Mason enfocó su atención en Megan, que estaba a un lado, retraída y fuera de lugar. Después de todo, sí había una mujer interesante esa noche. Tomando dos latas de cerveza, caminó hacia ella sin dudar.

—¿Te apetece beber algo? —le preguntó tendiéndole una.

Ella pareció considerarlo un momento, pero luego aceptó.

—Te lo agradezco.

—Nate no mencionó que tuviera una amiga tan bonita —comentó el hombre de forma coqueta.

—Parece que él no tiene muchos motivos para hablar de mí —respondió ella y Mase creyó notar en su voz cierto tono de resentimiento.

—Pues es una pena, estuve a punto de no venir y perderme la diversión.

En ese momento, ella por fin le prestó atención. Girando el rostro en su dirección, clavó la mirada en él, momento que Mason aprovechó para estudiar sus rasgos. El cabello le caía hasta los hombros en una mata de rizos castaños. Sus labios no eran muy gruesos, aunque no por eso dejaban de ser sensuales, además tenía unos bonitos ojos de color chocolate. No diría que era una chica de anuncio de portada, sin embargo, resultaba bastante atractiva.

—¿Y ahora ves algo divertido por aquí? —lo retó ella.

—Seguro que lo veo —dijo con una sonrisa ladina. No estaba seguro de si Nate había dormido con ella, aunque eso no le importaba, no era algo que le hiciera rechazarla.

La mujer frunció el ceño pareciendo poco interesada.

—Tal vez estés buscando diversión en el lugar incorrecto —le dijo antes de darle la espalda y alejarse.

Mase se quedó de pie con una sonrisa. De haber tenido menos confianza en sí mismo habría terminado con el ego herido, pero lo cierto era que conocía lo suficiente a las mujeres como para saber que algunas solo fingían indiferencia, y estaba convencido de que la que acababa de alejarse de su lado era una de ellas.

La reunión transcurrió tranquila entre bromas, música y mucha comida. Harmony jamás había tenido una fiesta en su honor y eso la hacía sentir como una reina. Josh y Nate se veían tan guapos que no podía evitar suspirar cada vez que los miraba. Nathan vestía todo de negro, con jeans, camiseta y botas de motero. Por su parte, Joshua tenía unos jeans azul claro, una camiseta blanca y zapatillas de color café. Ellos podrían realizar las fantasías de cualquier chica, pero para su fortuna, solo cumplían las suyas. Lo único que lamentaba era no tener a su lado a Dylan. Estaba convencida de que su amigo se habría divertido tanto o más que ella, sobre todo teniendo en cuenta la admiración que sentía por Nate. Todavía no había tenido tiempo de hablar con él y contarle sobre su relación, se decía que no hallaba el momento, pero lo cierto era que lo estaba alargando. No encontraba la forma de explicarlo, y no porque se avergonzara, sino porque no sabía cómo iba a tomarlo su mejor amigo.

—¿En qué piensas, mi amor? —le pregunto Josh entregándole un plato de comida.

Enseguida Nate apareció con un refresco.

—Pensaba en Dylan y en cómo se habría divertido estando aquí —confesó sin vacilar. Después de hablarles sobre su relación con su amigo decidió que nunca tendría secretos con ellos.

—¿Cuándo piensa regresar? —le preguntó Nate.

—No estoy segura, la última vez que hablamos dijo que volvería para Navidad.

—Solo falta un mes y medio, no es mucho tiempo, no obstante, parece que no es eso lo que te preocupa, ¿o me equivoco? —aventuró Josh.

—En realidad, lo que sucede es que no le he contado de ustedes. Desde que ingresé a la clínica no hemos hablado.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora