48 - Cita de Enamorados

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Mi mejor amigo Max modelaba ropa para catálogos de conocidos centros comerciales. Él siempre me decía que la paga era buena, por eso podía darse el lujo de comprarse lo que quería. Suponía que su trabajo era conveniente, porque Max salía con alguien, así que ese dinero le podía servir para darle el gusto a sus noviecitas, aunque en ese entonces noviecito, ya que salía con Ángel, un chico.

Mi amigo Max había obtenido una manía luego de su primer sueldo: Ser tan generoso conmigo a tal punto de hacerme avergonzar. Cuando caminábamos juntos, y de repente se me antojaba una galleta, una gaseosa o cualquier golosina, él lo pagaba como si fuera mi padre. Por esa razón ya no quería comprar nada delante de él, ya que Max al final terminaba pagando las pequeñeces que se me antojaban pese a no permitírselo.

"Es que de verdad me pagan bien y tengo dinero", me decía cada vez que era bondadoso conmigo. Lo que temía era que la generosidad de Max me mal acostumbrase. Gracias a él por fin estaba logrando ahorrar dinero para un video juego de mano que mis padres no querían comprarme por la única razón de creer que ya tenía suficientes. Mi conciencia se retorcía de la culpa al darme cuenta que Max me iba a comprar un video juego.

Gracias a su maravilloso sueldo se daba el lujo de invitarme a salir a una "Cita de enamorados", como empezó a llamar a nuestras salidas de amigos. No me molestaba salir con Max porque me divertía mucho y porque también lo quería bastante, por eso nunca era un problema quedar a una hora para salir juntos. El verdadero problema era su noviecito Ángel, ya que cuando se enteraba que iba salir con Max, no tardaba en llamarme para decirme que yo era un quita novios y que no anduviese coqueteándole a su enamorado. Todo lo que me decía no me importaba. Max era mi mejor amigo desde mucho antes de que Ángel lo conociera, por eso no iba a dejar a Max. Yo siempre aceptaba salir con mi mejor amigo para molestar a Ángel a pesar de saber que me iba a someter a la bondad de Max en la "Cita de enamorados",

"Cita de enamorados." Esa forma de llamar a nuestras salidas de amigos era uno de los tantos disparates de Max, además, él estaba saliendo con un chico y yo salía con una chica muy linda que quería mucho: Cristal, mi amiga del colegio. "Cita de enamorados"... Mis mejillas se enrojecían cada vez que Max lo decía, ya que en todas las salidas él pagaba como si fuese el novio. Él me hacía sentir mal, como a una chica, porque las chicas no pagan las cuentas, sino los chicos.

—Creo que también voy a buscarme un trabajo — le dije cuando Max regresó a nuestra mesa con unas generosas porciones de pollo crocante y dos gaseosas.

—No necesitas trabajar ahora. Disfruta de la escuela porque luego de seguro será todo una pesadilla. Mi mamá ya me está preguntando qué carrera quiero seguir. Ella no para de repetir que debo estudiar todo el día. Olvidémonos de eso y comamos estas piezas de pollo que se ven bien deliciosas. Luego quiero ir a los juegos con Caramel.

—Pero es qué... — miré mis dedos para tratar de sacar cuentas—. Hoy es domingo, por eso todo está caro. Fuimos al cine y miramos una película en 3D, compraste dos porciones de cancha y gaseosas de las grandes, este lugar es caro y después tienes pensado ir a los juegos. Haces que me sienta mal. Has gastado por todo, y lo peor es que no puedo ayudarte porque antes de salir te dije que mamá no me había dado dinero...

—Es normal —me dijo mordiendo una deliciosa papa frita untada en crema —. El novio siempre tiene que pagar, y tú eres mi novia.

—Max, regresemos a casa, me siento mal — dije tratando de no hacerle caso.

—Te duele algo —preguntó preocupado.

—No, solo es el cargo de conciencia.

—No te compliques el día con cargos. Olvídate de todo eso, y come. Me gusta verte comer.

—No me veas comer por favor —le reproché mientras agarraba una crocante pieza de pollo.

Pese a mi negativa, terminamos en los juegos. Me frustré mucho porque todo se veía genial. La iluminación del lugar era increíble y los puestos de ventas eran realmente llamativos, de todos los colores. Lo que llamó mi atención, y Max se dio cuenta, fue ese gran aro gigante donde la gente gritaba mientras giraba velozmente. Muy a mi pesar, pero también aliviado, no pudimos subir, ya que habíamos comido. Los veloces giros de los juegos de seguro nos iban a provocar un accidente desagradable. Max prometió regresar conmigo la siguiente semana para arrasar con todos los juegos extremos.

—Te divertiste —me preguntó cuándo estábamos en la puerta de mi casa.

—Sí, gracias. Prometo pagarte, lo juro.

—Caramel, no sigas con lo mismo, eres mi preferido.

— Te pagaré aunque lo sea.

—Si tanto quieres pagarme, entonces págame con un beso.

— ¡Max! Esa no es la forma de pagar cuentas. Haces que me sienta como una mercadería de intercambio.

Él se acercó demasiado a mí, tanto que me hizo retroceder. Su cercanía me puso intranquilo porque dos hombre tan juntos no es bien visto por nadie. Si alguien nos veía en esa situación iba a pensar cosas que no eran. A él no le importaba, nunca le importó porque todo eran bromas.

—Las citas perfectas terminan con un beso —dijo.

— ¿Es como terminan todas tu citas?

Él no dijo nada, solamente tocó mi rostro y no demoró en rosas sus labios con mi frente.

—Espero que mi Caramel tenga dulces sueños.

Max me dejó en la puerta de mi casa con las mejillas sonrojadas y con un gran cargo de conciencia por el gasto que le había causado. Me sentía endeudado hasta los huesos por mi amigo porque esa no había sido nuestra primera "cita de enamorados" donde me había hecho sentir como una chica que le pagan todo.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora