CAPÍTULO 34

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Cómo sir Gareth confesó al rey Arturo que se amaban, y del acuerdo de
su casamiento

Y entre todas estas damas fue diputada la más hermosa, y sin par. Y
cuando sir Gareth se reunió con ella, hubo allí muchas tiernas miradas y razones, de manera que todos los hombres de honor holgaron en verles.

Entonces vinieron el rey Arturo y muchos otros reyes, y doña Ginebra, y la
Reina de Orkney, y preguntó el rey a su sobrino, sir Gareth, si quería tener a
esta dama como amante, o quería tenerla como mujer.

—Mi señor, sabed bien que la amo por encima de cuantas damas viven.

—Y bien, gentil señora —dijo el rey Arturo—, ¿qué decís vos?

—Muy noble rey —dijo doña Lyonesse—, sabed bien que prefiero tener y
poseer como marido a mi señor, sir Gareth, más que a ningún rey ni príncipe
de la cristiandad; y si no puedo tenerle, os prometo que jamás tendré ninguno.

Pues, mi señor Arturo —dijo doña Lyonesse—, sabed bien que es mi primer
amor, y que será el postrimero; y si consentís que tenga su voluntaria y libre
elección, me atrevo a decir que me tendrá a mí.

—Es verdad eso —dijo sir Gareth—; y si no os tengo y poseo como mujer,
ninguna dueña ni doncella me contentará.

—¿Cómo, sobrino —dijo el rey—, van por ahí las cosas? Pues sabed bien
que no quisiera, aunque me fuese en ello la corona, ser yo la causa de que se
aparten vuestros corazones; y sabed bien que no podéis amar tanto que no lo
acreciente yo antes que afligirlo. Y también tendréis mi amor y protección de
la más grande guisa que esté en mi poder —y así mismo dijo la madre de sir
Gareth.

Entonces se hizo provisión para el día del casamiento; y por consejo del
rey se proveyó que fuese el día siguiente de san Miguel, en Kinkenadon, cerca
de la costa, pues es aquél un país abundante. Y así fue pregonado en todos los
lugares del reino. Y entonces envió mandado sir Gareth a todos los caballeros
y damas a los que había vencido en batalla, que debían estar este día del
casamiento en Kinkenadon, junto a la playa.

Y entonces doña Lyonesse y la doncella Lynet, con sir Gringamore,
cabalgaron a su castillo; y dio ella a sir Gareth un costoso y rico anillo, y él a
ella otro. Y el rey Arturo dio a ella un rico brazalete de oro; y seguidamente
partió ella.

Y el rey Arturo y su compañía cabalgaron hacia Kinkenadon, y sir Gareth
acompañó a su dama en el camino, y volvió después al rey y cabalgó con él.

¡Señor!, la alegría que hizo sir Lanzarote de sir Gareth, y éste de él; pues
jamás hubo un caballero al que sir Gareth amase tanto como sir Lanzarote; y
casi siempre quería estar en compañía de sir Lanzarote; pues una vez que sir
Gareth conoció las condiciones de sir Gawain, se retrajo de la compañía de su
hermano, pues era vengativo, y del que desamaba se vengaba a muerte, lo cual
aborrecía sir Gareth.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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