Mi mejor amigo Max tenía una hermana mayor llamada Luna, aunque en realidad no era tan mayor, ya que la diferencia de edades era poca, además, Luna lucia como una jovencita aniñada al lado de su hermano menor. Ella era muy dulce, alegre y amable conmigo, a pesar de que casi nunca hablábamos.
Luna vivía en la casa de su padre, el cual no estaba tan lejos de la casa de Max, por eso solía frecuentar la casa y el barrio donde vivíamos. A veces ella se quedaba a dormir en la casa de su mamá y hermano, aunque muy pocas veces.
Un día la mamá de mi mejor amigo se fue de viaje por su trabajo, así que le pedí permiso a mi mamá para quedarme a dormir en la casa de mi mejor amigo Max. Mamá prefería que Max viniera a nuestra casa para que no se quedara solo, pero también me dejaba ir sin ningún problema.
Max no fue quien me recibió cuando llegué a su casa, sino Luna, su hermana mayor. Sus ojos grandes y su bonita sonrisa de niña pequeña me recibieron con sorpresa. "¿Te vas a quedar a dormir?", me preguntó alegremente dejándome entrar. Afirmé su pregunta y ella me respondió sujetando mi brazo: "Yo también".
Max preparó canchita porque él sabía hacerlo a diferencia de Luna y yo, ya que a Luna no le gustaba la cocina y a mí se me quemaba. Mientras Luna buscaba una película en la tele, yo miraba como mi amigo echaba el popcorn y dejaba que estos saltaran sobre nosotros. Nos reímos juntos un rato.
Los tres nos quedamos despiertos pasada la media noche. Nos divertimos mucho con la película, por eso fuimos tentados por otra película, pero decidimos ir a dormir para no sentirnos soñolientos al levantarnos. Mamá tenía la costumbre de tocar la puerta muy temprano, porque a ella le gustaba encontrarnos bañados, cambiados y listos para el nuevo día.
Nos dimos las buenas noches y luego cada uno se fue a su habitación. No tenía nada de sueño a pesar de la hora, pero me puse el pijama y me cubrí con las brazadas. Siempre me divertía cuando me quedaba en la casa de Max para pasar la noche. Me gustaba acompañarlo.
Recostado y con los ojos cerrados, recordé la sonrisa de mi amigo cuando dejaba que el maíz saltara por toda la cocina. Al poco rato, con el pasar de los minutos, empecé a sentir mis parpados muy pesados. Cuando el sueño se estaba volviendo muy fuerte, la puerta de mi habitación se fue abriendo lentamente y unos pasos se deslizaron con cautela hasta mi cama. Me asusté cuando sentí algo pesado sobre mí. De inmediato prendí la lámpara que se encontraba sobre el velador al costado de la cama.
—Quién es —pregunté muy incómodo por la luz tenue que nos iluminaba.
La persona que estaba sobre mí era Luna. No pensé encontrarla en mi habitación pasada la media noche, así que imaginé que algo malo tuvo que haberle pasado para que ella se encontrara fuera de su cama. Estaba en el limbo. Mis parpados me pesaban de sueño, por eso apenas podía decir palabras coherentes. Lo que estaba sucediendo era como un sueño extraño. Luna lucia fresca y su sonrisa coqueta me desencajaba mucho. Ella se encontrará junta a mí, mirándome atentamente.
—Quiero conversar —me dijo muy alegre susurrándome al oído.
—Es tarde, deberíamos dormir —respondí soñoliento.
—No quiero dormir, quiero quedarme contigo ¿No quieres?
—Luna, tu hermano...
—No se va a dar cuenta. Antes de venir me fijé, y está bien dormido. Ya verás que no se enterará que pasé la noche contigo.
Luna era dulce, como una niña pequeña, pero su voz, sus movimientos y su sonrisa, no dejaron que se mostrará como siempre. Era imposible creer que su figura frágil podía desprender tanta sensualidad al momento de rozar su cuerpo con el mío y posar sus brazos sobre mis hombros.
— ¿No te gusta que te abracen, Caramel?
—Sí, pero es extraño —respondí confundido.
—A mí también me gusta mucho —agregó recostándose sobre mí.
Luna se quedó quieta por mucho tiempo. Ella siempre fue como una hermana a quien respeté y aprecié mucho, por eso su actitud me incomodaba.
—Luna, debes irte —le dije alejándola con prudencia porque no quería que sintiera ningún rechazo.
—Caramel, tu noviecita, esa tal Cristal, ¿es amable contigo? porque yo puedo ser muy amable contigo cuando quieras.
—Cristal es amable, siempre lo fue, desde que la conozco.
—Seguro que lo es —bufó sarcásticamente—, pero yo también quiero estar contigo. Me gustas mucho, nadie tiene porque enterarse de esta noche, ni esa.
No supe que decir. No era posible nada de lo que ella me estaba diciendo. Las incoherencias de sus palabras no me gustaron para nada, pero sentir el roce de sus labios fue algo que no esperé. Me tomó por sorpresa.
—No hagas esto —le dijo alejándola —, Cristal no merece esto.
Ya no podía ser amable con Luna. Ella no respetó la distancia ni siquiera el hecho de que salía con una chica, con Cristal, mi amiga y enamorada. No podía permitir que Luna la ignorase y tratase como si yo fuera capaz de darle la espalda a mi buena enamorada. Cristal no merecía que me quedara quieto sin reprocharle a Luna.
—Luna, ve a tu habitación por favor.
Luna debió sentir la seriedad de mis palabras. Se mantuvo quieta, pero después de un breve momento, sonrió como si nada.
—Tengo sueño —dijo poniéndose de pie.
—Ya es muy tarde—agregué sin mirarla para incentivar su salida.
—Sí —respondió caminando hacia la puerta—, pero cuando quieras podemos divertirnos un rato, porque de todas maneras tú enamorada no tiene porqué enterarse.
—Buenas noches —no pude decir nada más.
Ella se fue y yo me quedé en esa habitación muy perplejo. Luna me empezó a asustar, ya que su cercanía fue muy escalofriante. Ella no sabía lo que era el espacio personal de otras personas, porque siempre los invadía. Las chicas realmente dan miedo, pensé.
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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|
Teen FictionCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...