CAPITULO 18

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Cómo el rey Arturo, el rey Ban y el rey Bors rescataron al rey
Leodegrance, y otros incidentes

Y entonces el rey Arturo, y el rey Ban, y el rey Bors partieron con su
compañía, veinte mil, y en seis días llegaron al país de Camelerd, y allí
rescataron al rey Leodegrance, y mataron a mucha gente del rey Rience, hasta
el número de diez mil hombres, y lo pusieron en fuga.

Entonces tuvieron estos tres reyes gran acogida del rey Leodegrance, que
les agradeció su gran bondad, de haberlo vengado de sus enemigos; y allí vio
Arturo por primera vez a Ginebra, hija del rey de Camelerd, y desde entonces
la amó siempre. Después, se casaron, como se cuenta en el libro. Y para
concluir brevemente, Ban y Bors se despidieron para volver a sus propios
países, pues el rey Claudas hacía gran destrucción en sus tierras.

—Entonces —dijo Arturo—, iré con vosotros.

—No —dijeron los reyes—, no en esta sazón, pues aún tenéis mucho que
hacer en estas tierras; por ende nos partiremos, y con los grandes bienes que
hemos ganado en estas tierras por vuestra donación, pagaremos a buenos caballeros y resistiremos la malicia del rey Claudas, pues por la gracia de
Dios, si tenemos necesidad, enviaremos por vuestro socorro; y si tenéis
necesidad vos, mandadnos llamar, que no tardaremos, por la fe de nuestros
cuerpos.

—No será menester —dijo Merlín— que estos dos reyes vuelvan aquí para
guerrear, sino sé bien que el rey Arturo no estará mucho tiempo sin veros;
pues en un año o dos tendréis gran necesidad, y entonces él os vengará de
vuestros enemigos como vosotros le habéis vengado de los suyos. Pues estos
once reyes morirán todos en un día, por la gran fuerza y proeza de armas de
dos bravos caballeros —como se cuenta después—, llamados Balin le Savage,
y Balan, su hermano, que son tan buenos caballeros como ninguno de cuantos
viven.

Volvemos ahora a los once reyes, que regresaron a una ciudad llamada
Sorhaute, la cual ciudad estaba en la tierra del rey Uriens; allí se refrescaron
como pudieron, hicieron que los físicos examinasen sus heridas, y se dolieron
grandemente por la muerte de su gente.

En eso vino un mensajero y contó cómo había entrado en sus tierras gente
sin ley, así como sarracena, unos cuarenta mil, «y queman y matan a toda la
gente que hallan a su paso, sin merced, y han puesto cerco al castillo de
Wandesborow».

—Ay —dijeron los once reyes—, he aquí dolor sobre dolor; y si no
hubiésemos guerreado contra Arturo como hemos hecho, pronto nos habría
vengado él; en cuanto al rey Leodegrance, ama a Arturo más que a nosotros; y
en cuanto al rey Rience, harto trabajo tiene con Leodegrance, ya que le ha
puesto cerco. Así que consintieron juntos defender todas las marcas de
Cornualles, de Gales y del norte.

Primeramente, pusieron al rey Idres en la ciudad de Nantes, de Bretaña,
con cuatro mil hombres de armas, para que vigilase la tierra y el agua.

También pusieron en la ciudad de Windesan al rey Nentres de Garlot, con
cuatro mil caballeros, para que vigilase por agua y por tierra. También
mandaron más de ocho mil hombres de guerra, para reforzar todas las
fortalezas de las marcas de Cornualles. Y pusieron también más caballeros en
todas las marcas de Gales y de Escocia, con muchos buenos hombres de
armas, y así se mantuvieron juntos por espacio de tres años, aliados siempre
con poderosos reyes y duques y señores. Y a ellos se unieron el rey Rience del
norte de Gales, el cual era fuerte en hombres, y Nerón, también poderoso en
hombres. Y todo este tiempo guarnecieron las marcas y las abastecieron de
buenos hombres de armas, y vituallas, y todas maneras de pertrechos para la
guerra, para vengarse de la batalla de Bedegraine, como se cuenta en el libro
de aventuras siguiente.

El Rey Arturo y los Caballeros de la
 Mesa Redonda
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