Mi mejor amigo Max siempre tuvo las manos más grandes que las mías. Nunca me había importado cuando eramos niños, pero en la adolescencia me empezó a incomodar ser el de las manos más pequeñas de entre todos mis compañeros. Por esa razón, me molesté por una larga semana. Es que no me pareció nada divertido que se dijera que mis manos eran igual de pequeñas que el de las chicas, y toda la culpa había sido de mi mejor amigo Max.
Mi molestia se dio inició una tarde en el colegio. Mis compañeros se juntaron para jugar a las fuerzas, un juego donde dos hombres se enfrentan para ver quien tiene más fuerza en su brazo. Yo me animé al ver entusiasmados a todos, por eso me ofrecí a ser uno de los participantes. Max se apuntó de inmediato como mi contrincante al notar mis ánimos por ganar.
Mi mejor mi amigo me hizo sentir muy incómodo cuando se ofreció como mi rival frente a todos. Max me miró con una sonrisa burlona cuando me senté en la silla de los contrincantes. Él bufó divertido mientras se acomodaba frente a mí.
— ¿De verdad piensas que podrás conmigo? —me dijo mientas mis compañeros se encontraban haciendo las apuestas muy distraídos.
—Sí —le respondí casi convenciéndome de que iba a poder.
—Caramel —él agarró mi mano sin que pudiera impedírselo—, mira, tienes las manos tan delgadas que podría quebrarlas. En serio me sorprendiste cuando te apuntaste en el juego, pero no te preocupes, tendré cuidado contigo.
Mis compañeros dejaron la lista de apuestas para empezar a alentar el enfrentamiento. Mis ánimos se empezaron a esfumar cuando los escuché a todos. Los comentarios que se mezclaban con las hurras eran muy desalentadores pra mí. Mi orgullo se fue hiriendo cuando comprendí que todos esperaban la victoria rotunda de Max.
Me molesté mucho, por eso me puse de pie antes de que se ordenara el inicio. Todos se dieron cuenta de mi molestia por hacerme quedar como un debilucho con sus comentarios que se perdían entre las hurras. Quizá por eso ellos empezaron a animarme con la intensión de que continuase el enfrentamiento. Los compañeros de Max y los mios, pensaron que me iba a sentar, pero fue Max quien se puso de pie ante la sorpresa de todos. Él levantó una de mis manos sin darme tiempo de poder reaccionar. Al principio no entendí lo que estaba haciendo, pero luego me di cuenta que prácticamente me estaba exhibiendo ante todos. No fue necesaria ni una sola palabra. Sus gestos parecían decir: "Miren estas manos tan pequeñas que quieren ganarme. Estas son las manos de una niña. Qué pasó Caramel, no tomaste toda tu sopa". Realmente pensé que sus gestos decían todo eso, aunque era imposible de creer.
Me fui muy enojado. Luego pensé que no debí haberme ido, que debí quedarme para enfrentarlo delante de todos mis compañeros, y no quedar como un debilucho de manos pequeñas. Huir solo me hizo quedar como un cobarde delante de todos.
"Max tiene las manos grandes, como todos los chicos. El extraño debo ser yo, por tener manos pequeñas. Me gustaría que mis manos fueran como las de Max. Seria genial, así podría tomar las manos de las chicas con más seguridad".
Nunca había sentido inseguridad hasta que Max me empezó a molestar con su miradita de: "Caramel, Caramel y sus pequeñas manos". Era muy desagradable.
— ¿Caramel se enojó? —me dijo tan fresco como siempre.
—Claro que me enojé, estoy muy, muy molesto.
Max había llegado atrás de mí en tan solo un par de minutos. Él no perdía la costumbre de seguirme para amistarnos luego de hacerme enojar, por eso siempre pisaba mis talones cuando me alejaba después de nuestras extrañas discusiones.
Él llegó, se recostó en la pared y me miró sin decirme nada. Tampoco esperé que lo hiciera. Su actitud callada era mejor, porque sus disculpas no solían ser las más adecuadas.
— Caramel tiene manos parecidas a las de mi novia —me dijo rompiendo la tranquilidad.
—No es verdad, deja de repetírmelo.
No fue la primera vez que me hizo ese comentario, de que mis manos eran como las de su novia. Cuando lo decía, su mirada era muy profunda y sus ojos azules muy intensos. Él sabía lo mucho que sus ojos azules me intimidaban, por eso, algunas veces sujetaba mi rostro con sus manos para que no pudiera desviar mi mirada de la suya, luego se mataba de la risa cuando mi rostro se ponía como un tomate.
Él siempre pensó que mis manos eran como las manos de una chica, pero para mí no era verdad. "Aun soy muy joven", me decía, "Cuando crezca mis manos también lo harán y dejarán de decir bobadas". Yo no tenía la culpa de que mis manos no se hubiesen desarrollado como las de Max, yo no tenía la culpa de ser el chico del salón con las manos más pequeñas.
Max siempre tuvo las manos grandes, como todos los chicos, pero las de él eran muy finas, por eso me gustaba mucho... sus manos, las manos de Max. Yo también quería tener las manos fuertes de Max.
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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|
Teen FictionCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...