Capitulo 10

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Ahora en definitiva, mi ropa ya no me quedaba. Solía ser talla uno, y ahora seguro era talla tres o cuatro. Ahora solo me quedaban mis vestidos rectos. Pero para mi suerte, no tendría que invertir en ropa de maternidad, ya que la hija de la vecina de mamá, acababa de tener un bebé, y estaba dispuesta a donarme su ropa de maternidad. El dilema seria, cuando mamá la enviaría. Estaba tan llena de eventos sociales, que apenas y le quedaba tiempo para respirar.

-¿Y qué tal todo?-

Estoy al teléfono con mamá que hasta ahora, no ha parada de hablar de los chismes del barrio.

-Bien. Completamente redonda-

No me entretenía mirando mi barriga, pero muchas veces, mientras peinaba mi ondulada cabellera, me cruzaba con la imagen de mi vientre redondo. Era un trauma para mí, pero a la vez me parecía impresionante como mi cuerpo se comenzaba adaptar al embarazo.

-Espera a sentir el dolor en la espalda y los pies hinchados- dice mamá con pesar.

Como si no me sintiera ya lo suficientemente sofocado con lo del peso.

-Querrás pasar acostada todo el día- escuchó que hay clic.

-Mamá, ¿sigues comiendo comida precalentada? Te he dicho que eso da cáncer-

-Sabes que soy una mala cocinera. Tú eras quien siempre cocinaba-

Y hacia prácticamente todo en la casa. Se sentía casi como si yo fuera la adulta de la casa, y no mamá.

-Hablando de otro tema, ¿Cómo está el chico? No recuerdo su nombre-

-Matías- le digo rondando los ojos. Le he repetido su nombre como unas veinte veces -está bien. Está trabajando-

Escucho como el microondas anuncia que la comida ya está lista.

-¿Sabes qué otra cosa sucede durante el embarazo?- noto ese tono de picardía en la voz de mamá

-estas muy caliente todo el día, y no me refiero a caliente por el calor, si no por sexo- ríe con picardía.

-Mamá, para. Ni con tu hija embarazada a los veintitrés puedes hablar con sensatez-

Estaba irritada, y no necesitaba que mamá me recordara el sexo. Fue por el sexo que termine donde estoy.

-Pero es cierta hija. Búscalo en Internet, verás que es cierto-

Suspiro con fastidio, y creo que mamá se ha dado cuenta que no estoy de humor para bromas, por lo que deja el tema del sexo a un lado.

-¿Cuándo enviaras la ropa?-

Antes de responderme, escucho que enciende la televisión, y sé que es el canal de chismes de famosos. Es lo que mamá mira por las mañanas.

-Hoy mismo. Pienso ir hacer unas cosas al centro del pueblo-

-Bien. Háblame cuando las hayas enviando, y procura no comer comida precalentada-

-Lo haré. Te amo hija. Y cuidado con la serpiente de un solo ojo- dice entre risas.

-Te amo, adiós- cuelgo la llamada.

Estaba haciendo unas invitaciones de quince años que me habían encargado, cuando el teléfono fijo del apartamento, comenzó a sonar.

Al principio me asuste, porque no sabía que Matías tenía una línea fija, ya que nadie solía hacerlo. Luego dude si contestar o no. No estaba segura de quien seria, y si Matías le había dicho alguien del embarazo. Por lo que preferí que la llamada se fuera al buzón.

El mensaje de la contestadora sonó, y luego grabo el mensaje de la persona que llamaba.

<<Hola Matías, es Danely. Estuve llamado a tu celular, pero quizá lo tienes apagado. Estoy en la ciudad, y quería saber si quieres ir a cenar conmigo a nuestro restaurante italiano favorito. Tienes que ponerme al día de lo del embarazo, y lo de tu papá...>>

La máquina no graba lo demás, y la chica se queda a medias.

<< ¿Danely? Porque ese nombre me resulta familiar>>

Mi enojo hacia Matías crece más, debido a que él puede darse el lujo de tener citas, en cambio yo, tengo que estar ausente de citas, hasta que el pequeño monstro que se alimenta de mi sangre y huesos, salga de mi interior.

Esa noche, Matías rompe su rutina, y llega al apartamento pasadas las diez de la noche a casa.

No quiero imaginarme lo que estuvo haciendo con esa chica, pero no puedo reprimir el sentimiento de celo que me invade. El sexo con Matías, seguro que es bueno. Por lo menos es lo que mi cuerpo recuerda vagamente.

Aparte de comer y dormir, lo que más hago es hacer pipí. Me levanto por lo menos tres veces en la noche al baño.

Estoy medio dormitada cuando salgo de mi cuarto, y me dirijo al baño. Abro la puerta, y para mi enorme sorpresa, Matías está dentro, solo con una toalla alrededor de su cintura, con el pelo húmedo.

Es una maldita visión placentera, y a mi libido y a mis pezones les encanta esa visión.

-Diablos- digo cuando me doy cuenta que esto no es un sueño húmedo –perdón-

No le doy tiempo a Matías de que hable, mis largas piernas caminan a paso apresurado hasta mi cuarto, pero luego me recuerdo que mi vejiga está a punto de explotar, y necesito con urgencia el baño. Así que me doy la vuelta, y regreso al baño.

La puerta del baño se abre, y Matías sale, con una bata puesta, lo que decepciona a mi libido.

-Lo siento- dice Matías apenado –no sabía que...-

-No lo sientas, es tu casa, no la mía, podrías andar desnudo si quisieras-

No dejo hablar a Matías, y entro al baño.

Me siento en la taza del baño, y vacío mi vejiga.

Mamá tenía razón. Nunca en mi vida me había sentido tan excitada como lo hago ahora, y lo peor de todo, es que no puedo obtener lo que quiero, porque Matías no es mío, y no puedo exigirle nada.

Esa noche sueño con ojos azules, y manos grandes. 

El verde de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora