Capitulo 29

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Las últimas semanas han sido tan difíciles.

Apenas tengo ánimos de levantarme de la cama, de bañarme y de comer.

Ya que aún no podía costearme un apartamento propio, la familia de Cecil me dejo quedarme con el cuarto de unas de las primas de Cecil, que hace poco se había marchado a los estados unidos. Aunque ellos no querían cobrarme, yo les digo algo de dinero por el mes que estaría aquí.

Sabía que estaba complicando todo, pero no podía estar con Matías.

Vi Matías por última vez, la noche en que me marché. Él no dijo nada cuando le dije que me marchaba, que había un taxi esperando por mí. Se quedó sentada en el sillón como si fuera una estatua. Cuando subía al ascensor, él llegó rápidamente antes de que se cerrarán las puertas. Me acompañó hasta la entrada y lo único que dijo fue:

<<-Si hay algo que necesites, házmelo saber->>

Cerró la puerta del taxi, y lo vi tras el espejo retrovisor, mientras se desvaneció de mi vista.

No he llamado, él tampoco.

Pienso en él todas las noches, especialmente cuando el bebé me patea. Siento que busca por él, pero se rinde cuando se da cuenta que él no aparecerá.

Me alimento, porque sé que el bebé lo necesita, pero si fuera sólo yo, me quedaría encerrada en el cuarto, sin comer ni beber nada.

Estaba extremadamente deprimida.

-Josie, la comida vino. Sal a comer- me hace saber Cecil.

Salgo arrastrando los pies del cuarto y me siento en el sillón. Soy casi como un muerto, hasta luzco como uno.

-¿Ha llamado?- pregunta por enésima vez Cecil.

Las primas de Cecil, las que aún vive con ella, también esperan por mi respuesta. Tuve que contarle toda la historia, ya que me la pasaba llorando todo el tiempo, y ellas, por no decir otra palabra, eran muy curiosas.

-No, y no lo hará-

Todas suspiraran decepcionadas.

-¿Por qué no lo llamas tú?" me pregunta Magda, una de las primas de Cecil.

-Porque soy demasiado orgullosa- intento sonar dura, pero mi voz suena demasiado débil y triste.

Sé que no debería resentirlo, porque fui yo quien terminó todo. Pero me duele saber que no ha llamado para preguntar cómo está el bebé.

Como sin ganas la pasta que ordene para la cena. Ya ni la comida italiana me alegraba.

-Josie, el amor no es como una vela que se apaga cuando tú quieres. Si lo amas deja que suceda- me dice Cecil, la voz de mi conciencia, a quien rara vez haga caso.

-No es fácil Cecil. Sé que no puedo explicarlo en palabras, pero es mejor así. Nadie muere de amor-

-Piénsalo bien Josie- dice Magda -podrías ser la primera-

No le hago caso a sus palabras, y sigo comiendo por inercia.


Otra semana pasa en lo que me encuentro más miserable.

Nada de Matías. Bueno, me escribió un mensaje para preguntarme el progreso del embarazo. Le respondí que todo bien, y el respondió con un simple me alegro. Pero eso no me es suficiente. Necesito escuchar su voz.

Dejo el teléfono a un lado cuando veo que Matías no escribe nada más.

Me recuesto en la cama y cierro los ojos.

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora