La naturaleza me maravillaba cuando solía cruzarme con señoras radiantes que conversaban con sus amigas mientras se acariciaban sus vientres. Se veían abultados, grandes y visualmente incomodos para los frágiles cuerpos de las fuertes mamás que caminaban a paso lento.
En muchas ocasiones, cuando mi mirada y pensamientos se perdían en sus figuras amoldados por la naturaleza, ellas me miraban y me sonreían al darse cuenta de mi mirada curiosa. Yo me sonrojaba, respondía el saludo con la mano y continuaba mi camino muy apenado al verme descubierto por ellas. Mi comportamiento me avergonzaba al reaccionar tan torpemente por algo natural en ellas.
Siempre me pareció grandiosa la idea de la maternidad, esa capacidad de albergar un pequeño ser inocente en el cuerpo humano por nueve meses hasta el nacimiento de un bebe. Era algo mágico e irreal.
De pequeño nunca entendí por qué las mujeres engordaban repentinamente y después, de la nada, ellas adelgazaban por arte de magia. Mi profesora de inicial despertó mi curiosidad cuando su vientre le empezó a crecer como a muchas de las señoras que vivían cerca de casa. Yo siempre me le quedaba mirando durante el descanso mientras mordía el pan con queso que mi madre solía prepararme.
Mi profesora se había dado cuenta, pero aun así, aunque ella me miraba y sonreía, yo nunca desvié la mirada de su vientre grande mientras a mi alrededor mis compañeritos revoloteaban por todo el salón.
"Aquí hay un bebito", me dijo un día cuando todos se encontraban jugando y haciendo escándalos en el patio. Ese día yo no había salido al patio para jugar, más bien me traté de ocultar detrás del marco de la puerta para verla sin que se diese cuenta. Ella me invitó a pasar al salón con el movimiento de su mano para que me acercara. Con todo el amor de una profesora de inicial, ella quiso aclarar mi curiosidad con unas cuantas palabras. "Aquí hay un bebito", me dijo invitándome a tocarla para sentir al pequeño que crecía dentro de su vientre.
Quedé maravillado.
Ella se rio dulcemente cuando inconscientemente puse mis manitos en mi barriga para intentar sentir los golpecitos que había sentido en el vientre de mi maestra. Ella se puso de pie, me tomo de la mano y me llevo al patio para que jugara con mis compañeros.
Desde ese día dejé de hacerme preguntas sobre la salud de las mamás por causa de sus vientres hinchados porque supe que ellas llevaban un bebe. Pero mi inocencia género más dudas al respecto, por eso otras preguntas empezaron a surgir junto a mi fascinación por la naturaleza de la procreación.
Nunca dejé de maravillarme, por eso a veces me perdía cuando me cruzaba con mujeres embazadas, aunque ya no me dejaba descubrir tan vergonzosamente por sus miradas.
—Es una de sus maneras de querer dominar a un hombre —me dijo mi mejor amigo Max recostándose en su cama con los brazos bajo su cabeza—. Ellas también saben jugar sucio. Si no les haces caso se ponen a llorar escandalosamente en la calle para que hagas lo que ellas quieren, y cuando se desesperan, se inventan embarazos para que no las dejemos. Así son.
Max se incorporó de la cama y camino hacia mi dirección, pero él se detuvo por un momento al verme retroceder un par de pasos. Su tacto me afectaba demasiado, por eso trataba de evitar su cercanía.
—Una vez una chica dijo que estaba embarazada de mí, además, la loca de Laura también me dijo lo mismo varios días después de terminar. Se puso a llorar en la calle diciendo tonterías. Porqué se inventarán tantas tonterías. Me molestan.
—No me parece una tontería —le dije sin mirarlo.
—Debería, porque aún no terminamos el colegio. Realmente molesta cuando vienen diciendo esas mentiras a nuestra edad.
—No son tonterías, porque ellas pueden embarazarse y hacer padres a los hombre, ellas son capaces de crear una familia; por eso no son tonterías.
—Yo voy a ser tu única familia —me dijo jalándome del brazo hacia él—. Déjame mostrarte que te puedo dar una familia junto a mí. No necesitamos a las mujeres, a sus mentiras, ni a sus vientres falsos que crean para inventar familias.
A pesar de la poca importancia que Max le daba a la maravillosa naturaleza, esta no dejaba de deslumbrar mi fascinación por ella, aunque lo consideraba lamentable en la etapa de la adolescencia.
Los rumores escandalosos de una adolescente embarazada en el colegio solo generaban pesares y lamentos por la temprana maternidad de una de nuestras compañeras. Violeta siempre fue una chica despreocupada en los estudios, siempre pendiente de la diversión, por eso entre las chicas se rumoreaba que era algo que todos esperaban de ella.
La maternidad me era fascinante, pero no deseaba que aquel regalo de la naturaleza fuese entregado en la etapa de la adolescencia.
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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|
Teen FictionCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...