CAPITULO 48

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Katt

"No lo digas"

Los golpes en la puerta retumban una y otra vez con los gritos del italiano de fondo pidiéndome que le abra la puerta, lo ignoro sacando mi ropa de los cajones para meterlas en mi maleta, busco todo lo necesario para irme.

<<mentiroso de mierda>>

Me mintió, me vio la cara de estúpida cómo creen que pueden hacer muchos. Me siento tan impotente al pensar que sería diferente al resto, que no me mentiría como los demás, que de verdad podía mostrarme con él pero no. La vida me ha enseñado a soportar las pérdidas, a volverme indolente con las cosas que me hieren.

Me quema el que siempre me fallen, me prende la ira que la vida me demuestre que no puedo confiar en nadie en esta maldita mísera existencia.

—¡Si no abres la puerta la voy a derribar!—advierte.

Termino de cerrar la maleta, tomo aire y abro la puerta encontrándome cara a cara con él. El cielo que se carga en los ojos me penetra estrujándome el corazón con una hincada.

Trato de caminar pero me interrumpe el paso.

—¿Qué piensas que haces?—inquiere—Déjame explicarte...

—Quítate de mi camino—siseo.

—Solo escúchame

Lo empujo pasando por su lado tratando de abrir la puerta pero me arrebata la maleta antes de poder hacerlo.

—Tienes que escucharme.

—¡Te pregunté si era tú hijo!—exploto, lo empujo—¡Te di el beneficio que no le doy a nadie! ¡Te di el beneficio de la duda y me mentiste!

—¡Yo no te he mentido!—se exalta—Si tan solo dejarás de ser tan terca por una vez.

—¡Yo puedo ser terca pero tú eres un maldito mentiroso!

—¡¿Y tú no me mientes Katt?!—inquiere.

Mi corazón deja de latir por el miedo a ser descubierta.

Se acerca y yo me alejo por inercia.

—¡No sé nada de ti y esperas que yo te diga todo solo porque sí!—sigue avanzando—Ethan no es mi hijo.

—Es increíble que sigas mintiendo...—me desespero—¡Tiene tus malditos ojos!

—¡Tiene los ojos de Alex!—confiesa—Ethan es hijo de Alex, lo saben todos menos él.

Hijo de Alex...

—No te creo nada—tomo mi maleta.

Me jala de la muñeca.

—Es verdad...

Me zafo con fuerza de su agarre, poniendo distancia entre los dos. No quiero verlo.

—¡Y que si fuera así!—me pica la garganta—¡Me mentiste! no confiaste en mí...me traicionaste igual que todos.

Las lágrimas salen sin que lo pueda evitar al recordar todas las traiciones por las que he pasado en mi vida.

—Puedes confiar en mí.

—¿Por qué debería?—me hago la fuerte.

—Porque yo te...

Incluso antes de que termine de hablar ya sé lo que va a decir y no puedo permitirlo.

—No lo digas—sentencio—No te atrevas a decirlo.

TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora