Capitulo 5

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Me quedo toda la noche en vela pensando en lo que hare. Y para cuando el reloj marca las cinco de la mañana, tengo un plan.

Voy al baño a darme una ducha.

Mientras me miro en el espejo, noto un brillo peculiar en mi rostro, que a pesar de que tengo ojeras por pasar despierta toda la noche, y mis ojos están inyectados en sangre. Mi piel parece brillar.

Mis ojos bajan hasta mi vientre. Mi vientre que por el momento se encuentra plano y definido, y mi envidiable cintura de avispa, que en unos meses seguro y parecerá más a la forma de un panal.

Con el ceño fruncido, entro a la bañera, y me doy una rápida ducha.

Cuando salgo del baño, encuentro a las chicas preparando el desayuno.

Les sonrió, a pesar de que es lo menos que quiero hacer.

-Te prepare un tortilla de huevo- me dice Cecil -¿quiere té?-

-Gracias Cecil, pero la verdad es que no tengo hambre-

-Josie...-me detengo de seguir caminando hacia mi cuarto –tienes que pensar en el bebé- me recuerda Cecil.

Sonrió avergonzada, y asiento, sintiéndome muy mal por evitar alimentar al bebé.

-Solo iré a cambiarme- les digo a las chicas.

Ya cambiada, me siento a la mesa con las chicas, mientras desayunamos en silencio.

Luego de un silencio eterno, Ana rompe el hielo, y me pregunta.

-¿Ya sabes que es lo que harás Josie?-

Suspiro y asiento, mientras sigo comiendo la tortita de huevo, a pesar que me sabe mal.

-Voy a darlo en adopción, ese es plan al futuro. Por ahora, tengo que ausentarme del estudio durante los nueve meses- aunque Cecil y Ana intentan no mirarme con pesar, no lo consiguen –pero no voy a decirle a María que voy ausentare porque estoy embarazada, sino, porque tendré una cirugía, y que necesito una incapacidad de un año. Lo pensé, y si le decía ocho, ella sospecharía- Cecil y Ana asienten –y creo que iré a vivir con mamá, mientras el embarazo pase-

-Pero, ¿tú trabajo de tarjetas? Sabes que eso te da bue dinero Josie-

Lo había pensado, y a pesar que tenía la confianza sufriente para decirle a Margarita que estaba embarazada, ese dinero no sería suficiente como para lograr pagar el alquiler del apartamento, al igual que todos los suplementos que necesitare para el embarazo, y las consultas médicas.

-Chicas, ya que no tendré trabajo en el estudio, no tendré dinero suficiente para pagar el alquiler. Lo mejor es que regrese con mamá-

Aborrecía la idea, ya que el día que me marche del pequeño pueblo en que crecí, me prometí no regresar, porque sabía que tendría éxito en la ciudad como bailarina de ballets.

-Me encantaría que pudieras quedarte conmigo Josie- me dice Ana –pero sabes que vivo en una caja de ratón, con la compañera de cuarto más gruñona del mundo-

-Y yo también te ofrecería mi casa, pero, sabes que vivo con la mitad de la familia de papá- me dice Cecil.

-Está bien chicas, no se preocupen. Estaré bien con mamá-

Ellas asienten, y regresan a la comida.

Es Ana quien de nuevo rompe el silencio.

-¿Le dirás al chico?- pregunta con curiosidad.

-No Ana- le digo con convicción –seguro él ya se olvidó de mi por completo. Y de todos modos no voy a quedarme con el bebé-

Ana asiente, y su interrogatorio se termina.

A pesar de que me siento un poco más reconfortada al saber que tengo un plan, la carga en mis hombros no disminuye. Sé que estaré en paz y tranquilidad, hasta que expulse a este bebé de mi vagina, y se los entregue a unos padres responsables, que sepan darle el amor y el cuidado que este bebé necesita.

Fue fácil convencer a María de que tendría una cirugía, gracias a la constancia médica falsa que el amigo de Ana me vendió. Lo malo era que tenía veinte dólares menos en mi cuenta bancaria, y necesitaba ahorrar lo más que pudiera.

Luego de despedirme de las chicas, y del estudio por todo un año, tome un autobús que me llevara hasta un centro de adopción.

Intento no pensar en nada camino al centro de adopción. Me pongo mis audífonos, y dejo que la suave voz de Sade invada mis oídos. Había algo en la música de Sade que me daba paz interior.

El centro de adopción quedaba en el centro de la ciudad. Por lo que las calles estaban atestadas de gente, que iban y venían. Esta era una de las razones por las que odiaba el centro de la ciudad, porque siempre parecía un hormiguero, con gente por doquier, y de todo tipo.

Me asegure tener mi cartera cerrada y bien pegada a mi lado.

El edificio del centro de adopción era un lugar pintado de un marrón claro, con balcones de hierro y un pórtico antiguo. El edificio también era antiguo, y las paredes estaban agrietadas, por lo que no me dio buena espina. Dentro del edificio, la historia cambiaba. Estaba pintado de un blanco hueso. Casi se asemejaba a la sala de espera de un hospital, y hasta olía a alcohol etílico.

-Buenos días señorita- me saludo la recepcionista -¿Qué desea?-

-Sí, yo, desearía dar mi bebé en adopción- lo dije tan bajo, sintiéndome observada por todos en la sala.

La mujer no se escandaliza, y solo me entrego un formulario.

-Llene este formulario, y luego será llamada por un personal de servicios sociales-

Me siento junto a una mujer que parecer tener un embarazo muy avanzado. Es mucho más joven que yo, quizá unos dieciocho años. Mira su celular despreocupada, mientras mastica chicle.

Suspiro, y sin pensarlo más, comienzo a completar el formulario. 

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora