Capitulo 7

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En el bachillerato, una de mis mejores amigas tuvo un novio, el cual tenía dinero. Después de clases, él solía ir a traerla, y una vez, él nos invitó a dar un paseo en su hermoso convertible gris. Me sentía como toda una niña adinerada, viajando con la capota del auto destapada, mientras mi pelo se agitaba con el viento. Incluso me puse los lentes de sol que había llevado ese día al colegio, por una obra teatral.

Lo había sentido como un sueño, porque ese tipo de cosas en mi vida, solo se daban en sueños.

Ahora volvía a experimentar el sueño, pero esta vez sentada al frente de un hermoso Subaru Legacy color gris. Dentro podía sentir el olor a pino y madera. El cuero de los asientos del auto era reluciente, y eran muy cómodos.

Viajamos en silencio, mientras el Subaru se movía por las calles con elegancia.

La forma de manejar de Matías era igual que su personalidad. Callada y tranquila. Apenas podía escuchar el motor rugir en la carretera.

-En la siguiente salida- le digo a Matías.

Me sentía tan tonta al sentirme apenada de saber que Matías conocería donde vivía, bueno, donde solía vivir. No era tan malo en comparación a otros complejos de apartamentos, pero tampoco era igual de lujoso que el apartamento de Matías.

-Aquí a la derecha- le indico a Matías –justo enfrente de esos edificios-

Matías parquea el auto, y Tito, que estaba afuera del complejo leyendo el periódico, mira el auto de Matías, mientras deja salir un silbido de asombro. Ya que el carro era polarizado, él no podía ver quien estaba dentro.

-Gracias- le digo a Matías con una sonrisa –que te vaya bien-

Matías miraba con disimulo el complejo de apartamentos. Al escucharme despedirme, sonríe.

Salgo del auto, y Tito al verme salir, me guiñe el ojo.

Bien, ahora piensa que soy una caza fortuna, que no viene al caso.

-Adiós- le digo a Matías. Cierro la puerta de su auto con delicadeza, como si el auto fuera igual de frágil que un adorno de porcelana.

-¿Encontraste al príncipe?- me dice Tito mientras eleva una ceja.

El carro de Matías aún sigue parqueado.

-Ya quisiera que este fuera un cuento de hadas- le digo a Tito mientras camino dentro del complejo.

Camino sin mirar atrás, ya dentro, escucho el suave rugir del motor, y las llantas comenzar avanzar por el asfalto.


Dormí casi toda la tarde, cuando desperté, ya estaba oscuro afuera. El gato de la vecina ya había emigrado a su casa, y la brisa nocturna se comenzaba a filtrar tras las cortinas de mi ventana.

Mi estómago rugió fuerte, como si un león habitara dentro de mí. Y luego recordé que no era un león lo que habitaba dentro, sino un feto que se comenzaba a formar de mis huesos y sangre.

Fui a la refrigeradora. Encontré queso, jamón y lechuga. Decidí hacerme un emparedado.

Mientras me prepara el emparedado, mi celular sonó. Lo saque de mi cartera. Ana llamaba.

-Hola- le dije a Ana mientras contestaba la llamada en altavoz.

-Hola Josie- escuche en unísono el saludo de Ana y Cecil.

-¿Qué tal te fue en el centro de adopción?- pregunta Ana.

Comienzo a prepararme el emparedado, untándolo de mayonesa y mostaza.

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora