94 - Aunque te quiero...

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Mi mejor amigo Max se fue al extranjero para siempre. Cuando me lo dijo sentí un gran vacío dentro de mí porque lo quería mucho y porque no me imaginaba una vida sin él. Max no podía faltarme, no debía, pero ya no estaba, se había ido, me había dejado.

Aquellos días sin Max no fueron los mismos como cuando se iba a visitar a sus parientes extranjeros. Aquellos días él se iba, se despedía de mí en el aeropuerto con la promesa de un pronto regreso y yo le deseaba lo mejor con una gran sonrisa. No surgía ninguna intranquilidad en mí porque sabía que él regresaría pronto, aunque no podía evitar extrañarlo durante su ausencia.

Su lejanía no podía ser una excusa para que mis sentimientos se enredasen dentro de mí con el pasar de los días. No podía esconderlo más de mí porque esa dolorosa sensación que me causaba su ausencia se volvía cada vez más asfixiante. Lo quería mucho, demasiado, tanto que me asustaba y dolía.

"Voy a ser castigado"

Me repetía cada vez que aceptaba mis sentimientos a solas, en mi cuarto, frente a la portátil apagada poco después de conversar con mi amigo en una video llamada.

Si Max había caído, yo no debía hacerlo. Yo era el único que podía salvarnos, pero también estaba cayendo. Cada día él me hacía caer con su bonita sonrisa, con sus atenciones, con su lejanía repentina que me asustó al solo imaginar que me olvidaría y reemplazaría con los nuevos recuerdos que estaba haciendo en ese país europeo a donde se había ido por siempre.

Pero lo quería mucho, lo amaba... estaba enamorado de Max, de mi mejor amigo, un chico como yo...

Lo amaba y me sentía culpable.

"Voy a ser castigado"

Me repetía una y otra vez cubriéndome el rostro con las manos cada vez que lo aceptaba. Mis sentimientos por mi mejor amigo, al igual que su lejanía, me estaban destruyendo.

Y él había regresado...

El primo de Max me lo dijo cuándo se encontró conmigo cerca del colegio. Mi piel palpito de inmediato al saberlo. Mi mejor amigo había regresado luego de tres largos meses. Nos íbamos a volver a ver, lo volvería a ver, quería hacerlo, verlo y reclamarle su repentina decisión de irse por siempre.

—Deja de jugar a la princesita con mi primo. Ya es hora de que seas bueno con Max y le des lo que quiere, Caramel —me dijo su primo cuando me alejé de él para encontrarme con mi mejor amigo Max.

Aquellos deseos por verlo se desvanecieron y se convirtieron en nervios incontrolables. Tenía muchas ganas de verlo, pero... mis piernas temblaron cuando me di cuenta que aquel encuentro no sería como los otros tantos después de sus largas visitas familiares. Aquel encuentro, después de nuestras confesiones inaceptables, iba a afectar nuestras vidas de alguna manera.

Mis pasos se volvieron lentos cuando lo comprendí. Un miedo incomprensible empezó a crecer, pero mis deseos por verlo fueron más fuertes. No me detuve pese a saber lo que conllevaba ese encuentro. Caminaba lento, pero con ansias de llegar a él, a Max.

Max era un chico atractivo de ojos preciosos e intensamente azules, tenía un porte increíble, era esbelto y alto. El color de su piel hacía un increíble contraste con su cabello negro carbón. No solo era su físico, sino también su sonrisa encantadora y personalidad tan segura e intimidante lo que volvía locas a las chicas. Su porte y belleza singular era la herencia genética que su padre fallecido le había concedido, un hombre extranjero de ascendencia alemana e inglesa.

Mi mejor amigo Max sabía muy bien del encanto hipnótico que poseía ante cualquier chica, por eso solía aprovecharse de cualquiera si lo deseaba. Él nunca le había dicho a nadie para salir porque ellas actuaban junto a él como abejas atraídas por la miel. Lo molestaban con sus coqueteos con la intensión de ser la señorita elegida por él. Ellas si podían ser elegidas por mi amigo porque eran chicas y yo.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora