Capitulo 11

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La ropa que mamá me envía, llega al siguiente día. Por lo menos esta chica tiene buen gusto, muy parecidos a los míos. La mayoría de la ropa es de colores pastel y tonos claros. Hay vestidos, blusas y pantalones con elástico.

Este día decido vestir un vestido camisero color crema. No acentúa mi figura, pero esconde un poco la barriga.

Es un día agotador en la floristería, apenas y tengo tiempo para sentarme. Al final del día, termino con los pies adoloridos, y con mucho sueño, y claro, tengo hambre, tengo antojos de una lasaña de carne, con queso en abundancia y salsa blanca.

Antes de ir al apartamento, voy al supermercado, y busco los ingredientes necesarios para la lasaña.

Llego a casa, y dejo que Omega entre. A veces este lugar parece demasiada legumbre. Extrañaba la risa de los niños al jugar fuera de mi antiguo complejo, o las pelas que tenía la pareja de ancianos de la par. Se quejaban porque no se escuchaban entre ellos, a veces por quien vería la televisión, y otras veces porque el café estaba demasiado dulce o amargo.

A pesar de que este era un bonito lugar para vivir, a veces era demasiado triste.

Preparo la lasaña para dos. No he sido mi mejor versión estos días, y Matías ha tenido que soportar mis arranques de enojo. Sé que no debería descargarme con él, pero al no poder hacerlo solo conmigo misma, el único más cercano es él.

A veces pensaba que era mejor que me fuera a vivir con mamá.

Deja la lasaña dentro del horno, y decido darme una ducha rápida.

Cuando salgo del baño, me encuentro a Omega ladrándole a la cocina.

Se ha formado una nube de humo, lo que me indica que hay problemas.

-Mierda- digo corriendo con precisión hacia la cocina.

Abro el horno, y la nube de humo me impacta en la cara. Saco la lasaña quemada del horno, y luego con una toalla comienzo a dispersar el humo. La alarma de incendio comienza a sonar.

Subo a la barra de la cocina, para apagar la alarma.

Cansada, decepcionada y con hambre, me dejo caer en el piso, y comienzo a llorar.

Cuando Matías llega al apartamento, me encuentra llorando en el piso, mientras su cocina parece ser el cráter de un volcán.

-¿Josie que sucede?- me pregunta preocupado, acercándose a mí.

-Se quemó la lasaña, casi incendio tu apartamento, y tengo hambre-

Estoy llorando, pero esta vez no furiosa, si no con pesar, con tristeza.

-Está bien, podemos arreglarlo- me dice con una sonrisa, mientras limpia las lágrimas de mi cara con delicadeza.

-Ya no hay más salsa, ni queso- parezco una patética niña de diez años haciendo un berrinche.

-Iré a comprarlo. No te preocupes- se aleja de mí y yo lloro más fuerte.

<< ¿Por qué estoy siendo tan patética?>>

-No te vayas- le digo casi en un grito

Matías se debate que hacer. Si ir por la salsa y el queso, o quedarse conmigo.

Yo tomo esa decisión por él, y me acerco enredando mis brazos en su cuello y abrazándolo con fuerza. Él me regresa el abrazo y besa la coronilla de mi cabeza. Yo no hago más que llorar y abrazarlo.

-¿Puedes cargarme?- le digo sintiendo la necesidad de tenerlo más cerca.

El me impulsa hacia arriba y yo enredo mis piernas en su cintura. Mi estómago aún no ha crecido lo suficiente, y todavía es posible que el me cargue. Yo escondo mi cara en su cuello y siento su aroma.

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora