Sentado en su consultorio, Joshua recreaba en su mente una y otra vez el beso compartido con Harmony

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentado en su consultorio, Joshua recreaba en su mente una y otra vez el beso compartido con Harmony. No había sido ético ni responsable besar a una paciente, y menos estando ella todavía internada en el hospital, pero no conseguía sentirse culpable y mucho menos arrepentirse, en cambio, sabía que lo iba a hacer de nuevo apenas la viera otra vez. La suavidad y dulzura de sus labios lo hacían sentir embriagado, y la chica lo fascinaba de una forma que ni siquiera podía explicar.

Un llamado a la puerta interrumpió sus pensamientos y luego la cabeza de su hermano asomó por esta cuando se abrió.

—Oye, ¿puedo pasar? —preguntó Nate, aunque igual entró antes de que Joshua respondiera.

—Idiota, no sé para qué preguntas si de todos modos vas a entrar —respondió con una sonrisa. Se dieron un corto abrazo y Josh lo invitó a sentarse—. Asumiré que estás aquí porque reconsideraste la idea de visitar a papá.

—Y no sabes cuánto me arrepiento.

—Eso quiere decir que ya lo viste —afirmó más que preguntar, pues el gesto de su hermano solo podía significar dos cosas: o acababa de morder un limón muy ácido, o se había encontrado con su padre. Eligió la segunda opción, ya que era de Aaron de quien hablaban.

—Prefiero no hablar del asunto, ser el caso perdido no es muy reconfortante —declaró Nate y Josh pudo detectar cierto rencor en su voz.

—No lo tomes como algo personal, para papá nadie nunca será suficiente, no pienses que eres el único receptor de sus críticas, yo tengo que escucharlo a diario decirme cómo algunos otros médicos de la clínica lo hacen mejor que yo, o cómo debo esforzarme más para parecerme a este o aquel.

—Eso es una mierda, lo sabes, ¿verdad? Tú eres maravilloso en lo que haces, yo nunca habría podido alcanzar ese nivel de pasión por la medicina.

—Creo que cada uno de nosotros es bueno en lo que hace, sin importar qué tan alejadas estén nuestras profesiones una de la otra. Tú eres un músico excelente y yo soy tu mayor fan.

—Por favor, no te lances sobre mí ni me pidas un autógrafo —bromeó Nathan y la tensión desapareció del ambiente.

—Imbécil, si te fracturas una pierna y te traen conmigo, me aseguraré de romperte la otra por accidente.

La charla cambió a una más agradable. Era así como funcionaban los gemelos Henderson, siempre se daban ánimo el uno al otro; formaban un frente unido que difícilmente se podría derrumbar.

—Ya es hora de irme —anunció Nathan con una mueca—. Tengo que reunirme con Cynthia.

—Y eso no te hace más feliz que tu encuentro con papá, por lo que veo.

—La verdad es que estoy pensando cambiar de representante —confesó.

—¿No van bien las cosas con ella? —Josh conocía la historia de su hermano con la mujer.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora