Luego de despedirse de Joshua, Nathan llamó a Cynthia para que se encontraran y no le extrañó nada que le pidiera verse en su casa

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Luego de despedirse de Joshua, Nathan llamó a Cynthia para que se encontraran y no le extrañó nada que le pidiera verse en su casa. Sabía que su esposo estaba de viaje y tal vez ella tenía la vaga idea de que esa sería una buena oportunidad. Pues bien, él no estaba dispuesto a ponérselo tan sencillo, así que la citó en su oficina, donde pasaba tiempo componiendo las canciones de la banda. Ese era un lugar seguro; sabía que Theo estaría allí, y, además, llamó al resto de sus compañeros. Después de todo, ellos también tenían que estar de acuerdo en que terminaran el contrato con Cynthia.

—¿Qué tal, viejo? —saludó cuando entró y halló a Theo.

—Nate, ¿cómo va todo? ¿Feliz de estar de regreso? —preguntó el chico ordenando una pila de papeles que contenían las letras de las canciones que Nate componía.

—No puedo negarlo, las giras son agotadoras.

—Sobre todo en tu caso, que trabajas doble, en el escenario y en la cama con las groupies —se burló Theo.

—Imbécil —lo insultó Nate riendo.

—No esperaba que vinieras hoy, pensé que ibas a tomarte unos días libres —dijo el chico acercándose al refrigerador para sacar dos cervezas y entregarle una a su amigo.

—En realidad no vine a trabajar, tengo una reunión con Cynthia.

Theo hizo una mueca, la mujer le resultaba desagradable. En su opinión, era una víbora muy venenosa.

—Ya veo, entonces me imagino que prefieres que me vaya y los deje solos.

—No es necesario, quédate y termina lo que estabas haciendo, los demás no deben tardar en llegar, los cité a todos.

Unos minutos después, los otros integrantes de la banda comenzaron a llegar. Jonathan fue el primero en hacer su aparición. Era un tipo serio y tosco la mayor parte del tiempo; con treinta y cinco años era el mayor de todos y también el integrante más nuevo, se había unido a ellos cuando el guitarrista que tenían tuvo que ser internado en un centro de rehabilitación por su problema con las drogas. Tenía la cabeza rapada y vestía ropa de cuero todo el tiempo. Una gran parte de su cuerpo estaba cubierta de tatuajes. Hablaba poco y se integraba menos, sin embargo, era un monstruo con la guitarra, por lo que a nadie le importaba mucho si se parecía más a un tempano de hielo.

Lo siguió Rubens, amigo de Nathan desde la escuela preparatoria y con quien había fundado la banda. Era un sujeto que podría engañar fácilmente con su aspecto de nerd, con sus jeans ajustados, camisas de cuadros y lentes con marco negro. Lo único que lo delataba eran los tatuajes en sus brazos y cuello, incluso tenía uno en la sien. A las chicas parecía encantarles este aspecto de cerebrito salido del infierno, porque caían sobre él como las moscas.

—Mierda, Nate, tienes que dejar de hacer estas malditas reuniones tan temprano —se quejó Michael, entrando de último y acostándose en el sofá más grande.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora