51 - Somos Novios

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Después de salir del colegio, mi mejor amigo Max me pidió que le acompañe a comprar un par de zapatillas en el Jirón de la unión. Solo teníamos pensado buscar la zapatillas de su agrado un par de horas, porque se iban a preocupar en casa si nos demorábamos más de la cuenta.

—No me gusta —me dijo mirando insatisfecho el par de zapatillas que había tomado del mostrador—. Vamos a otra tienda.

—Se nos hará tarde —dije preocupado.

Comprar las zapatillas de Max estaba tomando más tiempo de lo que había imaginado. Ese día teníamos que regresar a casa temprano, ya que solo asistimos en la mañana para la actuación por el aniversario de nuestro colegio. Mamá sabía del aniversario, por eso se iba a preocupar si no regresábamos temprano.

—Listo, ya le dije que demoraremos —Me dijo guardando su celular de lo más fresco—. Ves, te dije que no te preocuparas por las puras, Caramel, todo está bien.

Decidimos entrar a un restaurante muy bonito y juvenil, ya que aún no habíamos almorzado. El restaurante era atendido por una señora guapa y por varias meseras jóvenes que a simple vista se notaba que no pasaban los veinte años de edad. Ellas iban vestidas con mandiles adornados con bombachos color rosa y unas faldas cortas con pliegues.

Cuando entramos al restaurante, me di cuenta que las meseras comenzaron a cuchichear entre ellas. Pude imaginar lo que estaban diciendo, ya que estaba acostumbrado a que las chicas se sintieran atraídas por mi amigo Max. Era seguro que cuchicheaban sobre él. Traté de no darle importancia al igual que Max, aunque supuse que no se había dado cuenta, ya que él solo le estaba prestando atención a la carta de platos. Aun así, Max era todo un experto ignorando a la gente cuando quería, especialmente a sus ex.

Después de elegir el lugar más alejado de la entrada, uno casi fuera de vista de los demás comensales, una radiante mesera se nos acercó para recibir la orden luego de habernos dejado la carta.

— ¿Se han escapado del colegio? —preguntó la mesera alegremente.

Ella era una chica de cabello largo, el cual sujetaba con un listón color lila, el mismo color del traje que utilizaba para trabajar. Ella se mostró sonriente, lo cual no me sorprendió porque era muy común que las chicas le sonrieran a mi amigo. Esa táctica, la de las sonrisitas tontas, ya la conocía de sobra. Cuando salíamos a lugares públicos y nos cruzábamos con grupitos de chicas, ellas se reían, lo miraban exageradamente y hacían comentarios directamente hacia él para llamar su atención: "Amigo, bonitas zapatillas", "a mi amiga le gustas"; decían entre otras cosas para empezar a hablar con Max. Algunas chicas se nos unían de la nada en el cine con lo mismo de siempre: Comentarios y sonrisas. Al final de la salida ellas cambiaban correos con Max.

Nuevamente se estaba repitiendo lo mismo al ver tan sonriente a esa chica que esperaba la respuesta de mi amigo para continuar la conversación que ella inició.

—Sí, nos saltamos las clases— respondió Max —. Es que la materia que nos tocaba es aburrida.

No era verdad. Nuestro colegio estaba en mes de aniversario, y normalmente lo celebrábamos en las mañanas. Era común llevar la secundaria en las tardes, por eso, a esa hora con nuestros uniformes parecíamos chicos que se habían saltado las clases.

—Que chicos malos. No deberían hacer eso —se acercó una mesera de cabello corto.

El restaurante era grande, por eso ellas se sentían seguras. La encargada, la jefa de ambas, no las podían ver por la ubicación alejada que habíamos elegido. Era una buena oportunidad para que esas chicas le sacasen el celular a mi amigo.

Estaba enojado con ellas y con Max por seguirle la corriente a las coqueterías de esas chicas. Max se mostraba amable, a diferencia de mí, quien estaba serio y cortante.

—Tengo hambre —dije friamente mirando la carta — quiero un Lomo Saltado. Y tú, Max, qué pedirás.

Las chicas, quienes se habían sentido en confianza, se perturbaron un poco por lo serio que me había puesto. Es que no era posible salir con mi amigo sin que apareciera alguna admiradora que arruinaba nuestras salidas. Max notó mi incomodidad, pero no me regañó por ser poco amable con las mesetas, al contrario, él me sonrió y luego se puso a reír.

—Miren, chicas, han hecho que se ponga celoso —dijo con su bonita sonrisa.

— ¡Qué! Nada de eso. Solo tengo hambre, además, tienes que comprarte las zapatillas. Ya se hace tarde.

—Chicas, discúlpenlo, lo que pasa es que los dos estamos en una cita, y se enoja cuando nos interrumpen.

— ¿Qué? —dijeron un poco perturbadas.

—Este chico de aquí y yo estamos en una cita —repitió susurrando como si estuviese revelando un secreto.

— ¿Ustedes son novios? —preguntó la chica de cabello corto sin poder creer lo que había dicho Max.

—Sí, pero es un secreto, nadie lo sabe.

— ¡No es verdad! —increpé ruborizado.

—Discúlpenlo, es solo que está nervioso.

—No se preocupen —dijo la chica del cabello corto tratando de ser amable—, hacen una bonita pareja.

— ¿Sí, verdad? Ya lo sabía. No saben lo difícil que fue enamorarlo. Hice tantas cosas para que aceptara salir conmigo, pero ahora está loquito por mí.

—No es verdad —dije tratando de guardar la compostura—. Yo tengo una linda novia y él tiene a... Ángel.

—No le crean —volvió a decirles ignorándome.

Las chicas se miraron sorprendidas en complicidad, como diciéndose que no podían creer lo que Max les decía. Al instante, la chica del cabello corto se retiró para atender a comensales que habían llegado y la chica del listón se quedó mirándonos un poco impaciente.

—Lamento haberlos interrumpido. Bien, entonces, que van a ordenar.

—También quiero un Lomo Saltado —respondió Max entregando muy tranquilo la carta.

Las chicas no dejaron de mirarnos disimuladamente durante el almuerzo. Algo me decía que ellas no le habían creído a Max y que lo habían tomado como una indirecta para alejarlas, lo cual era cierto. Max conversaba de lo más normal conmigo, pero yo no podía estar tranquilo en ese restaurante mientras seguían mirándonos.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora