CAPITULO 54

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Dragomir

Un baile maestro

En estos momentos Margarett Scott debe de estar inyectandole la droga más letal en el cuello de Lucca Salvatore, ese pobre idiota nunca se esperaría que alguien tan vulnerable como Maggie le hiciera daño, aunque por otra parte si la muy estúpida decide hacerlo delante de Dasha lo más probable es que termine muerta, cosa que no me importa en absoluto.

Bajo del auto adentrándome en uno de los clubs que tengo junto a los Volkov, las prostitutas me reciben con una calurosa bienvenida mostrándome las tetas o tocándose para provocarme, puedo ver a Igor tirándose a una golfa en un sillón de al fondo y a André parado en una esquina mirando con asco a su padre, los Vor y Zakone están mirando el show de poldance y me pongo a pensar que su vida es mucho más sencilla de la que deberían.

-¿Desea un cuarto solo mi señor?-pregunta Alma, la encargada de prostituir a las chicas, algunas están aquí por su voluntad, otras no y eso no me causa ningún problema

-Nuestro catálogo se ha renovado significativamente estos meses, tenemos nuevos productos para usted.
Asiento satisfecho.

-La habitación de siempre -pido-Traeme a tus cinco mejores productos.

No digo nada más antes de irme a la habitación que tengo reservada para mí uso personal. Me quito la corbata desabrochando los botones de la camisa, me sirvo un poco de whisky en un vaso y me siento en el sillón rojo que tengo a mi espalda, tomo un gran sorbo del trato y el enorme bulto que me cargo en los pantalones tengo me está volviendo loco. No he follado en un buen tiempo y den de admitir que me tiene de mal humor no hundir mi miembro en alguien.
Alma no demora en llegar con cinco chicas de distintas etnias, edades y curvas.

Dos de ellas parecen ya adultas, tal vez unos veinticinco o un poco más, la otra tiene rasgos asiáticos y es delgada a más no poder, la que sigue es rubia de pechos grandes y trasero pequeño; pero la última, esa si que llamó mi atención, se parecía a ella.

Tenía el cabello castaño hasta el ombligo, y los ojos verdes que si hubieran sido grises sería idéntica a ella cuando era niña.

Hago un gesto en la cabeza a su dirección.

-Su nombre es Diana Sprauts-comenta Alma mientras hace que Diana de un paso al frente-Tiene 18, padres fallecidos y sin hogar.

-¿Voluntad u obligación?

-Voluntario-afirma Alma -Uno de nuestros reclutadores la encontró debajo de un puente, le dijo que le podía conseguir trabajo aquí, creyó que era de mesera pero al enterarse la convencimos de quedarse.

-¿Quieres quedarte aquí Diana?-apoyo los codos en mis primas inclinanadome hacia adelante.

-No...no tengo a ir señor -mira al suelo-Hasta el momento no me he tenido que acostar con alguien así que no es tan malo supongo.

Miro a Alma esperando una explicación.
-La chica es virgen-informa-Estábamos esperando su llegada para ofrecérsela si usted quería.

-Hiciste bien-me levanto acercándome a la pequeña que tengo frente a mi, le saco medio cuerpo y eso me excita -Es mía ahora, nadie puede meterle la verga a menos que sea yo.

La pequeña me mira asombrada y Alma pone cara de confundida.

-¿Y de que se supone que trabajará?

-Ponla en una vitrina mostrando el culo o yo que sé, pero que no la toquen a menos que de la orden. Ahora vete.

Se lleva a las demás dejándome sola con Diana. Esta está vestida solo con lencería, los pezones son visibles desde aquí y ella sigue mirando al suelo.
Le levanto la cabeza con dos dedos en la barbilla.

TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora