Capitulo 30

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Matías se disculpa conmigo, y sale de la habitación.

A la bebé se la han llevado ya de mi cuarto.

No pude evitar sentir un enorme vacío. Me sentido muy sola.

Escucho ruidos a lo lejos, pero luego de cuatro horas de parto, lo único que mi cuerpo quería era descansar.

Cierro los ojos, y caigo en un sueño profundo, que me hace soñar con un bebé de cabello rizado, y ojos verde menta.

Me levanto cuando la ventana filtraba la luz de la luna.

Estaba desorientada. No sabía que horas eran, ni que día.

Era mejor así. No tendría presente esta fecha en mi calendario.

Miro al lado y, veo a Cecil dormida en el sillón. No quise despertarla.

Intente volver a dormir, pero me fue imposible. Tenía tantas cosas en las que pensar. Me preguntaba a donde estaba Matías, si los padres adoptivos de la bebé sabían que ya había nacido, si Matías vio a la bebé, si se parecía a mí o a él. Y si Matías me odiaba.

Una enfermera llegó con una bandeja de comida minutos después. No toque nada, no tenía ánimos de comer.

La trabajadora del servicio de adopción me llamo y me dijo que llegaría dentro de una hora.

No pude evitar sentir un nudo en la garganta.

Tenía que llamar a Matías, él necesitaba firmar los papeles de consentimiento. Pero no lo hice, no quise llamarlo.

Tenía que levantarme de la cama o explotaría. Mi mente maquinaba más rápido que el motor de un carro.

Salí de la habitación y vague por los pasillos sin saber a dónde me dirigí. Y para mi sorpresa termine en el área de los neonatos.

Esto era una mala idea, muy mala idea. Pero necesitaba verla, sola una vez.

Camine despacio hacia la vitrina del cuarto donde tenían a los bebés.

Había tantas mantas rosa que no logre distinguir a mi bebé al principio.

Una enfermera entró y cuando me vio parada al otro lado me hizo señas para que entrará.

-Aquí está su nena- me dijo cuándo entre -es una pena que no vaya a quedársela. Usted y el chico parecían muy unidos. Y es lo que un bebé necesita, una familia unida- sólo sonrío -véala, es divina, y apenas llora- se aleja a otras incubadoras y me deja sola con la bebé.

La bebé está dormida placenteramente con las manos hechas puños. Tiene una linda boquita rosada en forma de corazón y pestañas largas, iguales a las mías.

-Hola bebé- noto que mis ojos se humedecen -yo soy, tu enfermera personal- me limpió los ojos de las lágrimas -me alegra saber que estas bien. Me diste un susto cuando vi que vendrías al mundo antes de tiempo. Pero los doctores nos aseguraron que estas bien, y muy sana- la contemplo mientras ella mueve su boquita –Matías, él...- se me rompe la voz -él te ama, perdónalo si no viene, pero es que está triste- me pongo a llorar y comienzo a sollozar, lo que hace que la bebé se despierte.

Alarmada busco por la enfermera, pero se ha marchado.

La bebé comienza a dar pequeñas gemidos y luego comienza a llorar. Rápidamente me acerco más a la incubadora y comienzo a tararear una canción. A la bebé parece agradarle, así que cantó para que se tranquilice.

-Debería haber hecho una lista, para hacerle saber a tus papá que te gusta comer-

Estoy a punto de despedirme y marcharme para hacer la lista cuando, la bebé abre los ojos.

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora