Cuando los chicos crecen se empiezan a interesar en las chicas y ellas en ellos. Es natural, es la ley de la vida, es así como se forman las familias: Una pareja enamorada y el futuro bebe engendrado gracias a la necesidad de procreación inducido por el deseo sexual. Es lo que siempre decía papá cuando teníamos conversaciones de padre a hijo.
Papá era un hombre apegado a su trabajo, siempre se encerraba en su oficina y solo salía para cenar cuando mamá tenía preparada la mesa. Cenábamos los tres, en silencio, porque a papá no le gustaban las conversaciones en la mesa, aunque solía romper esa regla cuando estábamos con visitas.
El único día que solíamos conversar eran los domingos. Repentinamente ese día él salía de su oficina, me mandaba llamar con mi madre y lo encontraba esperándome con atención en el mueble de la sala.
Papá no siempre me mandaba a llamar todos los domingos. Las veces eran muy pocas. Él siempre se reunía conmigo para regañarme cuando hacía algo mal, para preguntarme sobre mis estudios, sobre mi vida social y para aconsejarme durante horas y horas. Esas pocas veces que nos reuníamos eran compensadas con esas largas horas donde el único que hablaba era él, porque mayormente solo lo escuchaba, asentía y le daba la razón. Las ocasiones en que se ambientaba una conversación mutua eran contadas.
Un domingo, como siempre, luego de ser llamado por mi madre, lo encontré esperándome en la sala. Me senté frente al mueble de él y esperé que iniciara la conversación como siempre.
—Cómo te va en el colegio —me preguntó.
—Bien —respondí.
—Tienes algún problema, ¿alguien que te moleste?
—No, nadie.
— ¿Alguna chica que te guste?
Luego de esa última pregunta hizo una larga pausa para darle tiempo a mi respuesta. Me dio la impresión de que esperaba que mi respuesta diera como resultado más de una palabra. Papá siempre me hacía muchas preguntas y luego, después de evaluar la más adecuada según su criterio, se detenía pacientemente en un solo tema para explayarse.
—Tu madre me dijo que estás saliendo con una chica, ¿Es verdad?
—Sí... —afirmé luego de una pausa.
—Ya veo. No me sorprende, estás en la edad. Estás creciendo, por eso es normal que las chicas te atraigan. La adolescencia es una etapa de aprendizaje, es perfecta para que puedas conocer al sexo opuesto, así que descubre, Caramel ¿Cómo se llama?
—Cristal —respondí con la esperanza de que cambiase de tema, porque me hacía sentir incómodo hablar con papá sobre temas de chicas
—No me acuerdo bien, pero ella es tu compañera del colegio, ¿verdad?
—Sí.
—Bien, hijo, ahora que tienes novia tienes que estar pendiente de ella. No la descuides ni tampoco le faltes el respeto. Tienes que ser educado. Sal con ella, diviértete como se debe. Las chicas siempre quieren salir con el enamorado, así que ya sabes, cuando queden para salir, solo pídeme dinero y te lo daré. No podemos permitir que ella pague. Tus eres el hombre, las mujeres no deben pagar en una cita, eso se vería muy mal.
Papá empezó a explayarse como siempre. Sus temas sobre la sexualidad y la responsabilidad fueron minuciosos. Yo solo me mantuve en silencio escuchándolo atentamente como siempre. Sus consejos no me desagradaban. Él era mi padre, y aunque todo su tiempo era del trabajo, yo sentía que él trataba de enmendar su falta de atención conmigo en aquellas reuniones.
—La curiosidad es fuerte, incontrolable, por eso a veces los adolescentes suelen truncar su futuro por solo satisfacer esas curiosidades. Caramel, no es suficiente solo con prevenirte porque ahora los tiempos son diferentes, por eso cuídate y cuida a tu novia. No quiero errores en tu vida.
—sí, papá.
Papá continuaba aconsejándome mientras a la vez sacaba del bolsillo de su pantalón una tira larga de sobrecitos. Me sorprendí al ver esos sobrecitos en las manos de mi padre porque a él no gustaban los caramelos. Desde muy pequeño nunca permitió que los comiera. Siempre decía que no le hacían nada bien a mis dientes, que solo los dañaba. Me pareció muy gracioso verlo con tantos y más cuando me los extendió.
—Por eso cuando salgas con tu enamoradita lleva esto siempre contigo — dijo seriamente.
—Esto... —los recibí dudando. Algo me decía que me había equivocado, que no eran caramelos.
—La seguridad es lo primero, por eso es mejor prevenir que lamentar. Un embarazo no deseado podría ser fatal a estas alturas de tu vida, así que úsalos con tu novia cuando debas, no lo dudes.
Al comprender lo que tenía en mis manos y lo que papá me dijo, me avergoncé. Mamá se acercó cuando papá se fue a su oficina para continuar con sus deberes. Traté de ocultar esos sobrecitos entre mis manos porque no quería que mamá me viera con ellos, pero la cantidad hizo inevitable desaparecerlos de la vista de cualquiera.
—Tu padre a veces me avergüenza —dijo mamá acercándose.
—También estoy avergonzado, mamá— dije sin mirarla.
Mamá se sentó a mi lado. Ella agarró mis manos cariñosamente, lo cual me incomodó porque aún tenía esos sobrecitos que quemaban las palmas de mis manos.
—Caramel, respeta a Cristal. Ella es una señorita muy linda, así que compórtate como un caballero y no hagas caso a tu padre.
—Lo sé, mamá —respondí con sinceridad.
Ella me abrazó, lo cual agradecí porque había liberado mis manos que sudaban por tener esos sobrecitos que papá me había dado.
Los temas de conversación referentes a la sexualidad continuaron los siguientes domingos. Supuse que era la labor de un padre orientar a su hijo sobre aquello, pero realmente me incomodaban. Mientras escuchaba a mi padre hablar de sexualidad, me ponía a pensar si mis amigos también pasaban por lo mismo o si yo era el único. Pese a todo, de alguna manera le agradecía el interés por dedicarme su tiempo de trabajo para conversar conmigo y aconsejarme.
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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|
Teen FictionCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...