26 - Ojos Verdes

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Una vez fui con mis padres a visitar a mi amigo Max muy de noche. Al llegar a su casa había un ajetreo en la sala. No era común la presencia de gente en la casa de Max, ya que él solo vivía con su madre, y de vez en cuanto su hermana mayor se quedaba a dormir un par de noches. El alboroto se debía a que la mamá de mi amigo cumplía años. Afortunadamente nosotros éramos pequeños, por eso no estábamos obligados a permanecer en la sala.

Me escapé de las manos de mi mamá en medio del tumulto para ir hacia el cuarto de Max. Al llegar, solo encontré a un niño de un extraño color oro, muy blanco y brillante. Su cabello rubio era muy llamativo al igual que sus ojos de color verde. Había sido la segunda persona en impactarme después de Max, ya que mi amigo tenía unos llamativos y hermosos ojos azules. El niño estaba armando un rompecabezas en el piso. Se veía muy concentrado, pero se puso de pie con una cara sorprendida al verme entrar tan estrepitosamente.

— ¿Quién eres? —me dijo acercándose.

—Caramel y...

—Caramel ¿Tienes novio?

— ¿Qué? ¿Novia?

— ¿No tienes? Sal conmigo, ¿ok?

—Pero...

—Caramel, me gustas mucho. Tengamos una cita mañana.

Sus palabras me confundieron mucho. No dejaba de decir que ya éramos novios y que le iba a contar a mi amigo Max. Yo no sabía que decir ni que hacer, ya que todo lo que decía era incomprensible. El espacio entre nosotros se reducía incómodamente a cada segundo.

— ¿Caramel, has besado a alguien? —preguntó interesado.

—No —respondí sin poder entender nada de lo que decía, ni tampoco de porqué había agarrado mis manos.

—Yo te voy a enseñar.

El niño se me pegó demasiado. Esa reducida distancia me causó escalofríos. No sabía que pretendía con esa actitud, pero algo me dijo que no iba a pasar nada bueno.

— ¡No quiero! —Lo empujé muy molesto.

A pesar de haberlo empujado, con lo que debió ser todo mi fuerza, él siguió en pie junto a mí como si mi empuje no le hubiese afectado. Me sentí muy inútil. Ya no quería estar en el mismo cuarto con ese niño desconocido, por eso me dirigí hacia la puerta para desaparecer del lugar. Justo cuando iba a salir vi a mi amigo Max parado junto al marco de la puerta.

—Max, ese niño es malo. ¿Viste lo que hizo? Trató de empujarme —caminó rápidamente cerca de mi amigo Max para quejarse señalándome.

—No es verdad, Max, ese niño me molestó primero. Dile que se vaya —me defendí.

—Ese niño es horrible, malo, feo, además, no me gusta. Max hará que te vayas —habló victorioso.

— ¡Francis, cállate! Caramel no es horrible, malo, ni feo —me defendió—. Él es mi mejor amigo.

— ¿En serio es tu amigo? —Francis se sorprendió mucho.

—Sí.

—Ah ya, no sabía. No quise decir nada malo de Caramel —dijo mirándome fijamente—. Me molesté con él porque es un novio muy malo, pero ya terminamos, Max.

— ¿Caramel es tu qué? —preguntó mirándome.

—No es verdad, no soy novio de nadie —contradije.

—Max, no te preocupes, ahora puede ser tu novio si quieres. Te lo dejó para ti.

Ninguno de los tres dijo nada. En la habitación apenas se escuchaba la música que provenía de la sala donde los adultos celebraban el cumpleaños. Max y Francis me miraban atentamente, como si fuera lo más entretenido que podían hacer. No pude hacer otra cosa que reírme mucho al verlos con esas caras estáticas.

—Max, tu amigo es muy raro —dije sin poder contenerme.

— ¡Caramel! —Francis se volvió a acercar a mí escalofriantemente— ¡Sé mi novio otra vez!

De repente caímos al suelo. No nos dimos cuenta cuando Max vino corriendo hacia nosotros muy rápido. Él nos había derribado sobre la alfombra de su cuarto.

— ¿Estás bien? —Max me preguntó ayudándome a ponerme de pie.

—Sí, Max.

— ¡Y por mí no preguntas! —Reclamó Francis. Lo miramos y de inmediato lo ayudamos.

Sus ojos verdes nos miraron por un breve momento. Nos revelaron un brillo muy intenso, como si hubieran descubierto una revelación inexplicable. Inmediatamente después se puso a reír sin razón. Solo nos miraba y se reía sin darnos ninguna explicación.

Francis era el primo de Max, hijo de la hermana de su padre fallecido. La madre de Francis amaba mucho al único hijo de su hermano fallecido, por eso las visitas junto a su hijo desde su país eran frecuentes. Desde la primera vez que vi a Francis, lo consideré muy libre, al igual que a mi amigo Max. Pero aun así, para mí tenían algo que los diferenciaba completamente.

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AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora