Cuando Joshua por fin terminó su turno ya eran las diez y treinta de la noche

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Cuando Joshua por fin terminó su turno ya eran las diez y treinta de la noche. Consideró ir a ver a Harmony, pero pronto desechó la idea al darse cuenta de la hora. En cambio, buscó su teléfono y llamó a su hermano.

—Hey, Nate, acabo de terminar el turno, se me hizo un poco tarde, ¿todavía quieres que me pase por tu casa?

—Claro que sí, te estoy esperando.

—Bien, en media hora estaré allí.

Luego de colgar, se quitó la bata, se puso el saco, y con la prenda en la mano salió rumbo al estacionamiento. Una vez allí, la lanzó en el asiento trasero y condujo a la casa de Nathan.

Nathan arrugó la hoja de papel y la arrojó a la papelera. Había estado toda la tarde y lo que llevaba de la noche intentando trabajar en nuevas canciones para la banda, pero no lograba dejar de pensar en Harmony y el beso que le dio. Decidió darse por vencido y, sirviéndose un vaso de vodka, salió a la terraza de su estudio. Cerró los ojos disfrutando del viento que soplaba con fuerza cuando se acercó al barandal y se quedó allí, observando a lo lejos la panorámica de Los Ángeles que ofrecía desde varios ángulos su lujosa mansión. Esa casa fue lo primero que compró cuando su carrera comenzó a ascender; aunque no lo reconocía abiertamente, era su trofeo, con el que pretendía demostrarle a su padre que no era ningún fracasado y que tenía dinero suficiente para adquirir una propiedad en Trousdale Estates.

Escuchó el timbre y supo que se trataba de Josh, así que dejó el vaso sobre una mesa y se apresuró para ir a abrirle. Su hermano lucía agotado.

—Hey, Josh, qué bueno verte —dijo dándole un corto abrazo y apartándose para dejarlo pasar.

—A mí también me da gusto verte.

—¿Cómo sigue papá? Hoy llamé a la clínica para saber cómo estaba y me dijeron que mañana le darán de alta.

—Así es, el sujeto es tan molesto que me extraña que las enfermeras no lo hayan echado a patadas.

—Ventajas de ser el dueño, supongo —comentó Nate son una sonrisa—. ¿Quieres comer o beber algo?

—Algo de beber estaría bien, hoy ha sido un día de locos.

—Vamos a la cocina y me cuentas.

Josh siguió a su hermano y se sentó en la barra mientras este rebuscaba en los gabinetes y sacaba dos vasos. Luego fue al refrigerador.

—¿Qué te gustaría beber?

—Zumo de manzana si tienes.

Nate asintió y llenó los dos vasos con el zumo. Le entregó uno a su hermano y se sentó frente a él en la barra.

—¿Así que tuviste un día complicado?

—Complicado es un eufemismo, a veces odio ser yo cuando tengo que dar malas noticias a los pacientes o sus familiares. Un tipo de más o menos nuestra edad quedó cuadripléjico en un accidente. Era corredor profesional de autos, el problema es que el sujeto olvidó que su nuevo Lamborghini no era un auto de carreras y las calles de Los Ángeles no son una pista, terminó estampado con un muro y destrozó su espina dorsal.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora