Matías tiene una rutina. Se levanta a las seis de la mañana, se baña, se cambia, toma café, come una barra nutritiva, y se va al trabajo. Regresa a casa a las ocho de la noche, se prepara la cena, mira la televisión por un par de horas y luego se va a la cama. Hace esto todo los días, sin cambiar el orden.
Yo intento pasar lo menos percibida. Desayuno luego que Matías se marcha al trabajo, miro televisión una hora, y luego salgo a correr al parque cercano a los apartamentos. Me baño, me visto, y voy a la floristería.
Unas de las amigas de mamá tiene un tienda de arreglos florarles en la ciudad, por lo que le pregunte si podía trabajar con ella por la temporada, y ella dije que le serviría la ayuda. Tuve que decirle que estaba embarazada, y me felicito. No quise decirle la verdad.
Salgo de la floristería a la cinco, y regreso al apartamento. Salgo a correr de nuevo, me baño, ceno, y para cuando Matías regresa a casa, yo ya estoy acomodada en mi cama, lista para dormir.
No sé si Matías se ha dado cuenta que lo evito, y no quiero que parezca así. Pero él es persuasivo, y sé que lo presiente. Es por eso que solo me habla para darme los buenos días y las buenas noches.
Me he dado cuenta, que rara vez Matías saca a pasear a Omega, y es un perro con mucha energía, por lo que una noche, en la que Matías está en la sala mirando la televisión, salgo del escondite de mi cuarto, para preguntarle a Matías si puedo sacar a pasear a Omega en las mañanas.
Soy tan silencia, que Matías no nota que entro a la sala. Cuando me ve llegar, rápidamente parece limpiarse las lágrimas que caían de sus ojos. Sus ojos están irritados.
-¿Necesitas algo Josie?- pregunto con una sonrisa.
No si debería preguntarle primero si algo le sucede, o seguir con la pregunta de Omega.
Me decido por lo último. Nunca he sido muy buena para consolar a los demás.
-¿Quería preguntarte si puedo sacar a pasear a Omega?-
Un enorme impulso de ir a su lado y abrazarlo embarga mi interior, pero me retengo. No es mi lugar hacer eso.
-Claro- dice contento –eso le encantaría- asiento y sonríe.
-Bien, gracias-
<<Pregúntale si le sucede algo, pregúntale>>
-Buenas noches Matías-
-Buenas noches Josie-
<<Eres el peor ser humano que existe en la tierra>>
Estoy en mi tercer mes de embarazo, y mi estómago comienza abultarse. Es mínimo, pero puedo comenzar a notarlo.
-Allí esta nuestro bebé- dice la doctora –buen latido de corazón, y buen desarrollo de sus extremidades, aun no se puede notar el sexo sin embargo-
-No quiero saberlo- le digo a la doctora –que sea una sorpresa para los papás- la doctora sonríe y asiente.
-Aquí está la ecografía del tercer mes- me entrega las raras fotos del feto –y el seguimiento para los registros de adopción- firmo la asistencia –y nos vemos el otro mes-
Matías no pudo acompañarme esta vez, debido a que tuvo que viajar fuera del país por su trabajo. Pero se aseguró de que un taxi fuera a recogerme al apartamento.
Al salir de hospital, me sentía hambrienta, como siempre solía estarlo ahora que estaba embarazada.
No estaba cien por ciento segura, pero parecía ser que el estar embarazada había desarrollado mucho más mi sentido del olfato. Podía oler comida a kilómetros de distancia, y en esta oportunidad, podía oler el delicioso aroma de pan dulce recién hecho.
Como abeja atraída al panal, camine hasta una panadería. En el mostrador de vidrio, estaban en venta un par de donas glaseadas con chocolate.
-¿Desea algo señorita?- me pregunto la persona tras el mostrador.
-Si. Quisiera una dona, por favor, y también chocolate caliente-
Fui a una mesa a esperar por mi merienda. Llame a mamá y le hice saber que todo había ido bien con la doctora.
Y sin darme cuenta de nuevo, mientras hablaba con mamá, me había devorado tres donas, y había bebido dos tazas de chocolate caliente.
Resignada, salí de la panadería, antes de dejarlos sin donas que vender.
Ese día corrí el doble, y llegue a casa directo a la cama, sin importarme de bañarme o de cambiarme de ropa incluso.
Al día siguiente, me sentí recargada de energía, pero vacía de comida.
Para mi mala suerte, pero no para la del bebé, Matías había ido al supermercado y había comprado pudin de chocolate y de vainilla. Era algo que encontraba adorable en él, porque a pesar de que era un hombre adulto, aun comía pudin y cereal de Lucky Charms con leche fría.
-Uno- me repetí a mí misma, y al bebé.
Hasta el momento, mi día iba viento en popa. Pude ganar un poco de dinero extra debido a un arreglo de última hora, y había comido según la dieta alimenticia de una embarazada. Pero en la noche, todo pasó de ser color de rosas, a una completa pesadilla.
-Maldita sea- dije, cuando vi todos los contendedores plásticos de pudin vacíos, dos envolturas de panecillos rellenos, y un vaso alto que contenía jugo de naranja, vacío.
Estaba intentado subir el peso reglamentario, no quería quedar como un hipopótamo luego del embarazo, pero a este ritmo, era seguro que ya había aumentado más de diez libras.
Y como toda una berrinchuda, comencé a llorar, como si fuera una niña de diez años.
Matías llego a casa de su viaje, y me encontró sentada en la mesa de la cocina, llorando como magdalena.
-¿Qué sucede?- pregunto preocupado, llegando con precisión a mi lado.
Hizo a un lado los cabellos sueltos que cubrían mi cara.
Era muy malo hacerle esa pregunta a una chica cuando tenía una crisis de estética.
-Estoy comiendo como ballena- le dije a Matías con lamento –estoy poniéndome gorda, y la ropa ya no me queda- las lágrimas caían de mis ojos como lluvia torrencial.
-Josie- dijo con lamento Matías, mientras con la yema de sus dedos limpiaba las lágrimas de mi mejillas –sé que es difícil, pero...-
-¿Difícil?- lo corto a media oración –para ti es fácil decirlo, ¿no?, porque tú solo miras como me pongo gorda. Tú, sigues con tu vida como si nada, mientras que yo tengo que dejar en pausa mis planes, para expulsar a un ser humano, de un orificio diminuto. Si Matías, es difícil, y nada de lo que hagas o digas, cambiara eso-
Me levanto de la mesa furiosa, dejando a un Matías lleno de pesar y culpa.
Me encierro en el cuarto, y lloro hasta quedarme dormida.
Despierto el día siguiente con los ojos hinchados y pesados.
Matías ya se ha marchado a su trabajo, pero ha dejado algo en la mesa, junto con una nota.
<<Leí anoche acerca de la dieta de las mujeres en gestación, y el peso que deben subir cada mes. Creo que esta información puede ayudarte. Imprimí la dieta diaria. Espero que te ayude.
Y lo siento Josie, de verdad me encantaría poder hacer más por ti>>
Bien, ahora Matías me hacía sentir culpable.
-Malditas hormonas- digo alto, mientras con rabia ato mi cabello en una coleta alta.
Si por mi fuera, no comería el desayuno que Matías me dejo preparado según la dieta. Pero el bebé la necesita, así que por él, decido comerla.
Se llega la noche, y una vez más, Matías y yo volvemos a ser extraños, habitando bajo el mismo techo, debido al error que crece en mi estómago.
Mientras me lavo los dientes, puedo ver en el espejo la redondez de mi vientre.
-Parasito- repito de nuevo con de desdén de furia.
ESTÁS LEYENDO
El verde de tus ojos
RomanceJosie Lisboa nunca se imagino que su vida daría un giro de trecientos sesenta grados, la noche en la que decidió pasarse de copas con sus amigas. Al día siguiente, despierta completamente desnuda en los brazos de un desconocido. Josie deja atrás ese...