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──Escucha, Shin, esto no puede volverse una costumbre. 

El hombre frente a la pelinegra podría, en cualquier momento y con facilidad, matarla con la mirada. Pero si de miradas se tratase, el mayor ya tendría una navaja clavada en los testículos desde hace ya un buen tiempo. 

──¡Solo déjame ir! Esto no tiene sentido.

──Entiende que no podemos hacerlo. Te necesitamos, el mundo te necesita... necesita tu sangre. 

La chica sonrío con ironía.

──Ustedes solo están experimentando con personas inocentes, ¿de verdad creen que sacrificando la vida de miles de personas e inyectándoles químicos extraños, encontrarán la cura para un mundo perdido? No, sólo están creando más pánico. 

El "científico" parado frente a ella la miró con desprecio y después golpeó su mejilla bruscamente, la pelinegra sintió sus piernas franquear, poco antes de caer de rodillas.

Ryujin estaba viviendo una verdadera mierda.

Su compañero de celda rápidamente la ayudó a levantarse y con cuidado logró guiarla hasta el colchón de su cama. Con una sonrisa triste, la abrazó y le permitió pasar unos cuantos minutos entre sus brazos hasta recuperar la calma. 

Ya habían introducido más de 9 líquidos distintos en su cuerpo ─pues los medicamentos de prueba eran fabricados por montones en ese laboratorio que tan aterrador le parecía─. Nadie sabía con seguridad qué eran, pero le estaba afectando; la pelinegra había bajado de peso notoriamente y su metabolismo ya no funcionaba de forma natural.

El hombre desapareció de su vista, encerrándolos a ambos nuevamente. 

──Gracias, cariño ─le agradeció al chico cuando pudo volver a hablar.

A pesar del dolor, Shin Ryujin solo podía pensar en una cosa, y era en escapar. Ella tenía un plan, y un pequeño punto a su favor, un dulce, increíble y maravilloso, punto a su favor.

──Psh, Soobin...

Susurró desde su celda a su cómplice, uno de los "guardias" del lugar. 

[...] 

──Oye, Lee, llevemos esto. 

Christopher le mostró a su compañero una pequeña caja de cereales. El lugar ya estaba oscuro y Minho era el único que llevaba una linterna.

──Cómo quieras ─murmura, sin prestar demasiada atención al rubio─. Uhm, le llevaré estos chocolates a So-yeon.

El pelinegro miró con ilusión la caja de dulces que se encontraba en sus manos, por otro lado, al mayor parecía no haberle agradado mucho escuchar eso.

──Ella prefiere las fresas. 

──Claro que no. 

Christopher gruñó por lo bajo. Aunque le costará admitirlo, Minho sería un problema si quisiera intentar algo con So-yeon, cosa que, claramente, ya había estado haciendo desde aquel encuentro en la alberca de la universidad.

Y es que, desde aquella vez en que la hermosa jovencita los presentó, la tensión entre ambos era ridículamente notoria. Simplemente no se llevan bien, ni se llevarían bien jamás, pero ese no era momento de idioteces, ellos debían seguir juntos... por So-yeon y por todos los demás.

──Necesitamos más analgésicos para Lix. Iré por ellos, apártate. 

──Ajá. Iré por comida enlatada. 

[...] 

──¿Alguien sabe que tallas deberíamos llevar? ─cuestionó Heeseung, mirando a los otros tres chicos que se encontraban frente a él. Ninguno supo que responder, solo se miraron entre ellos.

──No lo sé, solo lleva ropa abrigada y que se acerque a las medidas de todos. Ya estamos en invierno, no tardará en nevar, o llover fuertemente y no lograremos sobrevivir al frío con pantalones cortos ─razonó Jisung.

──Estoy de acuerdo ─le apoyó Changbin─. Hablando de eso, huh, ¿dónde dormiremos?

──La señorita So-yeon nos dijo que estaríamos a salvo fuera de la ciudad, probablemente dormiremos en alguna cabaña robada. Hay muchas en la carretera, las familias adineradas siempre viajan a estas en las temporadas más favorables ─agregó Sunoo, mientras se probaba un gorro de lana.

──¿No es demasiado fácil...? Quizá en alguna tienda, o en la camioneta. Una especie de campamento improvisado, o algo por el estilo.

──Pero no tenemos los suficientes recursos para crear un campamento. A menos que...

El de mechitas se detuvo por un momento, y junto a los demás chicos guardaron todo en las maletas, para después correr a la sección de deportes. 

──Miren esto.

Heeseung se acercó a uno de los estantes, tomando en sus manos una gran caja de cartón. 

──Es una balsa inflable, mi papá me llevaba en una de estas a pescar. Se activa al ser lanzada, las utilizaban mucho en las fuerzas armadas. 

El más bajo tomó dos cajas, con una balsa en cada una, y después se acercó a otro estante.

──Estas son Coleman, tiendas de campaña de muy buena calidad... ¡oh! ¿Deberíamos llevar refacciones? 

[...] 

──¿Tomaron todo? 

Pregunté al ver a ambas chicas con varias bolsas llenas de productos de limpieza personal, tanto para ellas, como para los chicos.

──Sí, ahora vámonos... este lugar me da escalofríos. 

Salimos del establecimiento, las chicas se adelantaron, yo aproveché de tomar baterías para las radios, y además, algunas botellas de alcohol y soju. Beber un poco no le haría daño a nadie.

──Chicos, ¿me escuchan? ─hablé por la radio, y sin esperar una respuesta, continúe─ Ya es hora de volver a la camioneta.

──So-yeon, te escuchamos. Estamos en camino ─el primero en contestar fue Minho. 

──Genial, nosotros también vamos de regreso a la camioneta ─avisó Jisung.

──Bien, los vemos allá. 

Guardé el aparato en mi pantalón y continuamos caminando, afortunadamente no nos habíamos topado con ningún cuerpo. Ya habíamos llegado a la camioneta, incluso estábamos guardando las nuevas provisiones en la cajuela y debajo de los asientos.

Minho y Christopher ya se encontraban allí cuando llegamos. Ahora solo faltaba que regresara el grupo de Jisung. 

──Chicos, ¿trajeron los analgésicos de Lix? ─pregunté con cierto tono de preocupación, pues Felix estaba dormido y no había tomado los suficientes medicamentos como para sentirse completamente bien.

──Claro, están en su bolso, se los guardamos ─contestó el rubio, con calma. Le dediqué una sonrisa rápida a modo de agradecimiento, la cual él aceptó, gustoso.

──Hey, miren, ahí están esos idiotas. 

Changbin y Han venían cargando varias cajas de cartón, no lográbamos ver de qué, pero eran demasiado grandes como para ser de cerveza. Mientras que Sunoo y Hee llevaban maletas llenas de sábanas, almohadas y ropa. 

Seungmin y Hyunjin bajaron de la camioneta y ayudaron a meter las cosas. 

──¿Qué tanto traen ahí? ─me atreví a preguntar, una vez todos estuvimos dentro de la camioneta y que Minho comenzara a manejar hacia las afueras de la ciudad.

──Bueno... uhm, algunas tiendas de campaña y balsas ─respondió Sunoo con una sonrisa inocente, justo como un pequeño niño después de hacer travesuras.

──Bien pensado, tal vez las necesitemos. 

──So-yeon, ahora sí, ¿a dónde iremos? 

──Realmente no tengo un lugar, pero se los dije, estar en la ciudad ya no es tranquilo, mucho menos seguro. De todos modos, no nos quedaba mucho tiempo aquí en Pekín. 

Todos se resignaron a asentir, y se acomodaron cada uno en sus asientos, agradecidos de finalmente poder descansar.

Todos confiaron en mí sin siquiera dudarlo.

survivors ─── bangchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora