, sir Persant de la India. Estos tres hermanos contaron al rey
Arturo cómo habían sido vencidos por un caballero que una doncella llevaba
consigo, y se llamaba Beaumains.—Jesú! —dijo el rey—, me maravilla qué caballero es, y de qué linaje
viene. Estuvo conmigo un año, y pobre y vergonzosamente fue mantenido, y
sir Kay en burla le llamó Beaumains.Y mientras estaba el rey así departiendo con estos tres hermanos, vino sir
Lanzarote del Lago, y dijo al rey que había llegado un gallardo señor con
seiscientos caballeros con él. Entonces salió el rey de Caerleon, pues era la
fiesta, y vino a él este señor, y saludó al rey de graciosa manera.—¿Qué queréis —dijo el rey Arturo—, y cuál es vuestro mandado?
—Señor —dijo él—, me llaman el Caballero Bermejo de las Landas
Bermejas, pero mi nombre es sir Ironside; y señor, sabed bien, que soy
enviado aquí a vos por un caballero llamado Beaumains, pues él me venció en
clara batalla, mano por mano, y ningún caballero sino él tuvo nunca lo mejor
de mí estos treinta inviernos; el cual mandó que me otorgase a vuestra
voluntad.—Sed bien venido —dijo el rey—, pues mucho tiempo habéis sido gran
enemigo mío y de mi corte, y ahora en Dios fio tratar con vos para que seáis
mi amigo.—Señor, yo y estos seiscientos caballeros estaremos siempre prestos a
vuestra llamada para haceros el servicio que esté en nuestro poder.—Jesú merced! —dijo el rey Arturo—; muy obligado soy a ese caballero que así ha puesto en esfuerzo su cuerpo para honrarnos a mí y a mi corte. Y en
cuanto a ti, Ironside, a quien llaman el Caballero Bermejo de las Landas
Bermejas, eres llamado caballero peligroso; y si quieres estar de mi parte, te
honraré y haré caballero de la Tabla Redonda; pero entonces no deberás ser
más matador de hombres.—Señor, en cuanto a eso, he prometido a sir Beaumains no usar más tales
costumbres, pues todas las costumbres vergonzosas que usaba eran a
requerimiento de una dama a la que amaba; y por ende debo ir a sir Lanzarote,
y a sir Gawain, y pedirles perdón por la mala voluntad que les he tenido; pues
a todos los que di muerte fue sólo porque amaban a sir Lanzarote y a sir
Gawain.—Aquí están ellos ahora —dijo el rey—, ante ti, y puedes decirles lo que
quieras.Y entonces se arrodilló ante sir Lanzarote, y ante sir Gawain, y les rogó
que le perdonasen la enemiga que siempre les había tenido.
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El Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda
RandomUna aventura épica con dos frentes: lo sobrenatural y nuestra propia humanidad. Durante los tiempos inciertos de la Guerra de las Dos Rosas, un caballero de vida azarosa, sir Thomas Malory, escribió desde la cárcel una refundición del vasto ciclo ar...