La ropa que mamá me envía, llega al siguiente día. Por lo menos esta chica tiene buen gusto, muy parecidos a los míos. La mayoría de la ropa es de colores pastel y tonos claros. Hay vestidos, blusas y pantalones con elástico.
Este día decido vestir un vestido camisero color crema. No acentúa mi figura, pero esconde un poco la barriga.
Es un día agotador en la floristería, apenas y tengo tiempo para sentarme. Al final del día, termino con los pies adoloridos, y con mucho sueño, y claro, tengo hambre, tengo antojos de una lasaña de carne, con queso en abundancia y salsa blanca.
Antes de ir al apartamento, voy al supermercado, y busco los ingredientes necesarios para la lasaña.
Llego a casa, y dejo que Omega entre. A veces este lugar parece demasiada legumbre. Extrañaba la risa de los niños al jugar fuera de mi antiguo complejo, o las pelas que tenía la pareja de ancianos de la par. Se quejaban porque no se escuchaban entre ellos, a veces por quien vería la televisión, y otras veces porque el café estaba demasiado dulce o amargo.
A pesar de que este era un bonito lugar para vivir, a veces era demasiado triste.
Preparo la lasaña para dos. No he sido mi mejor versión estos días, y Matías ha tenido que soportar mis arranques de enojo. Sé que no debería descargarme con él, pero al no poder hacerlo solo conmigo misma, el único más cercano es él.
A veces pensaba que era mejor que me fuera a vivir con mamá.
Deja la lasaña dentro del horno, y decido darme una ducha rápida.
Cuando salgo del baño, me encuentro a Omega ladrándole a la cocina.
Se ha formado una nube de humo, lo que me indica que hay problemas.
-Mierda- digo corriendo con precisión hacia la cocina.
Abro el horno, y la nube de humo me impacta en la cara. Saco la lasaña quemada del horno, y luego con una toalla comienzo a dispersar el humo. La alarma de incendio comienza a sonar.
Subo a la barra de la cocina, para apagar la alarma.
Cansada, decepcionada y con hambre, me dejo caer en el piso, y comienzo a llorar.
Cuando Matías llega al apartamento, me encuentra llorando en el piso, mientras su cocina parece ser el cráter de un volcán.
-¿Josie que sucede?- me pregunta preocupado, acercándose a mí.
-Se quemó la lasaña, casi incendio tu apartamento, y tengo hambre-
Estoy llorando, pero esta vez no furiosa, si no con pesar, con tristeza.
-Está bien, podemos arreglarlo- me dice con una sonrisa, mientras limpia las lágrimas de mi cara con delicadeza.
-Ya no hay más salsa, ni queso- parezco una patética niña de diez años haciendo un berrinche.
-Iré a comprarlo. No te preocupes- se aleja de mí y yo lloro más fuerte.
<< ¿Por qué estoy siendo tan patética?>>
-No te vayas- le digo casi en un grito
Matías se debate que hacer. Si ir por la salsa y el queso, o quedarse conmigo.
Yo tomo esa decisión por él, y me acerco enredando mis brazos en su cuello y abrazándolo con fuerza. Él me regresa el abrazo y besa la coronilla de mi cabeza. Yo no hago más que llorar y abrazarlo.
-¿Puedes cargarme?- le digo sintiendo la necesidad de tenerlo más cerca.
El me impulsa hacia arriba y yo enredo mis piernas en su cintura. Mi estómago aún no ha crecido lo suficiente, y todavía es posible que el me cargue. Yo escondo mi cara en su cuello y siento su aroma.
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El verde de tus ojos
RomantizmJosie Lisboa nunca se imagino que su vida daría un giro de trecientos sesenta grados, la noche en la que decidió pasarse de copas con sus amigas. Al día siguiente, despierta completamente desnuda en los brazos de un desconocido. Josie deja atrás ese...