Luego de comer y limpiar la cocina, los tres se dirigieron al estudio

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Luego de comer y limpiar la cocina, los tres se dirigieron al estudio. Harmony se recostó en el sofá a leer un libro con los pies en el regazo de Nathan —que rasgaba las cuerdas de la guitarra al tiempo que iba anotando la letra de una nueva canción en su libreta— y la cabeza en las piernas de Joshua, que leía una historia clínica que le había enviado su amigo Mason pidiéndole consejo, mientras, con la otra mano, jugueteaba de forma distraída con el cabello de la chica. Cada uno perdido en su propio mundo y, al mismo tiempo, compartiéndolo, el silencio solo era roto por los acordes de la guitarra de Nate.

El movimiento de los dedos de Josh en el cabello de Harmony sirvió para adormecerla y sintió cómo los ojos se le iban cerrando. Un sonido amortiguado sobresaltó a los hombres cuando el libro que sostenía su chica en las manos cayó al piso.

—Está dormida —susurró Josh.

Nate asintió. Él era el que podía moverse más fácil sin despertarla, así que, de forma cuidadosa, apartó sus piernas de su regazo y se puso de pie para levantarla en brazos. Joshua los siguió, abriendo la puerta para que pudieran pasar y se dirigieron a la habitación, donde la pusieron en el centro de la cama antes de apagar las lámparas y acomodarse uno a cada lado de su novia.

—Ella es perfecta —dijo Nate en voz baja.

—Es perfecta para nosotros y es lo que importa —concordó Josh.

—Estoy enamorado —confesó Nathan rozando la mejilla de Harmony con los dedos teniendo cuidado de no despertarla.

—Lo sé, porque yo también lo estoy —le dijo su hermano.

Se durmieron abrazados a la dueña de su corazón, sabiendo que aquella chica se había convertido en el centro de su mundo.


Harmony bostezó mientras bajaba la escalera. Josh se había marchado muy temprano a la clínica y Nate seguía durmiendo. Vestida con una camiseta de alguno de los dos —ya no se preguntaba a quién pertenecía la ropa, solo tomaba lo que quería y se lo ponía— entró a la cocina para encontrarse con una mujer mayor que la miró interrogante.

—Buenos días —saludó la chica.

—Buenos días, señorita —saludó la otra preguntándose si esta era una de las conquistas de su jefe, aunque, que recordara, las mujeres que Nathan llevaba a la casa jamás se quedaban a dormir.

—Usted debe ser Rose.

—Sí, señorita, ¿y usted es?

—Lo siento, mi nombre es Harmony.

Estiró la mano, la otra dudó un instante antes de estrechársela.

—Es mi novia, Rose —respondió Nathan entrando en ese momento—. Buenos días, nena, debiste despertarme —saludó y la besó.

—Parecías dormir muy tranquilo.

—Me alegra que hayas vuelto, Rose, ¿cómo se encuentra tu hermana? —indagó Nate acercándose a la cafetera para servir café para él y su chica.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora