Los días siguientes transcurrieron para Harmony como si estuviera en una nube de la que no quería bajar jamás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los días siguientes transcurrieron para Harmony como si estuviera en una nube de la que no quería bajar jamás. Sus chicos se encargaban de cuidarla todo el tiempo. Durante el día, Josh tenía que ir a trabajar en la clínica, así que Nathan se quedaba con ella. Él le enseñó sobre su música y aunque jamás la había escuchado, enseguida se volvió su fan. Rápidamente se aprendió algunas de las letras y le encantaba sentarse durante horas a escucharlo tocar la guitarra. Su voz era como una caricia y cada estrofa se colaba en su corazón. En las noches, cuando Josh regresaba del trabajo, los tres comían juntos y, a veces, si no era muy tarde, veían alguna película. Entonces la llevaban a la cama y, aunque todavía no hacían el amor, sí le habían regalado varios orgasmos más.

La mañana en que Josh iba a hacerle la radiografía para ver si su pierna había sanado y podía quitarle la escayola, Harmony se despertó eufórica. No solo porque se libraría de ese peso extra que le resultaba incómodo y, en ocasiones, algo doloroso, sino también porque eso significaba que, por fin, iba a hacer el amor con ellos, algo que venía deseando desde el primer día en que llegó a la casa.

—Mi amor, espero que no te moleste, pero aproveché que tenías que ir a la clínica para pedirle a la doctora Turner que te revisara hoy —comentó Josh cuando los tres iban en el auto, él conduciendo y Harmony en la parte trasera con Nathan.

—Eso es genial, ya quiero ir con la doctora.

—Alguien por aquí está un poco ansiosa —se burló Nate.

—Si me sigues molestando, esta noche dormiré solo con Josh —lo amenazó ella apuntándole con el dedo.

—Eso ni pensarlo, si conseguimos que te quite esa cosa soy capaz de hacerte el amor en su consultorio. ¿Sabes lo que me hace tenerte desnuda en la cama y no poder estar dentro de ti? Voy a morir por tener una erección eterna.

—Yo puedo poner una escayola en tu pene si se rompe por estar tanto tiempo erecto —ofreció Josh.

Harmony dejó escapar una carcajada.

—¿Te atreves a burlarte de mí, pequeña bruja? —la acusó Nate girándola para que quedara recostada en el asiento y él encima de ella—. Te juro que esta noche me aseguraré de tener esa bonita boca tan ocupada que no vas a querer reírte de mí nunca más.

La risa de Harmony cesó enseguida y lo miró con ojos brillantes de pasión contenida. Nathan no era el único deseoso, pues ella no había dejado de pensar en otra cosa.

—Espero que eso sea una promesa —susurró acercando los labios a los de él. Últimamente se sentía más desinhibida, estaba dejando a aquella chica que se abochornaba cada vez que ellos tocaban algún tema de índole sexual y ya no sentía vergüenza de decirles lo que quería o buscarlo ella misma.

—Por supuesto que es una promesa, nena —respondió Nate bajando la cabeza para apoderarse de sus labios.

Josh los observó por el espejo retrovisor deseando detener el auto y unírseles. Un gemido escapó de sus labios cuando su hermano levantó el vestido de Harmony dejando al descubierto sus piernas y un poco de su ropa interior. Intentando no causar un accidente por ir distraído, no perdió detalle de cómo Nathan saqueaba la boca de su chica al tiempo que su mano iba de arriba abajo sobre las piernas descubiertas.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora