CAPITULO 50

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Katt

Querer lo imposible

La sensación de ahogo me pone los nervios al límite mientras corro al ascensor con la toalla en el pecho. Los recuerdos llegan como flechazos sin anestesia abriendo las heridas que algún día creí curar pero que cada vez se hacen más grande con el pasar del tiempo.

Presiono el botón lo más rápido que puedo pero se tarda en abrir, <<mierda>> sus pasos resuenan cerca y no quiero que me vea así de vulnerable ya que si por si sola ya estoy mal con él siempre estoy peor.

—¡Katt, espera!—grita detrás de mí.

Me apresuro a enjugar las lágrimas con el dorso de mi mano, el cabello me gotea y el cuerpo se me eriza al verlo caminar en mi dirección.

—No quiero verte—le digo dándole la espalda.

Las puertas se abren dandome paso al ascensor al cual subo y las puertas no se cierran rápido dándole chance a entrar...

—No—sentencio mirándolo a los ojos dejandolo quieto como estatua—No quiero.

Las puertas se cierran elevandome al sexto piso donde se encuentra la alcoba, cierro la puerta poniendo el pestillo para que nadie entre. <<Que se joda>> no pienso salir en todo lo que queda de la noche, no le pasará nada.

Tranquilizo mi respiración tratando de calmarme porque pese a lo que acaba de pasar sé que él no me haría daño y sé que estoy tan podrida por dentro que no sé que es lo que me pasa cuando lo tengo cerca.

Las puntas de mis dedos anhelan tocarlo todo el tiempo y cada momento que paso junto a él solo quiero llevarlo a mi cama y no dejarlo salir nunca. La habitación está fresca ya que se acerca la navidad y los primeros copos de nieve se asemejan en el cielo. Es raro que nieve en California pero esto, la nieve, me recuerda a los tiempos en los que paseaba en el jardín de mi casa haciendo ángeles de nieve mientras mi madre me miraba sentada en la hamaca con sus guantes de lana.

Mentiría si dijera que toda mi infancia fue mala ya que apesar de que mi familia es una escoria cuando fui niña alguna vez sentí que me querían, como cuando tía Natasha me regalaba la colección de muñecas rusas que tanto me gustaban en cada cumpleaños, como cuando paseaba por los árboles gigantes y grave aquellas iniciales que hoy me arrepiento.

Detallo el anillo en mi mano pasando mi dedo por la luna y después por la estrella que resplandece bajo la luz de la luna <<es hermoso>> es por eso que no me lo pienso quitar al menos que no quede de otra.

Busco el pijama que me pongo antes de salir de la habitación a causa de la zozobra que no me deja dormir tranquila, el hotel tiene vida nocturna así que la gran mayoría están despiertos follando en lugares públicos o apostando en el casino. No tengo ni la menor idea de donde podría estar Luca, cuando llego al casino no lo veo por ninguna parte incrementando la zozobra que siento.

—¿Buscas a alguien, pequeña zorra?—preguntan en mi oído.

Volteo encontrándome a Alex detrás de mí con un trago en la mano y la sonrisa encantadora de los Salvatore.

—¿Has visto a Luca?—pregunto sin rodeos, en cuanto más lejos esté de él mejor.

—Depende—bebe el trago—¿Van a aparecer policías en cualquier momento? ¿Esta noche vienes de prostituta o de...

No lo dejo terminar cuando lo tomo por las bolas estrellandolo contra la pared, los guardaespaldas que se carga me apuntan pero no me importa, ya estoy harta.

TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora